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Un actor de 'La Promesa' comparte su gran cambio físico y explica las exigencias del guion

Mario García, el actor que interpreta a Salvador Romea en La Promesa, ha compartido con el público la transformación física que tuvo que llevar a cabo para ajustarse a las circunstancias de su personaje.

Este madrileño de 25 años llegó a la exitosa serie de TVE en febrero. Forma parte de su elenco principal dando vida al joven Salvador, empleado del imponente palacete de los marqueses de Luján. Allí se enamoró de María Fernández, pero poco tiempo después fue reclutado para combatir en la guerra de África.

El soldado volvió a La Promesa herido, desnutrido y gravemente afectado por las heridas psicológicas de una guerra que lo había cambiado totalmente. Salvador no era el mismo, y el actor que lo interpreta, Mario García tenía que interiorizar todos estos cambios: los que se ven... y los que no.

García tuvo que adelgazar 12 kilos en poco tiempo. “He estado durante un mes y medio bajando de peso hasta llegar a los 62 Kg, 12 kilos menos de lo que pesaba”, explicó en Instagram al compartir una imagen que certifica ese cambio de imagen.

El madrileño se tomó en serio su papel. Defiende que “la interpretación no es simplemente llegar y decir un texto, es algo muchísimo más complicado que eso”.

“Es mi trabajo y es mi vida. Me encanta encarnar un personaje hasta las últimas consecuencias. Construirlo, deconstruirlo y volverlo a construir”, comenta.

Las exigencias del guion estaban claras: había que “reflejar la crueldad, la injusticia y el aspecto tan descorazonador de una guerra, sea cual sea”, señala García, y aprovecha para “agradecer y dar valor a la puta pasada y maravilla de maquillaje, peluquería y vestuario que han completado la transformación física del personaje y sin los cuales no habría sido tan fácil meterme en situación”

Detalles como “sentir la ropa rota, sucia, el pelo greñudo, las heridas y cicatrices” le ayudaron a meterse en situación. “Y el ojo… Ay el ojo”, exclama el actor, pues Salvador regresó al palacio con un parche en el ojo izquierdo. La guerra le dejó heridas imborrables.