A favor y en contra del episodio que todos odian de Stranger Things
Bienvenidos a Halloween de 1984. Por la calle desfilan disfraces de Karate Kid, Los Cazafantasmas y Risky Business, y en las fiestas suenan Purple Rain, de Prince, y Cindy Lauper. Los hombres de Hopper patrullan por Hawkins, Joyce Byers atiende a la clientela y Will, Mike, Dustin y Lucas hacen de las suyas en la clase de ciencias del señor Clarke. Solo falta el Demogorgon para hacernos sentir de regreso a casa por completo.
Desde su debut en el verano de 2016, Stranger Things se convirtió en la vía de escape favorita del gran público, en un paraíso vacacional para nuestras mentes que reunió delante del televisor a jóvenes sedientos de aventuras y a sus nostálgicos padres. De alguna forma todas las series cumplen esa labor, pero la de los hermanos Duffer se ha mantenido en el trono incluso en su año y medio de ausencia.
Quizá lo más inverosímil de este fenómeno es que estaba pensado para satisfacer un consumo inmediato y que no ofrecía nada nuevo. Algunos vieron en Stranger Things el enésimo intento de sacar tajada del imaginario fantástico de los ochenta, pero esta vez funcionó. Aunque dio una lección de solvencia a Super 8, las similitudes con el proyecto de Spielberg eran más que evidentes y no le faltaron críticas.
Sin embargo, la gran mayoría sucumbió ante la pandilla más carismática desde Los Goonies y su homenaje a Dragones y Mazmorras. Después del triunfo de la premiere, la nueva temporada tenía cuentas pendientes y no solo con la trama. ¿Podría exprimir otra vez la misma estrategia y con los mismos resultados? La incógnita se desveló hace una semana y la respuesta general fue un sí, al menos a nivel de visionados y de reseñas en los medios.
Más oscura que su antecesora, pero con los mismos niveles de fantasía, adorabilidad y cliffhanging, Stranger Things 2 ha convencido a medias. El gran culpable de manchar su inmaculado prestigio ha sido un episodio, en concreto el séptimo, llamado Lost Sister (La hermana perdida). Ha sido reconocido por fans y críticos como “el peor” de toda la serie. Pero, ¿de verdad es tan malo?
Si aún no se han puesto al día con la ficción fantástica de moda, dejen de leer en este preciso instante. El capítulo siete se centra enteramente en el personaje de Once (Eleven) y en lo que descubre cuando -spoiler- va a ver a su madre biológica. Además, tiene lugar en Chicago y se aleja de la querida Hawkins, algo que no ha convencido a los más entusiastas. Lo analizamos y, como siempre, destacamos sus luces y sus sombras.
Seamos francos. La segunda temporada de Stranger Things ha estirado el chicle que la catapultó al éxito en la anterior sin devanarse mucho los sesos. Hay un nuevo (o no tanto) monstruo al que combatir, Will vuelve a estar en apuros y Once es la heroína a distancia que salva a la ciudad de Hawkins de ser colonizada por los demoperros. Lo aceptamos porque ha pasado demasiado tiempo para sonar repetitivo y porque sigue siendo el mundo de golosina que nos enamoró la primera vez.
No pasaría lo mismo en una tercera. Innovar en las ficciones más queridas, a priori, puede parecer un terreno pantanoso, pero los universos limitados caducan, y el de Stranger Things es una bola de nieve que va perdiendo su color. Es una sensación que sobrevuela durante la mayoría de los capítulos. En todos, menos uno: La hermana perdida.
En el séptimo, Once se escapa de casa de su madre biológica, Terry, y de su tía Becky para no caer en manos de los servicios sociales. Como una muchacha de recursos, le roba dinero a Becky y se monta en un autobús a Chicago para buscar a la “hermana” de sus visiones. Y vaya si la encuentra. La otra chica usa sus superpoderes para algo más oscuro que la pequeña protagonista: forma parte de una banda de inadaptados que asesinan a quienes les hicieron daño en el pasado.
Aunque la trama es mejorable, La hermana perdida es un haz de luz en una serie que esperamos que dure muchos años. Tiene un tono crudo que choca de frente con los diecisiete episodios restantes, pero ese es el devenir de Stranger Things. Además de apostar por unos exteriores que manejan bastante bien, abren el espectro a otros personajes y dejan respirar el ambiente cargado de Hawkins.
Pero lo más importante de todo es que le dan a Once un pasado, una humanidad que va más allá de haber sido la cobaya de un científico loco. Si la rutina de la serie va a ser la de mantener los mismos personajes, qué menos que darles más dimensiones. Sobre todo al único femenino, junto con Joyce, que no está a la sombra del cuarteto de cuerda principal (y masculino).
Stranger Things puede convertirse en el éxito anecdótico de un producto fácil y digerible, o en la serie que definió la fantasía para toda una generación. De sus riesgos dependen sus ganancias, y La hermana perdida es una declaración de que tendremos Demogorgon para rato.
El capítulo siete de Stranger Things es una tomadura de pelo. No encaja en la serie, no mantiene su estética, ni su imaginario, ni su ambiente. ¿Qué sentido tiene en esta historia preciosista el relato de un grupo de inadaptados que hacen las veces de justicieros? Ninguno.
Es cierto que en todas las historias que se dividen por capítulos hay algunos que hacen avanzar la trama, hay otros en los que no ocurre nada (estos suelen centrarse en un trabajo más bien de ambientación, como por ejemplo el capítulo que se dedica a Halloween en esta temporada) y, finalmente, hay un tercer tipo que cuenta algo referente al pasado y hace un trabajo de introspección. El que nos ocupa no funciona simplemente porque no cumple ninguna de las tres labores que todo buen capítulo debe asumir.
¿Por qué abandonar el devenir del grupo de amigos? ¿Por qué alejarse del pueblo que dota a la serie de una fotografía espléndida para ir hasta Chicago? ¿A ti que te pasa capítulo siete? La hermana perdida más bien parece el comienzo de otra serie y eso, en una idea que ya lo tiene todo y que maneja la tensión a la perfección, es un error tremendo.
“Es importante para Ross y para mí probar cosas y no sentir que estamos haciendo lo mismo una y otra vez”, explicó Matt Duffer en una entrevista para Entertainment Weekly. “Pero fue realmente divertido escribirlo, buscar el casting y trabajar en ello”. Al parecer, los hermanos Duffer estaban aburridos y decidieron experimentar.
Otra de las cosas por las posicionarse completamente en contra del capítulo siete es porque no lo necesitamos para saber que Once es bondadosa y quiere a sus amigos. Sabemos que no es como su hermana, que está llena de rencor y odio, y no nos hace falta para reconocer el lado más piadoso de una niña maltratada y con desórdenes de todo tipo.
Y, finalmente, es del todo incomprensible que en una temporada de nueve capítulos prescindas de Winona Ryder durante 45 minutos. Joyce es el mejor personaje de la serie de lejos (esto podría ser otro debate) e ignorarlo durante un capítulo entero es, llanamente, una pérdida de tiempo.