Herminia y su importante lección sobre la dignidad del morir: el árbol de la vida se completa en el final de 'Cuéntame'
El árbol de la vida es un símbolo milenario y universal que ha estado presente a lo largo de la historia en muchas culturas alrededor del planeta. Se trata de un arquetipo que trasciende a las religiones porque, aunque en varias de ellas se haya representado, ninguna lo puede reivindicar como propio o exclusivo. Un emblema con múltiples significados filosóficos que giran en torno a un mismo objetivo común para los humanos: reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia, sobre nuestra evolución física y personal en el mundo, y la interconectividad con nuestros semejantes.
Pocas cosas pueden reflejar mejor el concepto de vida que un árbol, signo de abundancia, de paz y de fuerza. Su aspecto circular, su propio proceso de crecimiento, y su búsqueda para perpetuarse -desde las raíces hasta los frutos de los cuales saldrán las semillas de otros árboles-, plasman nuestra estructura cíclica y nuestra expansión en futuras generaciones. El árbol representa además la sabiduría (existe la inteligencia vegetal); la autorregeneración ante la adversidad (como la del pino canario que rebrota tras ser abrasado por el fuego); y la autenticidad individual (no hay dos árboles iguales).
Venerado en numerosas civilizaciones, el árbol ha sido también inspiración para muchas obras artísticas y audiovisuales. Y, como no podía ser de otra manera, Cuéntame cómo pasó encontró en este símbolo la mejor forma de articular su histórica temporada final en TVE después de 22 años en emisión. Un leitmotiv que ha tenido todo el protagonismo desde los carteles promocionales a la cabecera de esta última tanda de episodios, y que se ha visto proyectado en el capítulo emitido este miércoles en La 1 a través del personaje de Herminia. A sus 100 años, la abuela de la familia Alcántara, a la que interpreta María Galiana, toma una importante decisión que supone el colofón de su vida y, de la mano, el de la ficción que dentro de siete días se despedirá para siempre de los espectadores.
En las artes plásticas, una de las representaciones más icónicas de este elemento del que hablamos la hizo Ignacio de Ries en su cuadro Alegoría del árbol de la vida (1653). En este lienzo, el pintor flamenco colocó en la copa del árbol un gran banquete, festín que desde la antigüedad viene asociado al disfrute -aquí y ahora- de los placeres terrenales y a la proximidad de la muerte -no olvidemos la última cena de Jesucristo-. En Cuéntame cómo pasó, los guionistas han colocado un gran banquete en el penúltimo capítulo de la serie (antesala de su irremediable desenlace) correspondiente al de la boda de María con Jorge en el verano de 2001. Una celebración que ubicó a todos los personajes en un mismo lugar para que, poco a poco, Herminia (y la audiencia) les fuera diciendo adiós.
La decisión de Herminia
La muerte es el gran telón de fondo de la última temporada de Cuéntame y el capítulo 412, titulado Herminia. El legado, arranca en julio de 2001, con la madre de Mercedes saludando (en una de sus enajenaciones, por la demencia que sufre) a los que ya no están. Una brillante y emotiva secuencia en la que, mezclando el presente con imágenes del pasado, vemos a Herminia desde el balcón hablando con vecinos como Cervan (Tony Leblanc), Desi (Roberto Cairo) o su amiga del alma Valentina (Alicia Hermida). Una escena con la que la serie rinde un oportuno tributo a algunos de sus emblemáticos actores que ya han fallecido y a los que se ha querido recordar con elegancia y cariño antes del inminente final.
El personaje de Ana Duato escucha desde el salón a su madre, por la que cada vez se muestra más preocupada. Por eso, días antes del enlace matrimonial entre María y Jorge, ordena a Herminia a acudir a una revisión médica acompañada de Antonio. Tras la cita con el doctor, su yerno descubre que Herminia decidió hace dos meses dejar de tomarse de forma definitiva todas las pastillas que le ayudaban a enfrentar las diferentes afecciones que padece. “Son ataduras y yo ya soy muy vieja para estar atada. ¿Tú cómo me ves? Estoy estupendamente. Así que, de ahora en adelante, lo que tenga que pasar que pase”, asegura la abuela, que pide a Antonio que no le cuente nada a su hija y le insiste en que “cuando tengas mi edad lo entenderás”.
A los pocos días, la familia al completo pone rumbo a Sagrillas, donde tendría lugar la boda de la benjamina, de la que se encarga Paquita, alcaldesa del pueblo que se empieza a ver involucrada en problemas con la justicia a causa de la corrupción política de su partido. Antes, vemos a Herminia en otra maravillosa escena despidiéndose de San Genaro, el barrio de Madrid en el que acabó residiendo la mayor parte de su vida, sabedora de que allí ya no va a volver. Por el camino, pide a Antonio que pare en la era de Plácido, una zona del campo a la que se termina escapando tras la negativa del personaje interpretado por Imanol Arias, impaciente por llegar a su destino.
Es entonces cuando se produce ese encuentro frente a frente entre Herminia y el que ha sido de forma casi literal el árbol de su vida (el que veíamos en el cartel y en la cabecera). Herminia desvela a Mercedes que se trata de una encina que su padre decidió plantar el día que nació. Allí, bajo su sombra, en el ocaso de su vida, la señora recuerda algunas anécdotas de su hija durante su infancia con las que refuerza el papel que ha tenido como madre ante unos hijos cada vez más distanciados. Herminia anima a Mercedes a seguir luchando por la unión de la familia, aunque cree que es algo que, lamentablemente, ella ya no verá.
La analogía con el árbol vuelve a aparecer poco después, cuando durante una barbacoa previa al gran día de la boda, Antonio decide brindar por Herminia con un sentido discurso. “Ella es el origen, de donde provenís, es la raíz de ese árbol que tiene cuatro generaciones. No hay madre, ni hay abuela, ni hay bisabuela, ni hay suegra como tú. Muchísimas gracias. ¡Por la abuela Herminia!”, proclama el patriarca, consciente de que esa cena, como la del cuadro de Ignacio de Ries, puede ser uno de los últimos momentos en los que todos estén reunidos junto a ella.
Herminia también sabe que no le queda mucho, por lo que termina aprovechando la boda para ir hablando uno a uno con todos sus nietos y bisnietos, a los que brinda valiosos consejos que sirven como colofón final del legado que les va a dejar: que sean siempre quienes decidan ser. Así, acaba aconsejando a María y Jorge que vivan siempre su amor con respeto y libertad; a Inés que siga siendo igual de independiente pero menos exigente consigo misma, y a Toni que anteponga su familia al trabajo. Frente a él, acaba validando con naturalidad la relación homosexual de Santi con su nuevo novio. Lo dicho: que sean quienes quieran ser para que tengan siempre las riendas de su destino.
Una defensa que ella misma se ve obligada a hacer ante Mercedes cuando esta descubre que su madre ha dejado de tomarse la medicación. Aunque le cuesta asumirlo, acaba aceptándolo tras una brillante conversación con un Antonio que también sabe ser faro cuando su mujer se siente perdida. Finalmente, dos meses después de la boda (que acabó de forma accidentada tras la detención de Paquita por prevaricación malversación y levantamiento de bienes), de nuevo bajo la encina vemos a Herminia, ya muy deteriorada, pidiéndole a Mercedes no volver a Madrid y el regreso de su Carlitos. Sólo le falta despedirse de él. Un reencuentro que será el desenlace de Cuéntame y que tiene fecha en el calendario: el 11 de septiembre de 2001, día en el que el personaje de Ricardo Gómez decide volver a España en avión desde Nueva York. Son los atentados de las Torres Gemelas y las dudas sobre su destino, con sus padres en shock ante lo que ven por televisión, prometen ser el clímax con el que arranque el esperado último capítulo de la serie.
Saber irse, la dignidad del morir
Mientras tanto, la penúltima entrega, curiosamente luminosa en todo su metraje, llega a su desenlace con un pasodoble de los que tanto le gustan a Herminia: el Madrecita María del Carmen que Manolo Escobar compuso a su progenitora y que acompaña a las imágenes históricas de un personaje que ha sido el alma máter de Cuéntame cómo pasó, y al que los guionistas han decidido dar muerte con el final de la serie. Un cierre, para la ficción y para la protagonista, con el que se da una necesaria lección sobre saber cómo y cuándo irse, ya sea de este mundo o de la televisión en la que se ha hecho historia a lo largo de 22 años y 23 temporadas de trayectoria. Un privilegio ligado a la longevidad al que, por desgracia, no todos tenemos alcance, ni en la vida, ni en la industria audiovisual de la pequeña pantalla.
“Mira, Mercedes. Tengo muchos años y he vivido todo lo que tenía que vivir. Creo que ya va siendo el momento de marcharse. A mí el cuerpo me pide tierra. Quiero decidir cuándo me voy y que no lo decida el médico. A mi edad, lo normal es morirse en un hospital, enchufada a cables y con la cabeza ida. Yo no quiero eso, ni para mí, ni para los míos”, le acaba reconociendo en el episodio a Mercedes una Herminia que nos deja otro legado. “Las verdades hay que decirlas, aunque duelan. Y, sobre todo, hay que decírselas a la gente que se quiere”, sentencia.
Así, la serie habla sobre la dignidad del morir, la dignidad del adiós, un tema para muchos tabú que la ficción de Ganga decide poner en su cierre sobre la mesa. Ya lo avisaba Ana Duato durante la presentación de este final: “Uno de los grandes valores que tiene Cuéntame es cuando hablamos de cosas de las que a veces uno no se atreve a hablar, como la vida y la muerte, por ejemplo. La muerte forma parte de nosotros, pero a lo mejor no hablamos suficiente sobre cómo afrontar la muerte de nuestros seres queridos o nuestra propia muerte”, decía en una entrevista con verTele. Y añadía: “Mi deseo es que cuando se acabe, se miren las familias, los espectadores, y digan: vamos a hablar sobre esto”. Hagámosle caso, hablemos. Afrontemos la vida, afrontemos la muerte. Afrontemos la verdad. Aunque duela.