Resulta curioso que una de las series más pesimistas que uno se puede echar ahora mismo a la cara suponga, a su vez, un halo de esperanza para todos aquellos que consideran que todo está inventado en el mundo de la ficción. En esta despiadada burbuja audiovisual en la que vivimos, en la que solo un puñado de producciones consigue asomar la cabeza y generar conversación más allá de la semana de su estreno, El colapso se presenta como una de las propuestas más innovadoras de los últimos tiempos pese a apoyarse en dos conceptos más añejos que la propia televisión: el plano secuencia y el fin del mundo. Aunque para ser justos, definirla como “una serie sobre el fin del mundo rodada en plano secuencia” sería quedarse en la superficie. Porque esta ficción francesa, disponible desde el pasado día 14 en Filmin, es mucho más que eso.
Estrenada en noviembre de 2019 por Canal+ Francia, El Colapso (L’Effondrement) es obra del colectivo Les Parasites, compuesto por Gullaume Desjardins, Jéremy Bernard y Bastien Ughietto, tres jóvenes cineastas que consiguieron convencer a Canal+ para sacar adelante este proyecto a pesar de que su carrera hasta el momento se limitaba a un conjunto de cortos y vídeos distribuidos por YouTube. Lo que entonces pudo verse como un acto de valentía, hoy se antoja como una decisión de lo más acertada por parte de los directivos de la cadena, los primeros que cayeron rendidos ante su propuesta: retratar qué pasaría si el sistema que rige nuestra sociedad colapsara y la gente empezara a quedarse sin recursos vitales de un día para otro.
A partir de este punto de partida, El colapso muestra una Francia donde la gasolina empieza a escasear, los supermercados carecen de abastecimiento y un fajo de billetes tiene menos valor que una lata de comida. Todo ello en cuestión de días, semanas, como mucho. Aunque la serie renuncia a explicar cómo se ha llegado hasta aquí –apenas da un par de detalles que apuntan a una crisis económica mundial y al cambio climático-, este escenario apocalíptico y distópico se inspira en la teoría de la Colapsología, corriente de pensamiento formulada a principios de siglo por el político y matemático francés Yves Cochet, que defiende que, tarde o temprano, las necesidades básicas (agua, luz, comida, etc.) dejarán de proporcionarse a la mayoría de la población hasta poner en jaque a la sociedad y cambiar por completo su estilo de vida.
En el caso que nos presenta la serie, por uno en el que sus protagonistas se ven forzados a replantearse sus prioridades y a tratar de seguir adelante apelando únicamente a su instinto de supervivencia. Porque los personajes de El colapso no viven, sobreviven. Y en su intento por adaptarse a su nueva situación, la mayoría incurren en una alarmante falta de solidaridad o se mancha las manos de sangre tras protagonizar actos carentes de toda sensatez.
Una serie tan brillante como aterradoramente verosímil
Este fin del mundo es retratado, además, de una manera de lo más verosímil, siendo éste el gran punto fuerte de la serie. El colapso no es la primera historia que cuenta que la falta de recursos y la incapacidad de crecer de manera sostenible van a acabar con la humanidad, pero sí se presenta como una propuesta muy especial por la forma tan aterradoramente realista con la que lo refleja. Y es que resulta muy fácil creerse la serie e imaginar que lo que ocurre en ella nos puede suceder en cualquier momento. Y más aún cuando, en realidad, algunas de las cosas que narra ya las hemos vivido durante esta crisis del coronavirus. Algo que resulta especialmente meritorio si tenemos en cuenta que El colapso se estrenó meses antes de que explotara la pandemia. De ahí que una de las mayores conclusiones que invita a sacar su visionado es que la sociedad ya tenía serios problemas antes del Covid-19. De sostenibilidad y de medio ambiente, pero también de humanidad.
Esto se aprecia especialmente en el sexto capítulo, en el que un joven intenta cuidar él solo a los ancianos de la residencia en la que trabaja. Una trama que recuerda inevitablemente a la situación ocurrida en los primeros meses de pandemia en las residencias de la tercera edad, cuyos residentes fueron dejados a su suerte como si ya no tuvieran nada que aportar a la sociedad. El capítulo seis de El colapso viene a denunciar algo parecido, y por eso es el que más golpea a nivel emocional de los ocho que componen la serie. Cada uno de ellos es independiente del anterior -aunque algunos están mínimamente relacionados con otros- y todos tienen una duración que oscila entre los 15 y los 25 minutos. Un metraje que Les Parasites consigue explotar al máximo en cada segundo.
'El colapso', firme candidata a ser la serie del año
Es difícil encontrar una serie donde todo esté tan bien atado y funcione tan rotundamente bien. Desde sus excelsos guiones hasta las entregadísimas actuaciones de su reparto, pasando por la ambientación de cada uno de los ocho capítulos, donde también hace gala de su notabilísima inteligencia. Porque al ser capítulos independientes, cada uno de ellos se ambienta en un escenario diferente. Los dos primeros funcionan muy bien, entre otras cosas, porque ocurren en dos lugares tan comunes para cualquier ciudadano de Occidente como un supermercado y una gasolinera, pero hay otros dos que suceden en una mansión de lujo y en un barco porque la serie quiere dejar claro que si el sistema colapsa, sus efectos alcanzarán tanto a ricos como a pobres.
Y además está, por supuesto, el hecho de que cada uno de los ocho capítulos ha sido rodado en plano secuencia. Uno de los pocos conceptos del lenguaje audiovisual que genera titulares por sí mismo y cuya fascinación por parte de crítica y público sigue siendo mayúscula a pesar de que el número de producciones que recurren a él parece cada vez mayor en los últimos años. Hasta el punto de que corre el riesgo de perder valor como herramienta narrativa y ganarlo como peripecia técnica para vanagloria de su director. En el caso de El colapso, sin embargo, su uso resulta innovador porque ninguna serie se ha rodado al completo bajo esta técnica. Y además está justificado en tanto en cuanto ayuda a que el espectador se sienta parte de ese mundo que se desvanece en pantalla. Por ello, los planos secuencia de la serie son sucios y caóticos por momentos, lo que ayuda a potenciar el realismo que esta producción quiere transmitir en todo momento. Y no solo que pretende, sino que consigue de una forma innovadora brillante, siendo un ejercicio tan incontestable como meritorio en su apartado visual. Aunque para ser justos, definir El colapso como “una serie sobre el fin del mundo rodada en plano secuencia” es solo el principio. En realidad, es mucho más que eso. Es una de las grandes series del año.