“¡Vuelve OT!”. El notición saltó por los aires el pasado mes de abril. Y, junto a la extensa lista de preguntas desde quién tomaría el relevo a Roberto Leal como maestro de ceremonias a cuándo arrancaría la nueva edición; llegó acompañado de otro gran interrogante para las muchas y muchos para los que entrar sería un sueño: “¿Te vas a volver a presentar?”.
“¿Por qué no?”, fue el primer impulso de quien firma estas palabras. Ya lo había hecho en 2018 y 2020. La primera vez, sin haber cantado en la vida más allá de la ducha o el coche. Y en la segunda, ya apuntada a clases, tras haber logrado que Noemí Galera me diera la oportunidad de interpretar “otro tema”. Conocía cómo funcionan los casting y, la verdad, tienen un punto que engancha. Por el buen ambiente que se genera en la cola, los nervios compartidos, la ilusión que se respira y lo bonito que es calentar la voz con gente a la que acabas de conocer.
Ahora bien, ¿por qué no dar un paso más allá? Una vez el programa compartió las fechas de las pruebas, tocaba sacar la agenda. Sabiendo, además, que pillaría con las vacaciones de por medio, y buscando trazar el mejor plan posible para contar con más posibilidades de conseguir la codiciada pegatina. Una muy buena amiga me preguntó que por qué no probaba en otra ciudad que no fuera Madrid –sede donde me había presentado hasta ahora– y dije: 'Palante'.
Si Aitana aprovechó su viaje de selectividad a Mallorca para probar allí suerte en 2017, después de no haberse podido presentar en su Barcelona natal por ser todavía menor de edad, ¿por qué no iba yo a salir de mi zona de confort para intentarlo? Y así fue. En mi caso, eso sí, no por problemas de edad. Ya con 29 una es consciente de que está por encima de la media de edad que acostumbra el formato. Pero oye, nunca se sabe.
Valencia se convirtió entonces en la opción perfecta para combinar un fin de semana de playa, visitar a un par de amigas y tratar de vivir la OT full experience en primera persona. Además, si no pasaba de fase, siempre me quedaría repetir en Madrid el próximo 19 de septiembre. Así que eso hice. Y no fui la única.
Con los billetes de tren comprados y la maleta hecha, puse rumbo a la Comunidad Valenciana la cálida mañana del 16 de julio, y ya allí traté de calmar los nervios con unos cuantos baños en el mar. Pero una vez llegó la señalada fecha, no hubo chapuzón, chiringuito ni siesta en la playa que calmara la inquietud y la ilusión por optar a vivir desde dentro cómo es el día a día en la Academia, ahora en Amazon Prime Video.
Eso sí, había que llegar con los deberes hechos. La parte fundamental era elegir el repertorio con el que tratar de impresionar a Galera y compañía. La primera fase es a capella, apenas hay tiempo para que des los “buenos días” y esta vez, como requisito, al menos un tema tenía que pertenecer a una playlist concreta.
Mi elección fue Simply the best, de Tina Turner. La había cantado en la boda de mi madre meses antes y la tenía más que trillada de mis clases de canto –con Ana Santa, por cierto, que es una crack–. Y, para poner las cosas fáciles, mejor ir a por una apuesta relativamente segura que optar por algo nuevo con lo que, en el momento de la verdad, correr más el riesgo de irme de tono.
Para más inri, existía la posibilidad de ser pinchada por las cámaras con las que la organización iba a retransmitir el casting en directo a través de YouTube. Ya que sabía que iba a tener a algún que otro amigo esperando a ver mis segundos –o no– de gloria... mejor no hacer el ridículo ante toda España, que ya sabemos lo poco que tardan en viralizarse los memes. Pero antes, volvamos a la apuesta itinerante para entrar en Operación Triunfo.
Anécdotas y maletas en la cola
Lunes 17 de julio. A las 8:30 horas de la mañana ya hacían 500 grados en los aledaños del espacio Feria de Valencia. Faltaba todavía mucha gente por llegar, pero allí nos acabamos congregando las 2.067 personas que nos presentamos en total. Incluido Álvaro Requena, uno de los protagonistas de la serie de Albert Espinosa Los Espabilados, que conseguiría horas después pasar a la siguiente fase, elegido por Pablo Wesling.
Las audiciones no comenzaban hasta las 10 h, por lo que había margen para acabar haciendo amigas en la cola, y darme cuenta de que no era la única foránea que iba a probar suerte en la la Comunidad Valenciana. Junto a tres chicas de 18 años, compañeras de clases de teatro musical, delante de mi estaba Iris. Una bilbaína que cinco días antes había sido descartada del casting de su ciudad y que, poco después, decidió poner rumbo a Valencia.
“Los nervios me comieron”, reconoce a verTele. Más allá de lo relativo a lo vocal, comparte que recibió “mucho hate en redes”. “Después de estar un par de días mal dije: voy a repetir, pero para mí. Para decirme 'tú puedes', 'eres capaz', 'puedes hacerlo'”, afirma. En vista de que en su primer intento había arriesgado con la canción que eligió, aquí optó por otra que para ella era una “apuesta segura”, Stay de Rihanna: “Sabía que por muy nerviosa que me pusiera no me iba a salir de culo”.
Y también rebajó sus esperanzas: “No venía con ningún tipo de expectativa de entrar o no en OT, porque esto es una lotería. Era más un reto personal”. Por ello, tras no ser seleccionada, reivindica igualmente haber quedado “orgullosa” de sí misma por haber afrontado su miedo. ¿Repetirá más adelante? Su primera reacción es decir que no, que va a seguir con sus temas “propios y tranquilidad”. Aunque poco tardó en dudar, con todavía un calendario por delante, puede que volvamos a verla en alguna otra ciudad.
Bastantes metros detrás de ella, otra joven esperaba su gran momento maleta en mano: Laura, una alicantina que vive en Madrid y trabaja en Barcelona, por lo que para ella haber conseguido ir a alguna ciudad había sido más bien una partida de Tetris. “Estoy de vacaciones, así que decidí venir a Valencia para luego aprovechar a ver a mi familia”, indica a verTele.
A sus 25 años, también había optado por elegir el hit de Tina Turner para tratar de convencer a Galera de que merecía entrar en la Academia. “Y si me dicen que cante otra, Clavado en un bar, de Maná –temazo, por cierto, que inmortalizó en su momento Fran Dieli en OT 2005–. Pero veremos, porque soy muy de improvisar”, reconoce riendo. Un espíritu, por cierto, que permite vaticinar que vuelva a aparecer en la cola, no sabemos si también con la maleta, en Madrid en septiembre.
Un nuevo “muchas gracias” para la mochila
Pues otra que puede que también repita en septiembre soy yo. Para quienes no os habéis presentado nunca al casting de OT, tenéis que saber que, más allá de esperar unas cuantas horas, una vez se entra en el recinto donde se organiza, lo primero que haces es firmar por tus derechos de imagen. El último paso es acceder a la sala en la que, ya sí que sí, están Galera y sus compañeros sentados, cascos en los oídos mediante, escuchando a cada uno de los aspirantes. Al acceder, se nos divide en la fila correspondiente a cada uno de ellos. En mi caso, volvió a tocarme en la de la futura directora de la Academia.
Los últimos segundos los marca la ebullición de nervios y las escuchas a los audios grabados con el tono en el que cantar la canción elegida. Esto es, básicamente, para no empezar cincuenta tonos por encima y acabar convirtiendo afinar en una gesta imposible. En Valencia estábamos divididos en tres grupos, que interpretan a la vez sus respectivas melodías. Esto implica que, mientras estás cantando, a tu lado puede haber alguien haciéndolo todavía más alto que tú, siendo rechazado o incluso recibiendo su pegatina. Este es es sin duda mi momento favorito, porque cada persona seleccionada se celebra con un señor aplauso unánime.
Bueno, el otro mejor instante es en el que, por fin, coges el micrófono de OT para disponerte a cantar. Como buena fan del programa, evidentemente impone, pero también hace muy feliz. Así que nada, allí que empecé a cantar Simply the best, disfruté de 30 segundos en los que no supe realmente ni qué hacía, pero que viví como una enana.
Galera pronunció “muchas gracias”, sonreí, recogí mis cosas y salí. Allí me esperaba mi amiga, a la que abracé muy fuerte, y me atrevería a decir que tardé varios minutos en dejar de temblar. Es tremendo lo que genera pese a lo cortísima que es la prueba. No pudo ser pero oye, que me vuelvan a quitar lo bailado. O, mejor dicho, lo cantado. Y sí, acabé siendo pinchada por la cámara y varios amigos me vieron en directo, cada uno desde su respectiva oficina. “TE HEMOS VISTO SOMOS FANSES. Tú sí que eres simply the best”, fue el primer mensaje que leí nada más acabar en uno de mis grupos de WhatsApp y que inmediatamente hizo que me riera bastante fuerte.
Y ahora, la duda y la historia se repiten. Todavía quedan castings por celebrarse, incluido la de la ciudad en la que resido, Madrid. “¿Irás?”, vuelve a ser la pregunta, pero dejaremos la respuesta en el aire. Ojalá, en unos meses, pueda contar cómo es la segunda fase de las pruebas de selección. Y si no, el 'peor' de los casos quedará volver a vivir una edición desde el sofá... de casa. Con bien de pizza, quinielas, algún que otro brindis y lagrimita incluidas. Como bien apuntaron en el himno de 2017 Camina: “Lo bueno –siempre– está por llegar”.