El mensaje de una víctima de la trata a sus clientes: “Quebráis la vida de niñas y las convertís en putas”
La entrega de Salvadose este domingo 11 de marzo ha abordado la trata de mujeres en España.
Para ello ha entrevistado a Ana y Amelia, dos víctimas que han relatado cómo las engañaron para “esclavizarlas”, cuál era su día a día en ese calvario y cómo pudieron salir de él.
Amelia, además, ahora se dedica a luchar contra esta lacra desde Feminicidio.net y fue la más contundente a la hora de señalar a los culpables de esta situación y de mandarles un mensaje.
Amelia: “Me vendieron por 300 euros diciendo que ese hombre iba a cumplir mi sueño”
Amelia explicó a Jordi Évole cómo “entre los 13 y 17” sufrió violaciones en grupo y se sintió marginada en Rumania. “No sé cómo resistí aquella violencia, me siento orgullosa de no haberme suicidado. Encontré como falsa solución la de resignarme”.
Esas dolorosas situaciones tenían una causa, según ella: “Esas violaciones en grupo ya buscaban condicionar a las mujeres para que se hicieran prostitutas. Hay redes que se dedican a quebrar a mujeres muy jóvenes y es cuando te pintan la prostitución como algo bueno, como una salvación y liberación”.
De esta forma, Amelia aseguró que se creyó el discurso del proxeneta: “Yo me lo creí, tenía 17 años y medio. Él me decía que era total me iban a hacer lo mismo y era mejor cobrar por ello, me ilusionaba la idea de tener el control sobre esos abusos que había sufrido y ganar algo económico”.
Fue entonces cuando la “vendieron por 300 euros. Me decían que ese señor me iba a ayudar a cumplir mi sueño. Todo en positivo, siempre en positivo. Me fui de casa con un montón de ilusiones pensando en lo que iba a pasar después de esos dos años”.
Pero asegura que sí que son engañadas porque aunque tú hayas ido por tu propio pie “no te cuentan las condiciones, el dinero que te va a quedar, vas a estar más años, y vas a salir sin nada (...)Pierdes la identidad, tienes que dormir en la misma habitación en la que han convertido el acto sexual en una tortura. Es necesaria la disociación y el olvido como herramienta de supervivencia”.
Ana: “Hice el viaje andando, desde Nigeria, sin saber que venía a ejercer la prostitución”
Ana empezó su relato aclarando a Évole cuando le preguntó por la prostitución: “No son prostitutas, son víctimas de trata porque ellas no lo han decidido”.
Explicó que en Nigeria, su “padre no valora a las mujeres. Mis padres no apoyaban que fuera a la escuela y cuando me quedé embarazada con 15 años me insultaban por no haberme casado”.
Decidió marcharse de aquel lugar bajo la promesa de una vida nueva en España, y le hicieron prometer que pagaría la deuda de ir hasta allí: “Tú siempre tienes una deuda que pagar por haberte traído a Europa. Con ese juramento te comprometes a devolver el dinero que ellos inviertan. Eran 40.000 euros y yo no sabía cuánto era eso”.
Lo que sorprendió al presentador fue la forma en la que llegó a Europa: “Hice el viaje andando, desde Nigeria, no teníamos ni agua. Fueron dos meses horribles”.
No conforme con ello, confesó que pasó “la frontera en un coche por Ceuta. Me pusieron dentro del salpicadero, detrás de la radio. Al lado del motor, me quemaba la ropa y el cuerpo”.
Una vez en Madrid descubrió la realidad de su viaje: “Me compraron ropa interior y me dijeron que empezaba a trabajar. Me ilusionó y pregunté por la empresa, dije que tenía que llamar a mis padres para que enviaran mis certificados de estudios y me dijeron que tenía que ejercer prostitución (...) Tenía 17 años y cobraba 10 euros pero no me quedaba con nada, todo era para pagar la deuda. Estaba esclavizada pero no lo sabía”.
Las “tres clases de puteros”: “La inmensa mayoría son asesinadas por clientes”
Amelia, una vez fuera del negocio ha hecho un duro trabajo para entender cómo le habían manipulado para llegar a tal punto. De esta forma, hizo una clasificación de clientes:
“Hay tres clases de puteros”: el “majo que dice preocuparse por ellas”, el que “sólo quiere pagar por penetrarlas” y, por último, “el misógino que usa una violencia extrema y que sabes que cuanto mas miedo te provoca, más disfruta”. De este último tipo aseguró que muchos asesinabas a las prostitutas: “La inmensa mayoría son asesinadas por clientes”.
Cuando salió de esa “industria del sexo que fabrica putas a gran escala porque las necesita” se metió de camarera en un bar. Aunque le hacía ilusión empezar una nueva vida estaba muerta de miedo: “Me daba miedo la luz del día, la gente, era como salir de la cueva”.
Recordó que el primer día “me encontré a puteros que venían con sus familias a tomarse un pincho y el vermú, y yo era la que sentía vergüenza, ellos se sentían impunes e incluso me guiñaban el ojo”. Ellos le hablaron del pasado de Amelia a sus jefes pero estos contaron con ella igualmente.
Amelia: “El feminismo fue lo único que me salvó la vida”
“Estuve trabajando más de 10 años. Fue una etapa muy importante en mi vida”, decía aunque ahora se dedica a la lucha por el feminismo que fue lo que “me salvó la vida. Fue la única cosa que me dio herramientas para colocar el puzzle de mi vida porque entendí que todo lo que había hecho no era mi culpa”.
Évole le preguntó por los verdaderos culpables de todo esto: “La culpa es del Estado porque lo permite con sus leyes opacas y parece que protegen a los proxenetas. También de los proxenetas que ponen a disposición la mercancia y se lucran. También de los hombres que pagan por penetrar a mujeres que no les desean. Y de la sociedad que prefiere mirar a otro lado o repetir el discurso del lobby proxeneta y las ve como 'las otras': ellas quieren, ellas se dejan...”
El presentador le pedía que lanzara un mensaje a cualquiera de esos puteros: “Les diría que la próxima vez que fueran a buscar a una nueva víctima se preguntaran si quieren colaborar con la maquinaria que quiebra la vida de muchísimas niñas que sueñan con ser profesoras, médicas o arquitectas y las conviertan en putas. Quizá es hora de que aprenda que las mujeres somos personas y que tiene que aprender a relacionarse manera igualitaria. Y tiene que reaprender a ser hombre”.
El mensaje a cualquier otra mujer que pase por la situación que sufrió ella: “Le diría con el corazón en la mano que nada de lo que le pasó es su culpa. Porque si no normalizamos que una mujer que pasó por todo eso de la cara, nos tenemos que replantear como sociedad”.