'Juego de juegos' llegó la semana pasada a Antena 3 como su nueva apuesta estelar de entretenimiento, que lideró la noche del viernes sin problema.
Y, aunque mantuvo la espectacularidad del formato original - 'Game of games'-, este anclaje no le dejó brillar con una personalidad propia que hablara directamente a la audiencia de nuestro país.
La que sí impregnó de su singular hechizo fue Sílvia Abril, que se estrenaba como presentadora en el prime time de Atresmedia.
Una Silvia Abril entregada y un casting a su altura
“Con todos vosotros la mujer que ahorra abdominales con sus risas: Silvia Abril”, decía la voz en off que daba paso a la conductora con una descripción muy acertada.
Abril se ha consagrado como una de las colaboradoras estrella de cualquier programa que se precie. De hecho, edición que pisa, edición que se convierte en la más potente.
Ha logrado hazañas tan impensables como presentar los Goya reuniendo más halagos que críticas, o hacer sombra a su propia Niña de Shrek.
Por lo que 'Juego de juegos' se convertía en un nuevo reto para ella, como presentadora de prime time en Antena 3 y por primera vez. Prueba superada. Ha demostrado que también puede poner orden en un espléndido plató y sin perder el humor, que es capaz de dirigir a concursantes y pruebas a la vez, como también logra hacer suyo el guion, adaptándolo a la seriedad que merece, pero con su sello particular.
Y no es la única que está a la altura del show, también los concursantes le siguen el ritmo (con lo difícil que es). El casting hace un gran trabajo al encontrar participantes que tengan el mismo tono que la presentadora y el programa exige: bailan, cantan, ríen, se alegran de que pierda el contrario, temen el castigo de las pruebas...
De forma que, tanto presentadora como concursantes imposibilitan el sueño fácil de los viernes.
Cuando las adaptaciones deberían mejorar a la original
Pero mientras Silvia Abril se luce, a 'Juego de juegos' le falta algo. Es la fiel adaptación que ha hecho Warner del 'Game of games' de Ellen, que lleva tres temporadas arrasando en Estados Unidos: con las mismas pruebas espectaculares, que mezclan humor, destreza, torpeza y agudeza mental para responder al popurrí de preguntas inconexas que se lanzan.
Pero copiar algo que funciona en otro lugar no es garantía de “gran show”: por la carencia de ingredientes propios de nuestra idiosincrasia catódica. Si en los últimos tiempos estamos viendo que los concursos mejoran sus datos al tener participantes identificables (Fran en 'Pasapalabra', Los lobos en 'Boom'), deberían dedicar más tiempo a la presentación de cada uno de ellos para que les podamos diferenciar.
Si también funciona el fusionar famosos entre los concursantes, también se podría apostar por ello. Como por incluir guiños a nuestra cultura más que a otras: cambiar la pirámide por castillos o nombres de cantantes americanos por nacionales.
Por lo que es innegable el esfuerzo de producción por adaptar de forma idéntica al original, pero calcar sin aportar nada propio, es lo mismo que copiar sin magia.
Nostalgia de los grandes formatos donde éramos uno más
Todo ello nos hace sentir nostalgia por otros grandes shows de entretenimiento que nos hicieron disfrutar de la televisión en familia: desde '¿Qué apostamos?', hasta 'El grand prix', 'El gran juego de la oca' o 'Humor amarillo' (aunque este último no fuera nuestro).
Con ellos aplaudíamos, aprendíamos, reíamos y sufríamos por los concursantes. Deseábamos ver a nuestro pueblo participar, imaginábamos que cualquier vecino podía aparecer lanzando los dados frente a Emilio Aragón e incluso soñábamos con viajar a Japón para someternos a las ingeniosas pruebas.
Formatos con más de un presentador, porque era imposible que uno llegara a todo. El espectáculo era a lo grande y estaba garantizado porque, de alguna manera, todos estábamos participando.
Eso falta en 'Juego de juegos' sentirnos parte de él, desear apuntarnos al casting, que apele directamente a nuestro deseo de jugar y no solo de observar.