Def. Escalofrío. Sensación de frío, por lo común repentina, producida por una emoción intensa. Una emoción que, en ocasiones, entra por el oído hasta recorrerte todo el cuerpo. Un recorrido al que solo unos pocos privilegiados tienen acceso.
Antena 3 lo tiene claro: quiere devolver a La Voz al trono de los talent musicales en España. Esto pasa por hacer del programa una experiencia, y por destruir las barreras que se interponían en ediciones anteriores entre los artistas y el público, permitiéndoles recorrer juntos el camino. La cadena ha optado por ser accesible desde el principio, haciendo partícipe de la aventura a todo aquel que quiera emprenderla con ellos.
En esta línea, el talent abrió su casting final, celebrado la pasada semana en Madrid, a un reducido grupo de periodistas para permitirles experimentar, en primera persona, qué es lo que ocurre cuando tienes frente a ti a “la voz”.
250 aspirantes se dieron cita en un hotel de la capital tras pasar la criba entre los 20.000 presentados, un récord para el programa en España. 100 de ellos llegarán a las Audiciones a ciegas de La Voz de adultos, y lo harán por ser los mejores en una prueba de piano y voz a la que Vertele pudo acceder, ejerciendo de coach por una hora.
Acompañados por padres, madres, amigos, parejas e incluso hijos, los aspirantes fueron llegando al punto de encuentro y entre los inevitables nervios se dirigieron a una sala para prepararse para la hora de la verdad. El programa puso a su disposición un vocal coach para calentar la voz y realizar la prueba en las mejores condiciones, y les permitió tomar tonos y preparar sus dos temas con un pianista.
Tras demostrar sus dotes a capela en las fases anteriores, el casting final puso a prueba su capacidad para cantar junto a un instrumento y comprobar así si saben llevar el tempo. Ha sido así desde las primeras ediciones, tal como comentó entre actuación y actuación su productora ejecutiva Susana Pérez, una de las encargadas de valorar las 250 voces del casting final. Tampoco ha cambiado el perfil de artistas que se presentan, de todo tipo de estilos y registros.
En La Voz no buscan la versatilidad de otros talent, buscan una voz que, en su estilo, sea capaz de removerte. Junto a Pérez tomaron nota Jorge Villaescusa, productor musical de La Voz, así como representantes de Atresmedia, Boomerang TV y vocal coaches de reconocido prestigio. También, por unos momentos, dos periodistas que, a diferencia de todos ellos, optaron por cubrirse los ojos y simular las condiciones en las que se encuentran los coaches en las Audiciones a ciegas.
En el casting final no hubo historias personales ni más información que un nombre, una edad y una voz con algo que la hace única. Durante esos poco más de 60 minutos sonaron desde fandangos que te desgarran hasta un artista de metro que cantó por Adele con una voz por la que recorrerías todas las líneas de Madrid. También pasó un viejo conocido del programa que se sintió como en casa desde el primer segundo, y una chica que, con toda la naturalidad del mundo, pidió permiso para quitarse los tacones entre un tema de Lady Gaga y otro de Rocío Dúrcal.
Esa pequeña sala de un hotel de la capital se convirtió durante unas horas, y los siguientes cuatro días, en un lugar para privilegiados: los que tuvieron ante si la oportunidad de ganarse un hueco en prime time, y los que pudieron disfrutar de esas voces en unos metros cuadrados que se quedaron pequeños en cuestión de segundos. Esto es lo que ocurre cuando cierras los ojos y te dejas llevar por La Voz: sientes ese escalofrío que te invita a querer seguir viviendo la experiencia.