Noche de (menos) lobos: el cine de terror, “exorcizado” de nuestra TV ¿por puro miedo?
Hace tiempo que la víspera de todos los santos devino en Halloween, y con ello, las máscaras y disfraces han encontrado una segunda ventana de exhibición cada 31 de octubre a medida que han avanzado los años y que la corriente anglosajona de la festividad ha acabado arraigando en nuestra sociedad, al menos en la nomenclatura. Este, claro está, las circunstancias en el exterior han reducido las posibilidades de lucir las más tenebrosas galas a pequeños y mayores, habiendo de quedar confinados en la oscuridad del hogar. Con las plataformas de streaming ofreciendo contenidos al peso, no habrá sido problema para el más pintado (en este caso, literalmente) armar su propio monstruo de Frankenstein cinematográfico con títulos de terror desperdigados por la informe masa de catálogos a disposición del usuario.
En esta tesitura, se agradece la presencia de una mano firme que sepa sacar el tuétano a esos cajones de sastre en streaming, algo a lo que las propias compañías no dudan en contribuir: Flixolé o Filmin han sacado las tripas de su catálogo elaborando sus propias colecciones temáticas para la ocasión; Netflix pasaba la víspera de la víspera infectada por un evento virtual para devorar la franquicia [·REC] al completo, con la colaboración de Paco Plaza en los comentarios técnicos en Twitter; y Amazon Prime Video contribuía también no solo difundiendo una lista de títulos fantaterroríficos sino con el lanzamiento de Truth Seekers, el regreso a la comedia sobrenatural de Nick Frost y Simon Pegg casi 16 años después del estreno de Zombies Party. Y por supuesto, ahí está el catálogo completo de Planet Horror, el servicio de streaming lanzado por AMC España, complemento para su canal de pago Dark. Ahora bien, más allá del paisaje online, el silencio invadía la programación lineal tradicional.
Entre las generalistas, solo Cuatro se animaba a servir sustos a su audiencia, tanto en la sobremesa, con la emisión de Hansel & Gretel: Cazadores de brujas y Van Helsing, con el estreno de Alien: Covenant, la más reciente entrega de la serie Alien y una de las más generosas en casquería (tanto que podría pasar por un exploit italiano de la saga), en sesión doble junto con La visita de Shyamalan. Neox optaría por adelantar su Neoxween al viernes 30, con dos títulos de tirón como It y Annabelle: Creation emitidos de carrerilla. Más atrevido sería lo que propondría Paramount Network con la contundente Halloween II de Rob Zombie y el Hellraiser de Clive Barker como puntas de lanza (o de cuchillo) de su jornada temática. No obstante, el terror en su vertiente ficticia se esfumaría cual demonio exorcizado por el padre Amorth. Dejando a un lado la labor de frecuencias temáticas (o de autonómicas como IB3, que se esmeró al emitir cuatro cortometrajes de miedo de cineastas baleares), tanto en el universo gratuito como en el de pago, ha perdido su sitio incluso en la velada más propensa a liberarlo.
Cuando la hora bruja se hace invisible en la programación
Distinguían Roman Gubern y Joan Prat en Las raíces del miedo el terror real del ficticio, siendo este último positivo al minimizar los problemas de nuestro plano de realidad y darnos la satisfacción de derrotar al monstruo final, algo que nos permite una válvula de escape frente a aquellos conflictos que no podemos controlar. Del mismo modo, Robin Wood, uno de los más prolíficos pensadores sobre la materia, consideraba que el rasgo diferencial de este sobre otros géneros es la compartimentación de su audiencia, que no suele permitir medias tintas: o se ama o se odia. O se jalea con viveza o se niega. En lo que respecta a la programación televisiva, resulta irónico observar cómo mientras las imágenes más abrumadoras hace tiempo que dejaron de estar cercadas a los ámbitos más subversivos -antes ya que el fenómeno The Walking Dead con sus periódicos desmembramientos o de la virulencia de The Boys, por poner un ejemplo bien reciente, llegaron los CSI a jugar a las “operaciones” a la hora de la cena-, el cine de terror en su vertiente más ortodoxa ha ido relegado a horarios intempestivos con el paso de los años.
Podemos encontrar excepciones con aura “respetable” (los títulos del universo Conjuring han gozado de prime times para meter miedo, como hemos visto no hace tanto con la emisión de La monja en laSexta), pero como género, se ha ido replegando en las cadenas generalistas, que las acotan a horarios intempestivos donde quizás limiten su potencial desestabilizador (paradigmático el ejemplo del remake de Posesión infernal dirigido por Fede Álvarez, estrenado con nocturnidad y sin promoción por TVE un domingo de 2015 sobrepasado el umbral las 2:00 horas; o el de Maggie, drama zombi con un valor seguro como Arnold Schwarzenegger como protagonista, relegado también a la madrugada en su primer pase en 2017, aun siendo menos bastante menos explícita que The Walking Dead).
Miedos por prescripción
A esta idea de la desestabilización de la normalidad y del buen gusto contribuye la ausencia de una prescripción, o al menos de cierta organización, de la que podíamos encontrar ejemplos no hace tanto sin necesidad de recurrir a plataformas. No es necesario retrotraerse a los tiempos de Mis terrores favoritos para encontrar en Televisión Española un contenedor de programación tan icónico como Alucine que se mantendría durante buena parte de la década de los noventa, con una primera etapa de dos temporadas a última hora del viernes en La 1 (la primera de ellas, con Narciso Ibáñez Menta como presentador) y una segunda más larga ya en la hora bruja en La 2.
Pero este no era el único ejemplo, pues en la primera década de las televisiones privadas en España, cada canal parecía tener su propio baúl de los horrores: ahí tenemos Noche de lobos, otro bloque de programación similar que se instaló en las noches de los domingos de Antena 3 desde sus primeros meses de emisión, con Juan Luis Goas al timón, y que sirvió como escenario para el lanzamiento en pantalla de títulos como Re-animator, Posesión infernal, Demons o La última casa a la izquierda; o Noche de miedo de Telecinco, que sirviera para dar cobijo a Las pesadillas de Freddy, la serie derivada de la franquicia Pesadilla en Elm Street. Estos programas proveían de una reglamentación al espectador, que ya sabía que se internaba en territorios peligrosos, amplificando la experiencia del visionado. En las autonómicas, la situación era similar: de ciclos dedicados al cine de la factoría Roger Corman en TV3, como se publicitó en 1992; a las “noches más largas” de Telemadrid preparadas durante años cada último sábado de octubre: maratones específicos que ocupaban todas las horas de oscuridad, donde se amontonaban, según el año, delicias de casquería como Humanoides del abismo, El día de los muertos o El ejército de las tinieblas.
Durante la siguiente década, el ansia de sangre fue rebajándose, como quedó de manifiesto con la corta vida de la segunda vida de Noche de lobos en Antena 3 (que se valdría en buena medida del catálogo de la pujante Dimension Films estadounidense, con Scream 2 o Phantoms entre los filmes emitidos), y la posterior dispersión de la audiencia que vino con la televisión digital terrestre seguiría desgastando la azada del género. Quizás, el último gran grito del horror televisivo llegaría a través de la extinta laSexta 3 - Todo Cine, que parceló la noche de los martes como escenario extemporal para los sobresaltos en sesión doble, como antes lo hicieran los programas mencionados. Así pudimos revisitar las sucesivas Pesadillas en Elm Street, emitidas en ciclo semanal en noviembre de 2012; La cosa, La invasión de los ultracuerpos o incluso una película otrora tan controvertida como Holocausto caníbal.
Dónde quedaron los miedos
Tras el “apagón” de laSexta 3 el 6 de mayo de 2014, junto con 8 canales de TDT por decisión del Tribunal Supremo, el género perdería una de su último gran reducto dentro de la parrilla en abierto, donde en la actualidad sí podemos ver otros bloques dedicados a géneros, con la acción como el más recurrente y efectivo (Una de Seagal en Mega, Martes de acción en Paramount), el western, en Trece o Telemadrid y otras autonómicas; además de los contenedores específicos para el cine español que encontramos en La 1, La 2 y Trece. La celebración de noches de miedo ha sido cada vez más esporádica, quedando solo reductos en Paramount Network y BOM Cine.
El canal propiedad de ViacomCBS acostumbró a sus espectadores a señalar el late night de los viernes como el espacio más propenso a albergar películas de horror; de hecho, en los últimos años ha servido de escaparate a diversos títulos de las distribuidoras A Contracorriente (Blanco perfecto y Nadie vive de Ryûhei Kitamura, Infierno verde de Eli Roth) o de La Aventura (Todavía estamos aquí, Bone Tomahawk), por no hablar de la trilogía Abierto hasta el amanecer, que ha repuesto en diversas noches. En lo que respecta a BOM Cine, forma parte de Squirrell, grupo empresarial que se encargó de revitalizar Vértice 360 y cuyo catálogo trufa la programación: La niebla de Frank Darabont, sagas -al completo o incompletas- como Cabin Fever, Feast o Messengers, El diario de los muertos y La resistencia de los muertos de George A. Romero, y ejemplos contemporáneos de cine de género australiano como Black Water o Wolf Creek, entre otras, son las alternativas que pueden verse son cierta asiduidad.
Ambos canales se presentan como las alternativas mejor posicionadas a ojos del buscador de pesadillas, por más que adolezcan de, en palabras del crítico Fausto Fernández (prescriptor a diario de la oferta cinéfila televisiva cada mañana en Twitter), cierta “dislexia” al desordenar la emisión lógica de las franquicias y trilogías sobre las que poseen derechos. En cualquier caso, ya supone un pequeño refugio para los interesados en miedos ficticios, incomparable con el que se disponía tiempo atrás.
La reciente emisión, con motivo del inicio del 53 Festival de Sitges, de una sesión doble de Historia de nuestro cine dedicada al fantaterror español, compuesta por El día de la bestia y por Mil gritos tiene la noche, convenientemente desglosadas durante el recomendable coloquio entre ambas, fue una pequeña ventana a tiempos pasados y una llamativa demostración del inusual tratamiento que se da incluso a las muestras de sustos patrios como el slasher de Juan Piquer Simón, todo un objeto de reverencia para tótems actuales como el ya mencionado Eli Roth. Diríase que las operadoras han decidido exorcizar el horror ficticio como si ello negara la existencia del horror real. Un esfuerzo baldío especialmente cuando el fantasma de lo que sufrimos meses atrás con la primera venida del coronavirus a España vuelve a acecharnos. No ofrecer imágenes de terror no previene de este.