En plena transición entre invierno y primavera, con la climatología mostrando su cara más inestable e inclemente, Jared Harris (Hammersmith, Londres, Reino Unido, 1961) y Tobias Menzies (Londres, Reino Unido, 1974) avistaron tierra en España. Era la enésima escala en su travesía internacional para descubrir al público The Terror, el nuevo gran vapor con el que AMC persigue una nueva conquista internacional.
Por más que hubieran de protegerse de algún sofoco cuando se presentaron a su cita con la prensa acreditada, el tiempo mutante que marcó su estancia en la meseta no era ningún desafío comparado a lo que los personajes que incorporan en esta producción de Ridley Scott (a través de su compañía Scott Free): el bramante hielo del Océano Ártico, donde dos navíos, el Terror y el Erebus, quedaron encallados cuando buscaban el llamado Paso del Noroeste, la ruta marítima que conecta el Atlántico con el Pacífico.
Los hechos que narra esta ficción sucedieron a punto de alcanzar el ecuador del siglo XIX y suponen una de las grandes tragedias marítimas de la época victoriana británica: las 129 personas que formaban parte de la tripulación desaparecieron sin dejar otro rastro que restos y reportes diseminados y los testimonios de la población inuit local. Estos llamaban la atención sobre la desesperada conversión al canibalismo que los resignados supervivientes, una vez abandonado los barcos, asumieron para sobrevivir.
Un giro lovecraftiano a un desastre real: “El terror es fluido”
Harris y Menzies toman los galones de los capitanes Francis Crozier y James Fitzjames, segundo y tercer oficial al mando, respectivamente, de la misión encabezada por Sir John Franklin, a quien ofrece sus rasgos y experiencia Ciaran Hinds. Sus funestos destinos están escritos en la historia naval inglesa, pero The Terror va más allá y despliega una segunda vía: sus guionistas, David Kajganich y Soo Hugh, se nutren de El Terror, novela superventas escrita por Dan Simmons y publicada en 2007. Esta ficcionaba los hechos conocidos en torno a la malograda expedición, introduciendo un giro lovecraftiano en la cronología del desastre: una criatura desconocida e inasible para la imaginación de los ateridos marinos.
“Los personajes nunca terminan de saber qué es esa cosa durante toda la serie”, adelanta el intérprete de pelo color jengibre, risueño y enfático, sobre la relación con ese animal monstruoso que contribuye a la aniquilación de las tropas británicas. “Tienen que inventarse una mitología [para la bestia]. Eso forma parte del cambio en su forma de pensar, al estar atrapados en un mundo que desconocen, diferente a lo que estaban acostumbrados. Tienen una mentalidad occidental, con la ciencia y las teorías newtonianas, y creen que pueden explicarlo todo. Pero aquí tienen algo que carece de sentido cuando lo contemplan: es una criatura con la inteligencia de una persona, con pulgares de humano... No se parece a nada que hayan visto”, reflexiona.
Teniendo en cuenta los antecedentes de antropofagia en los escritos registrados y los que la propia cadena ha deglutido con The Walking Dead, no es de extrañar que la serie no haga ascos a sacar las entrañas cuando así es menester. El horror más explícito no se agazapa ante el espectador que se atreva a enfocar el periscopio hacia The Terror. No obstante, el compañero de navegación de Harris, algo más afectado por el mal del viajero en este encuentro con la prensa, se apresta a romper puentes entre un drama y otro, en caso de que haya pasajeros confundidos. “Esta plantea un terror más psicológico en vez de apostar por los sustos. Sí hay una presencia fuerte que se percibe en toda la serie por esa criatura que se esconde más que verse”.
“El concepto de terror es fluido”, abunda. “Nos muestra cómo se manifiesta de distintas maneras. Más importante que la criatura es la idea de en quiénes se convierten los hombres en su posición, cuando se les quita lo que se consideraba en aquella época la civilización y la modernidad”.
Las referencias que la producción manejaba no deja lugar a la duda: desde las que rinden pleitesía al ilustre productor ejecutivo (Alien. El octavo pasajero), a las que entroncan con ese terror cósmico e irrepresentable al que se abismó el misántropo Howard Phillips (La cosa (El enigma de otro mundo) de John Carpenter). No obstante, el Outlander Menzies señala también otra por su componente más poético e incluso esotérico, Picnic en Hanging Rock, de Peter Weir. En cualquier caso, eleva el material por encima de cualquier cita directa.
“Lo que me gusta de lo que David y Soo escribieron es que no hay clichés ni lugares comunes. No necesitaban robar de otros sitios. Han hecho algo muy suyo. La serie destaca por ser fresca y original, y eso se le debe solo a ellos”, apunta.
Conflicto de galones y de clase: “Las circunstancias les unen”
Bien avenidos detrás de las cámaras, los afamados exploradores a los que AMC puso en ruta promocional tienden inevitablemente a encararse en la recreación de la expedición por el Ártico. Su oposición concentra los males que condenaron al Terror y Erebus al fondo del mar. “Por un lado tienes a los optimistas, que serían representados por Franklin y Fitzjames”, divide Menzies, “y por otro al pesimista, que es Crozier, aunque también podría llamársele realista”.
Los dos primeros están imbuidos del espíritu propio de la época victoriana, en el que la exploración y la conquista formaban gran parte del prestigio internacional. Frente a ese agresivo ímpetu colonialista se cuadra el rol de Harris, cuyo origen irlandés relegó siempre a una segunda clase dentro de la marina. No en vano, Crozier acostumbraba a posar en fotografías sin sus insignias ni su sombrero, un signo inequívoco de su mal acomodo en la jerarquía.
“Tiene que superar un complejo”, cuenta el ubicuo comediante (tras llevar la corona del Rey Jorge VI en The Crown de Netflix y alistarse en la misión para AMC, pondrá rumbo a Chernobyl con HBO antes de volver a ponerse victoriano con su participación en Carnival Row de Amazon). “No ha conseguido las oportunidades de carrera de los demás, pero cuando le llega la oportunidad incurre en las mismas malas decisiones que su predecesor cometió”, desgrana.
Con el devenir de los acontecimientos y las progresivas bajas, ambos habrán de colaborar para achicar las fatalidades que inundan su periplo. “Lo interesante es cómo las circunstancias les unen y les permiten comprenderse mejor el uno al otro”, explica Menzies. Harris va más allá en su juicio a su papel: “También entenderá mejor a Franklin y ver que no lo había hecho todo tan mal, que no fue un buen segundo de a bordo para él”.
Sumergiéndose en la “oscuridad espiritual” del Ártico
A lo largo de 10 capítulos, que cuentan con Tim Mielants, Edward Berger y Sergio Mimica-Gezzan como directores, The Terror propone un “descenso progresivo al infierno” con un desenlace inevitable. Los relatos históricos ahí están para avisarnos de la tragedia. En consideración, la puesta en escena del drama apuesta por una insalubre oscuridad, que deja al espectador compartiendo la penumbra de los personajes. “Uno de los principales aspectos de los polos es que durante la mitad del año el sol no aparece. Ese es un ingrediente muy físico que se refleja en los personajes, porque el grupo de hombres entran en una oscuridad espiritual”, comenta Menzies.
Ni que decir habrá que la filmación no se desplazó a esas latitudes. “Por cuestiones prácticas, porque nada funcionaría. Se congelarían las cámaras, la grúa...”. La producción replicó las localizaciones reales donde los auténticos Crozier y Fitzjames encontraron su tumba en escenarios de la isla de Pag en Croacia y en los estudios de Budapest (Hungría). Como buenos camaradas, insisten en acreditar al diseñador de producción, Jonathan McKinstry (también responsable de la escenografía de Penny Dreadful) por el detallismo y autenticidad de los sets. “Si la audiencia no se lo cree, no iríamos a ninguna parte”. Todo sea para barloventear por los concurridos océanos de la ficción televisiva.
“Buscamos evasión pero también mensajes que nos ayuden”
Para cuando echaban el ancla en Madrid, Menzies exponía sus dudas sobre el recibimiento que podía tener The Terror en su estreno. Los datos de la premiere estadounidense parecen haber disipado las marejadas en su mente.
Enlazada su emisión a la del episodio de rigor (mortis) de The Walking Dead, el primer capítulo, El todo por el todo, reunió a 3,3 millones de televidentes en la noche del domingo. Unos datos que le permiten izar la bandera de mejor estreno de una nueva serie de cable en lo que va de curso 2017/2018 en televisión. El recibimiento de la crítica ha sido unánimemente entusiasta. La serie ha recorrido sus primeras millas sin sobresaltos, corroborando el interés por dramas de corte histórico.
“Al volver al pasado encuentras historias muy ricas para contar. Pero a la vez echar la vista atrás sirve para entender el presente y mirar hacia el futuro”, opina Menzies, quien atesora experiencia en esta clase de aproximaciones; no en vano, apenas una semana después de su visita era oficialmente anunciado como versión madura de Felipe de Edimburgo en la tercera temporada de The Crown. “Creo que buscamos evasión y entretenimiento pero también mensajes que nos ayuden en nuestros días”. Harris concuerda y destaca los temas que flotan bajo la superficie de The Terror.
“Habrá quienes la vean como una simple historia de aventuras y terror, como una historia de monstruos. Y otros verán en ella una historia de advertencia, como una fábula sobre los peligros del imperialismo y el colonialismo”, valora. “El tema original de la serie es la arrogancia y soberbia de los británicos, al creer que podían viajar a un medio que desconocían y expoliarlo y convertirlo en suyo. Y se llevaron un jarro de agua fría”.
Los misterios en la expedición y las certezas en televisión
En 2014, se produjo el gran descubrimiento en torno a lo que fuera que ocurriera a la expedición liderada por Sir John Franklin. El pecio del Erebus fue hallado en el golfo de la Reina Maud, tras una larga búsqueda por parte de una agencia del gobierno canadiense. Dos años después, se descubrirían los restos naufragados de The Terror. Es decir, 171 años después de que partieran de Inglaterra, y siete desde que Simmons teorizara sobre su paradero en las páginas de su libro. Su estado era casi perfecto, dadas las circunstancias y los embates del tiempo y la mar.
Desde que la desaparición fue un hecho, numerosos reportes dieron pistas sobre el misterio que había llevado a este final para los navíos. En 1859, se encontraron los cadáveres congelados de dos soldados en la costa de la isla del Rey Guillermo, sentados, como aguardando a que llegara su rescate. Luego llegarían otros hallazgos similares: primero cuerpos, y luego restos de ellos. Los estudios sobre estos cadáveres confirmarían los relatos de los inuits, que decían haber visto a los hombres blancos, desnutridos y moribundos aprovechando la carne de los caídos para subsistir.
Las causas para la elevada mortalidad y la escasa resistencia de las huestes se ha achacado a los altos niveles de plomo. Lo que se desprende de las imágenes reales de los difuntos desperdigados es el sufrimiento que padecieron en sus carnes prietas. Sus rostros, desdentados, indicaban el escorbuto, entre otras enfermedades.
A juicio de Jared Harris, los misterios en torno a la historia están ya resueltos. “Se sabe que estuvieron atrapados en el hielo durante tres años, que se quedaron sin provisiones y que las condiciones climatológicas de los inviernos eran particularmente duras. Lo único que explica que abandonaran el barco es que no esperaban que cuando llegara el verano siguiera habiendo hielo. Al no derretirse, no tenían comida para aguantar otro año entero encallados y tenían que andar para salir de ahí. Eso es lo único que explicaría que abandonaran el barco”, relata.
“El único misterio auténtico que permanece por resolver es cuánto sobrevivieron, porque las noticias sobre los que seguían con vida llegaron incluso pasado seis o siete años después. Aún seguían tratando de encontrar una solución”, plantea.
Más allá de fugas al fantástico, The Terror habrá de entenderse como un homenaje póstumo a una hermandad de hombres que trataron de sobreponerse al panorama más desolador. Una narrativa emocionante que, según él, solo podría contarse en su esplendor en la pequeña pantalla. “En televisión las ideas ahora son más arriesgadas. Los estudios de cine ya no se preocupan por eso. Quiero decir, han vuelto a relanzar Spider-man por enésima vez”.
This browser does not support the video element.