¿Cuántos días llevamos en aislamiento preventivo? ¿Cuántos nos quedan para salir?. Probablemente te formules estas preguntas para tus adentros, o tal vez las estés farfullando delante de tus congéneres, apercibiéndolos del escaso apego que sientes hacia ellos tras las primeras jornadas de convivencia absoluta. Jornadas en las que conflictos de pareja antes soterrados brotan con mayor o menor virulencia, en la que los jóvenes se ven hastiados por las normas paternas y los adultos por el afán contestatario juvenil. Días en los que el espacio común se hace ahora impracticable, donde la irascibilidad se nos engancha en el cuero cabelludo, haciendo que mantengamos el ceño fruncido ante aquellos a los que una vez prometimos cariño. O puede que tal vez nos encontremos a solas, y la situación se invierta: nadie con quien discutir o con quien hablar; nadie a quien quejarte o de quien renegar. Días de silencio mortuorio, de ansiedad galopante por sentirnos desprotegidos.
Las pantallas se convierten así en nuestra vía de escape de una realidad, la que ha motivado la expansión mundial del coronavirus, que a 25 de marzo aún parece lejos de reencauzarse. Que requiere de nosotros de paciencia y resiliencia, de fuerza de voluntad y, por qué no, de algo de perspectiva. Tal vez ahora nuestra compañía, o la ausencia de esta, nos resulte insoportable, que no podamos volver a mirar a esa otra persona con la que convivimos sin reventar en un confeti de reproches y palabras altisonantes. Pero quizás ese televisor que ejerce de testigo mudo nos ayude a relativizar nuestras actitudes y nuestros odios.
Porque podemos pensar que nuestra situación no sea idílica, pero... ¿Tan mal estamos, de verdad? No. Podríamos estar en cualquiera de las siguientes películas, focalizadas en una sola localización, soportando lo indecible a estos genuinos bastardos, tipas y tipos capacitados para robarte la energía cuando no directamente la vida; cobardes egocéntricos que no atienden a las consecuencias de sus actos, solo preocupados por su rédito y supervivencia. Es con estos personajes indeseables con quienes no querrías estar encerrado.
Venga, despega la espalda del sofá por una vez en la semana y ten el detalle de prepararle un café a tu cónyuge, hazlo por una vez en tu insípida existencia. Bebed, leed y ved. Y suspirad tranquilos: en efecto, podría ser peor.
Rhodes ('El día de los muertos')
Más certero en sus análisis que el politólogo televisivo más ubicuo, George A. Romero acostumbró a parapetarse en los márgenes de la industria para protegerse de los horrores que habitaban dentro del sistema. Y cuando accedió a entrar en el redil, sería para acabar saliendo escopetado (la experiencia de La mitad oscura sería particularmente dolorosa por culpa de un insoportable Timothy Hutton y del egocéntrico director de fotografía Tony Pierce-Roberts) o apaleado (sus frustradas versiones de La momia o Resident Evil). Las figuras de autoridad nunca fueron con él: los patriarcas de La noche de los muertos vivientes y Martin, el pseudo Rumsfeld compuesto por Dennis Hopper en La tierra de los muertos vivientes... Aunque las dentelladas de sus zombis resultasen más desagradables a la vista, estas nunca eran tan nocivas como los desgarros simbólicos de los presuntos líderes en tiempos de apocalipsis.
Siendo El día de los muertos su película más agresiva, no es de extrañar que habite en ella el personaje más odioso de todos cuantos ha concebido: el Capitán Rhodes, una proyección del reaganismo más beligerante de la primera mitad de los ochenta sobre el finado Joe Pilato. Militar de gatillo fácil que ve en el confinamiento la posibilidad de hacerse fuerte y oprimir a los demás, su intransigencia y malicia solo puede compararse a su histrionismo desbocado. Siempre al borde de desgañitarse (sus gruñidos aún resuenan en la mina subterránea de Wampun, donde se rodó el filme), incluso en sus estertores sacará fuerzas para imponer su última palabra. Con seres vivos como él, mejor estar muertos (y revivir para matarlo, claro).
¿Dónde? Filmin / Amazon Prime Video
Carter Burke ('Aliens. El regreso')
La camada de xenomorphos no son la única amenaza a la que han de plantar cara Ripley y los supervivientes de la Sulaco. Cercados por los aliens dentro de la colonia de la luna LV-426, habrán de lidiar también con Carter Burke, directivo de la corporación Weyland-Yutani. El rostro aparentemente afable, mundano de Paul Reiser sirve para dar una apariencia cercana, confiable, a la multinacional, para así operar con libertad en favor de los intereses de su empresa, sin temor o remordimiento por las consecuencias que sus actos puedan tener para la supervivencia del resto.
La hexalogía alumbrada a partir del tratamiento de Dan O'Bannon y los perversos diseños de H.R. Giger cuenta en sus filas con un personajes pusilánimes, cuando no directamente execrables: pensemos en el Dr. Mason Wren (J.E. Freeman) de Alien: Resurrection, o, por supuesto, en David, el ambiguo androide modelado a mayor gloria de Michael Fassbender en Prometheus y Alien: Covenant. Por su naturaleza artificial, de un androide como este, o como el Ash que ponía en jaque a la tripulación de la Nostromo en El octavo pasajero podemos esperarnos actos amorales (que no justificar, pues ahí tenemos a Bishop como su antítesis perfecta), pero nada podrá atenuar las acciones sibilinas de Burke en Aliens. El regreso, tal vez el personaje más odiado de la franquicia. Tan odiado que ni su muerte nos parecerá suficiente (máxime cuando quedó seccionada en la sala de montaje).
¿Dónde? Play Station Store
Scott ('Posesión infernal')
“Es tu novia, es tu problema”, espeta Scott a su amigo de Ash (Bruce Campbell) cuando los problemas se agravan en la cabaña donde tuvo lugar la primera Posesión infernal. Una posesión, por cierto, que se inicia con el descubrimiento que él mismo hace de las grabaciones de magnetófono que despiertan a los espíritus demoníacos del bosque. El joven universitario de Michigan no tendrá reparos en montar el petate y abandonar a su colega a su suerte, con su pareja herida e inconsciente, poco después de haber teñido la pantalla de rojo desmembrando sin el menor reparo a su suya.
El enfebrecido debut de Sam Raimi deja al espectador aparentemente desamparado cuando el macho alfa del menguante quinteto protagonista se pierde en la negritud de la noche de miedo y obliga a pasar el resto del metraje con un apocado joven de escasa iniciativa. Incluso el mismo encargado de dar vida al traidor, Rich DeManincor, optó por un alias inventado a la carrera (Hal Delrich, contracción de su nombre con el de sus compañeros de piso), tal vez viendo con incertidumbre el desvirgamiento fílmico. Por supuesto, la historia convertiría a ese muchacho de prominente mentón en un improbable icono del género que perdura aún hoy -secuela televisiva mediante-. En esta maduración, era indispensable no solo probar la sangre, sino también la traición, algo que a lo que Scott contribuye con su egoísmo. Por supuesto, no quedará impune. Ya sabéis, no salgáis de casa. Y, por supuesto, tratad a vuestras parejas con respeto.
¿Dónde? Play Station Store
Sally ('Demons 2')
Los jóvenes no son invencibles, nos avisaba Tedros Adhanom, director general de la OMS. Para ejemplo, la congregación de veinteañeros de Demons 2, responsables de la pandemia maléfica que asola un rascacielos al completo, incapaces de entender a The Smiths cuando les avisan del Panic que está por llegar. La paciente cero y responsable del contagio es Sally (Coralina Cataldi Tassoni), anfitriona del convite: una chica oligofrénica y con serios problemas de autoestima que preferirá ignorar a su troupe de amigos, engalanada para la ocasión, para encerrarse en su cuarto para disfrutar de una dudosa película de miedo. Si ya asistimos a la proyección de Demons, sabemos que nada bueno puede salir (literalmente) de esa pantalla.
Si algo puede decirse en favor de la muchacha es su impecable gusto musical: The Cult, Dead Can Dance o Fields of Nephilim suenan en los altavoces mientras los cuerpos se retuercen y mutan al paso que les marca el mago de los efectos especiales Sergio Stivaletti en esta secuela algo deslavazada pero inequívocamente disfrutable en la que Lamberto Bava invoca, a su modo mediterráneo, el espíritu de Cronenberg de Vinieron de dentro de.
¿Dónde? Flixolé.
Canon en '[REC]³: Génesis'
Infecciones mefistofélicas aparte, la vulneración de la propiedad intelectual constituye el otro gran peligro en la carpa matrimonial de [REC]³: Génesis. Para componer a un héroe trágico como John Esponja (Miguel Ángel González), hombre destinado al sacrificio de su dignidad por el bien común -sea este mantener entretenidos a los más pequeños, como proteger a los recién casados de las hordas de espumeantes parientes-, se hace necesaria la construcción de una némesis como Canon, apropiada denominación para el inspector de la SGAE camuflado entre los invitados del enlace entre Clara (Leticia Dolera) y Koldo (Diego Martín). Dispuesto a drenar las carteras de los sufridos novios, será él mismo quien acabe desangrándose en un fin de fiesta poco propicio.
Interpretado por David Ramírez, uno de esos talentos salidos de la cantera Homo Zapping, su presencia demasiado corta como para tomar nota de la recontextualización planteada por Paco Plaza del Eloise de Tino Casal. No obstante, servirá para demostrar la habilidad del cineasta valenciano para ensamblar los códigos genéricos del horror en escenarios costumbristas netamente españoles. Algo que ya había quedado de manifiesto en el patio de vecinos que organizó junto a su socio Jaume Balagueró en el primer [REC], donde personajes como César (un impagable Carlos Lasarte) parecían preconizar los discursos xenófobos que cataclismos como el que ellos vivían en la saga, y como el que la población mundial padece en nuestros días, despiertan en el ciudadano medio...
¿Dónde? Filmin.
Daisy Domergue ('Los odiosos ocho')
“Solo hay que colgar a los cabrones infames”, apunta Kurt Russell en la octava de Quentin Tarantino, “pero a los cabrones infames hay que colgarlos”. Podría decirse que por unos motivos u otros, todos los huéspedes de la mercería de Minnie habrían atesorado motivos para ser ajusticiados en la horca (exceptuando, por supuesto, al resignado O.B, el bendito noveno del filme), aunque ninguno se lo merecería tanto como Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), la bandida cuya próxima ejecución determina el conflicto de Los odiosos ocho.
En el perverso juego de las apariencias desplegado por el de Tennessee, el gran duelo se libra entre la sapiencia del Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y el de esta fugitiva, que aun imposibilitada a actuar por cuenta propia (está peligrosamente unida a John Ruth durante todo el filme), es capaz de controlar el tempo de los acontecimientos en su beneficio. Incluso en un momento de pretendida calma como cuando interpreta con la guitarra la tonada Jim Jones at Botany Bay, incluso siendo apaleada y victimizada impunemente por sus compañeros de encierro masculino hasta quedar desfigurada y ensangrentada, Daisy nos recuerda con su media sonrisa que solo ella parece controlar la causalidad de los acontecimientos, que es la gran narradora a la sombra. No querrías ser uno de los personajes que mueva a su antojo.
¿Dónde? Netflix / Filmin
Todos ('Climax')
Entregados al frenesí de los cuerpos hasta consumirse, primero batiéndose al ritmo de la música, luego saboreando un poderoso alucinógeno camuflado en un cóctel de celebración, el comportamiento de la compañía de baile liderada por Sofia Boutella, incomunicados en un colegio mientras afuera el tiempo les impide salir, responde a uno de los intertítulos empleados por Gaspar Noé: “Vivir es una imposibilidad colectiva”.
El artista bonaerense nos obliga a convivir con ellos, primero haciéndonos partícipes de sus conversaciones, y luego de sus perversiones motivadas por la droga ingerida, de forma discontinua, sin poder centrarnos pero sin lograr desligarnos de ellos, bamboleándonos como todos ellos entre las estancias sin rumbo claro, sintiendo la dilatación dolorosa del tiempo sin nadie a quien reclamar auxilio. La búsqueda en los límites de la representación también es la de los límites de la visión del espectador. Soportar a todos estos seres sublimados en Climax (o en su defecto, los que quedan cegados por la imagen de la posterior Lux Aeterna, que supondría una prolongación temática de esta) nos hará relativizar las miserias de nuestro huis clos particular.
¿Dónde? Filmin