Enfrentarse al final de cualquier serie es siempre un acto de riesgo, y de fe. Los desenlaces acaban por marcar mucho más que los inicios, y estar a la altura se convierte en un desafío mayúsculo. Sobre todo si la ficción en cuestión cuenta con varias temporadas, como es el caso de Las chicas del cable que, con su quinta, aunque dividida en dos partes, dicen adiós para siempre.
“El reto era llevar el compromiso que hemos tenido con la mujer a sus últimas consecuencias”, explica su productora ejecutiva Teresa Fernández Valdés a Vertele. La confundadora de Bambú Producciones echa la vista atrás para recordar cómo gestaron los últimos episodios. “Queríamos que fuera una etapa más madura”, argumenta, de ahí a que hayan pasado siete años desde el final de la anterior tanda.
La directiva hace balance y rememora que en su origen, “Las chicas del cable contaba la historia de unas chavalitas que llegaban a la ciudad para cumplir su sueño, abrirse a un mundo nuevo e incorporarse a la vida laboral”. Cuatro temporadas después, “ya consiguieron ese objetivo, todas ellas han llegado a ser las mujeres que deseaban ser”.
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Por ello, sumidas en un nuevo momento histórico, “cuando llegan a esta España partida, en la que la Guerra Civil se ha hecho con todo, sienten que otra vez la mujer vuelve a estar en un lugar que no les corresponde. Algo a lo que se niegan”. Las chicas del cable fue la primera serie de Netflix producida en nuestro país y, cuatro años después, han apostado por darle “una despedida valiente”, en la que ha habido “un esfuerzo mayor de producción a nivel económico”.
“La serie no persigue objetivos políticos”
Sumergirse en la guerra civil española, en un año en el que ha copado las pantallas de cine a través de películas como Mientras dure la guerra, La trinchera infinita o Intemperie, tendrá presencia en la pequeña a través de la serie protagonizada por Blanca Suárez. Sin embargo, su tratamiento y enfoque dista de lo que los largometrajes pretendieron. “Mostramos realidades como las checas o cárceles clandestinas y campos de reeducación, pero todo con fantasía y ficcionado porque esto es Las chicas del cable, defiende Fernández Valdés.
“La serie no persigue objetivos políticos”, añade. La crítica que realizan los personajes, que en su mayoría se encuentran con España batallando tras haber estado viviendo fuera (Lidia en Nueva York; Carlota y Oscar en París), es contra “estar matándose hermanos con hermanos y primos con primos. Hay un juicio que va por encima de la idea política”. La directiva celebra haber tenido espacio “para contar esto sin habernos metido en quién es el culpable. A estas alturas no nos íbamos a poner a dar una lección de lo que ha sido la Guerra Civil, porque no era el objetivo”.
“Las chicas del cable no es una serie oportunista”
Desde su estreno en abril de 2017, Las chicas del cable ha tenido una relación compleja con el feminismo. En primer lugar, porque muchos quisieron apellidarla como “feminista” por el simple hecho de que estuviera protagonizada por mujeres. Cuando este requisito no lleva implícito inscribirse en este movimiento social y político. Fernández Valdés sostiene que cuando vendieron la serie a la plataforma “no había una sensibilidad hacia el tema como la que se le ha dado en los dos, tres últimos años”.
Para la productora, la ficción “tendría sentido porque ha estado dando visibilidad a conflictos de las mujeres, sin la necesidad de que hubiera un movimiento político activo”. Por esta razón, afirma que “nunca han querido subirse a una corriente, si no que fue precursora de lo que iba a ser tan llamativo. No es una serie oportunista”. La directiva se postula firme respecto a cómo no pretende “ser una clase, es una serie de un grupo de amigas que juntas consiguen hacer las cosas mejor y más grandes. Buscamos sinergias pero nunca hemos utilizado a las chicas como panfleto”.
“Se ha generado una desventaja hacia la TV en abierto”
Fernández Valdés, junto a su productora Bambú, ha sido responsable de éxitos de la televisión en abierto como Gran Reserva, Velvet o Fariña. Desde que la fundara junto a Ramón Campos en 2007, cuenta con una amplia trayectoria en el medio, antes de haberse lanzado también al trabajo junto a plataformas. Además de Netflix, ha lanzado para Movistar En el corredor de la muerte e Instinto. Ahora bien, ¿cómo están gestionando desde su parcela el cambio de paradigma que está viviendo ficción?
“Se ha generado una desventaja hacia la televisión en abierto”, apunta. “Las plataformas no necesitan sacarle provecho a las series como ocurre con las cadenas en abierto; en una noche en particular y con una publicidad determinada. Si Netflix lanza una serie en 190 países, si consigue nichos en cada uno de ellos, ya le da razón de existir”. Por contra, “una serie en abierto se la juega en España. Si no triunfas en Antena 3, has muerto, y no tienes continuidad”.
Este contexto implica que en el caso de la televisión lineal, “vas a contar igualmente la historia, pero más pequeña, con un presupuesto más reducido”. Y claro, “los técnicos y actores quieren trabajar en proyectos grandes”. Fernández Valdés reconoce que aun así, “también hay retos para el abierto pero hoy por hoy las grandes oportunidades se están presentando en las plataformas”.