“Francis, he terminado contigo. No más dolor”. Apenas 9 minutos de capítulo sirven a House of cards, cuya sexta y última temporada se estrena completa este sábado 3 de noviembre a partir de las 15:30 horas en Movistar Series y también bajo demanda, para dejar claro que a Underwood muerto, Underwood puesto.
Tras el escándalo de abusos de su hasta ahora protagonista Kevin Spacey, que estuvo cerca de provocar la cancelación de la serie para finalmente seguir sin él, la obra de Netflix parte de lo que ya había promocionado a bombo y platillo (que el personaje de Frank Underwood muere) para jugar con la realidad y la ficción.
Desde el primer plano resulta inevitable pensar en la ausencia de Kevin Spacey, y tener curiosidad por cómo lo presenta la serie. House of cards lo sabe, y por eso no se oculta desde la primera escena, desde la primera conversación, desde la primera localización. Todo sigue estando igual de cuidado, parece que nada ha cambiado, pero en realidad todo lo ha hecho. Porque ahora la presidenta es Robin Wright, Claire Underwood.
El morbo es saber cómo matan al personaje de Spacey. Pero mejor tomarlo con calma, y tampoco sería “conveniente” destriparlo. Lo de verdad interesante es ver cómo una serie puede explicar el adiós de su protagonista por razones tan lamentables como las de Spacey, y en ese sentido este capítulo es un referente a nivel narrativo, jugando tanto con la trama como con lo ocurrido fuera de las cámaras.
Borrón y cuenta nueva: “No se crean una palabra”
Frank Underwood está presente en todo momento, y el personaje no desaparece puesto que es mencionado sin problemas. Pero su rostro, que es lógicamente el de Kevin Spacey, es enterrado igual que su recuerdo, “enterrado con él”. No hay perdón, y la serie lo deja claro tanto en sus diálogos como en sus alegorías, como si hubiesen roto la pared que mantenía oculta a la verdad y la liberasen como un pájaro.
La nueva Presidenta reclama la confianza que su difunto marido tenía con el público mediante esos soliloquios mirando a cámara, que su personaje ya había empezado a hacer en la temporada anterior, y lo hace dejando claro que NO es NO: “No es verdad lo que les habían dicho los últimos años. No se crean una palabra”.
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Sin salirse de su personaje, el regreso de House of Cards parece estar repleto de mensajes a Kevin Spacey y a su público a través de Claire Underwood, con una máxima que sobresale por encima del resto: “Me prometí que no sería como él”.
Frank Underwood, un cáncer que deja todo infectado
Mientras su mujer, socia, colaboradora y vicepresidenta lucha ya desde el Despacho Oval por dejar claro que ella no va a ser como Frank, los antiguos “hombres de Underwood” intentan purgar sus pecados. transitando esa línea entre la realidad y la ficción, todo parece orientado a condenar lo que hizo el Presidente. Y su intérprete.
Confesiones y aparentes cambios que, pese a todo, siguen ocultando las mismas formas mafiosas que “las cloacas” del Estado tienen no sólo en Estados Unidos, y que empiezan a adivinarse en los tres primeros capítulos, prometiendo un desarrollo igual de intrigante, tenso e intenso que las anteriores temporadas.
Claire, de principio a fin
Y sí, como se esperaba, House of cards tiene un giro feminista. Y no sólo es un giro necesario y justificado por Kevin Spacey, sino también porque el protagonismo lo adquiere un personaje que ya reclamaba la fuerza y el poder como el de Claire Underwood, y una actriz mayúscula que se echa a las espaldas la serie como es Robin Wright.
Sigue siendo Claire, pero ya no es Underwood. Y al frente de la Casa Blanca, sitúa la lucha por la igualdad de géneros y la presencia de la mujer en el frente de batalla, mientras pasa revista a todos los jóvenes reclutas que están destinados a marcar el futuro.
Además, ahora que es Presidenta, la serie viaja a su pasado para saber de dónde nace su entereza, su firmeza, su decisión. Para comprender por qué mantiene siempre la cabeza fría, aunque tenga que hacer frente a serios desafíos, retos e incluso faltas de respeto hasta de los que la rodean. Aspirantes al poder que no dudarán en “quitarla del medio” por cualquier método.
En su sexta y última temporada, House of Cards intenta cambiar por completo el concepto que hasta ahora había mantenido: adorábamos al antihéroe Frank Underwood, aún sabiendo que era un manipulador corrupto y asesino por sus ansias de poder. Pero la serie se promete, como hemos dicho, que Claire no será como él: el “malo” ya no es el que se sienta en el Despacho Oval, sino los que van contra él, y se empatiza por lástima con la nueva Presidenta.
Un anillo para gobernarlos a todos
Y cuando como espectadores ya estamos convencidos, cuando queremos lanzarnos a los brazos de Claire Underwood y reconocerla como una pobre convidada de piedra a las tropelías de su exmarido, la serie demuestra que no olvida su pulso a la actualidad y la “inspiración” en Trump.
Porque entonces, aparece el periodismo. Ese “cuarto poder” que ya puso contra las cuerdas a Frank Underwood despierta de su letargo a la audiencia para recordarles que Claire es igual de responsable y que no parará hasta demostrarlo, mientras todos los demás la compadecen por su pérdida.
Y al mismo tiempo, como ya hiciera al principio con el personaje de Kate Mara como Zoe Barnes, volverá a incidir en la importancia de una prensa “colaboracionista”, la que se implica de forma partidista para manipular la realidad y velar por los intereses de unos y otros.
En el centro de todas las tramas, Claire Underwood es la clave de House of cards. Como en El Señor de los Anillos hace Gollum (o Smeagol), el personaje de Robin Wright espera encontrar un anillo para gobernarlos a todos [un anillo para encontrarlos, para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas], o más bien para mandarlos a todos a paseo, debatiéndose entre su faceta feminista y cercana de Claire, y su cara más despiadada y estratega de Underwood.