¿Por qué cuesta tanto que triunfe una serie en prime time?
En términos de calidad, cantidad y reconocimiento internacional, la ficción española vive actualmente su propia Edad de Oro. El Emmy a La casa de papel, la producción, en un solo año, de más de 40 series diferentes y las múltiples opciones de acceder a ellas invitan a pensar que nuestra industria atraviesa el mejor momento de su historia. Y, sobre todo, que los seriéfilos españoles están de enhorabuena.
Sin embargo, no todo son buenas noticias para el sector. Mientras los espectadores y las productoras celebran este cambio de paradigma, las cadenas en abierto tienen cada vez más difícil sentar al público delante del televisor a la manera tradicional. Y como muestra, un dato: de las 7 series nacionales de prime time que se han estrenado este curso, solo una, Vivir sin permiso (Telecinco), puede considerarse un éxito de audiencia contabilizando únicamente la emisión lineal.
Con una media del 18.9% de share y 2.7 millones de espectadores, la serie de José Coronado ha sido la única que ha estado a la altura semana tras semana. Le sigue de lejos Presunto culpable (Antena 3), simplemente aceptable en su paso por parrilla con un 13.2% de share y 1.9 millones de fieles. Las demás, han hecho aguas:
El Continental: La gran apuesta de TVE para esta temporada acabó convirtiéndose en su mayor pesadilla. Con 6 de sus 10 episodios relegados al late night, esta especie de Peaky Blinders a la española promedió unos irrisorios 4.6% de share y 507.000 espectadores entre septiembre y noviembre. Un fiasco mayúsculo que en la pública tardarán años en olvidar.
Hospital Valle Norte: El procedimental médico protagonizado por Alexandra Jiménez en La 1 tiene un público tan fiel como insuficiente para un prime time. Quitando el primer episodio, que sumó un premonitorio 9.5% de cuota, los otros siete emitidos hasta ahora se han movido entre el 7.3% y el 7.9% de share. Una regularidad a la baja que se ha saldado con una media, valga la redundancia, también baja: 7.98% y 1.3 millones. Cifras insostenibles para mantener el hospital abierto más allá de las 10 entregas firmadas.
Los Nuestros 2: Telecinco estrenó en enero, con 4 años de retraso, la segunda temporada de su miniserie bélica. Y al contrario que la primera, esta nueva tanda ha pasado con más pena que gloria por la parrilla. Por debajo de los dos dígitos (9.9%) y con solo 1.3 millones de media, el primer proyecto televisivo de Paula Echevarría tras Velvet ha sido un sonoro fracaso. Uno como hace años no se producía en la ficción de Mediaset.
Secretos de Estado: Frank Ariza ha estrenado tres series esta temporada y las tres han recibido el castigo de la audiencia. La última del productor de El Continental y Los Nuestros 2 ha sido este drama que, con los datos en la mano, puede decir que es la serie más vista del miércoles. Eso sí, con unos registros alejados de lo que exige Telecinco y un descenso paulatino que la está igualando a la ya de por sí tocada Matadero.
Matadero: El 'thriller ibérico' de Antena 3 es el ejemplo perfecto de serie que arrasa en su estreno y después se desangra con cada capítulo que emite. Su media de 12.76% de share es engañosa por esto mismo, porque su primer episodio fue el mejor estreno de ficción de la temporada (21.6% y 3.336.000 televidentes) y a partir del segundo entró en una tendencia negativa de la que no ha conseguido salir. Así lo demuestra la audiencia de su octavo capítulo: un 9% del público y 1.2 millones de espectadores.
Nuevas temporadas y comparación con el curso 2017/2018
Si ampliamos el campo de estudio a las series que han vuelto este curso con nuevas temporadas, el balance no es mucho mejor. Aunque Cuéntame ha vuelto a demostrar que es un valor seguro, el tramo final de su 19ª temporada ha dejado datos preocupantes. Entre ellos, el capítulo menos visto de toda su historia (13.1% y 2.010.000).
La media total de esta tanda asciende al 15.6% y los 2.358.000 televidentes, demostrando que la salud de los Álcántara, aun siendo buena, se ha resentido este curso. Esto, unido a las bajas de Ricardo Gómez y Elena Rivera -cuyo último capítulo disparó a la serie hasta el 18.2%-, obligan a la serie a reinventarse una vez más.
Quien también ha visto menguados sus registros es Estoy vivo, que se ha dejado 2.6 puntos y 400.000 espectadores entre la primera y la segunda temporada. Con una media del 11.5% y 1.768.000, las aventuras de Márquez y El Enlace no han atraído tanto el público como en 2017, cuando ganó cada jueves a GH Revolution. Esta vez se han visto las caras tanto con GH VIP como con Vivir sin permiso, quedando eclipsada en ambos casos. Aun así, su tercera temporada está en camino.
La que no volverá será La República, que ha pagado caro los 7 años que ha permanecido guardada en el cajón. Rosa María Mateo decidió que la segunda temporada debía ver la luz, aunque en una franja tan poco competitiva para una serie como el sábado noche. Esto, unido a la diferencia temporal entre temporadas, lastró a la serie histórica hasta conformarse con una media del 6.2% de cuota y 913.000 televidentes.
Retrocediendo aún más en el tiempo, concretamente hasta el curso pasado, vemos cómo la tendencia aquí analizada ya se producía entonces. De todas las series que se estrenaron entre septiembre de 2017 y el verano de 2018, solo La que se avecina, El accidente, La catedral del mar y Fariña cumplieron con su cometido, aunque las tres últimas triunfaron más por sus potentes arranques que por sus tramos finales, simplemente correctos a nivel de audiencias.
Una trayectoria similar a la de Cuerpo de élite, aunque su línea descendente fue más acusada. Aun así, pudo haber renovado. También Tiempos de guerra, muy regular en su rendimiento pero sin terminar de mirar hacia arriba. Allí abajo sí acabó renovando, pero más por su bagaje anterior y por ser la única comedia de Antena 3 que por los registros de su cuarta temporada. La verdad, La otra mirada, Traición, Fugitiva, La verdad y El incidente acabaron en el saco de los fracasos. No así La casa de papel, que aun así tuvo que ver cómo Netflix la elevó a unos altares que su emisión en abierto solo acarició en su arranque.
Los motivos detrás de esta caída en audiencias
Expuestos los datos, lo siguiente es reflexionar sobre el porqué de los mismos. Y aunque podríamos pensar en muchos y muy diversos, dos son los principales a la hora de explicar este particular via crucis de la series españolas en abierto.
El primero es su propia hora de emisión, más cercana a las 11 que a las 10 de la noche. Un horario prohibitivo para muchos espectadores, obligados a trasnochar cada vez más si quieren ver el final de un capítulo que, por otro lado, dura 70 minutos de media en la mayoría de los casos.
Antena 3 y TVE ya han tomado cartas en el asunto y han decidido reducir sus series a episodios de 50 y 60 minutos, respectivamente, adaptándose al estándar norteamericano. Telecinco, por su parte, se resiste a bajar de los 70.
Sin embargo, los talent y reality shows sí pueden presumir de audiencias millonarias y cuotas envidiables. Esto último, gracias a que se alargan hasta bien entrada la madrugada. Aun así, su éxito invita a pensar que la hora de emisión no es lo único que impide triunfar a una serie. Es decir, que hay algo más.
Y ese “algo” son los nuevos hábitos de consumo del público. Los talents y realities funcionan mejor porque, diferencias de contenido al margen, su estructura y larga duración no invita a verlos en diferido. Por eso siguen siendo “eventos” que hay que ver obligatoriamente en directo para poder disfrutar al máximo la experiencia de comentarlos.
Eso hasta hace no mucho pasaba también con las series, pero ya no. O por lo menos no con tanta fuerza. Y todo a causa del “efecto Netflix”. Los servicios de streaming nos han acostumbrado a ver las series en modo maratón, un capítulo tras otro y sin esperar una semana hasta el estreno del siguiente. Una espera que ya no asumimos como espectadores. De ahí que haya quien prefiera a que la serie de turno llegue a su catálogo -La casa de papel y su fenómeno internacional son el mejor ejemplo de ello- antes que ver 10 o 13 capítulos en otras tantas semanas.
El catálogo de Netflix es inabarcable, casi tanto como el de Movistar, HBO y el resto de plataformas. Y por eso la gente quiere encadenar una serie tras otra, sin tiempo que perder, para ver todas las que pueda y estar, en la medida de lo posible, al día de las novedades seriéfilas de cada mes.
Además, la ingente cantidad de títulos que todas ellas ofrecen ha dado pie a una burbuja de series. Hay tantas que la competencia es feroz y el visionado de una serie ha dejado de ser un acontecimiento en sí mismo para convertirse en algo tan cotidiano que puedes hacerlo en el transporte público, sentado en una cafetería o mientras esperas la consulta del médico. Y eso ha provocado, por tanto, que cada persona las vea a su ritmo, impidiendo que la conversación en torno a ellas se limite a su estreno inmediato, sino también a días, semanas e, incluso, meses después de su lanzamiento.
A todo esto, hay un tercer factor que sumar a la ecuación, aunque de menor relevancia que los expuestos anteriormente. Hasta hace no mucho, cuando una serie fracasaba, lo fácil e inmediato era decir que era “mala”. Pero de un tiempo a esta parte, los fiascos también se explican diciendo que una ficción es “rara” o “extraña” para el público generalista.
Es el precio que está pagando Antena 3 con su apuesta por producciones más ambicionas y complejas que están conquistando a la crítica y al público más seriéfilo, pero no tanto al espectador tradicional acostumbrado a consumir series nacionales y no americanas. Por eso La casa de papel pinchó en su paso por la parrilla y solo triunfó cuando llegó a Netfllix.
No es casualidad, en este sentido, que las series de Telecinco, aun con sus tropiezos, sean las que mejor están aguantando el tipo. Porque sus narrativas han evolucionado menos y son menos arriesgadas que las de su cadena enemiga.
Consecuencias de este cambio de paradigma
Las consecuencias de esta tendencia negativa aún no se están dejando notar entre las cadenas en abierto, aunque poco falta para ello. Antena 3 lleva días promocionando tanto el estreno de la quinta temporada de Allí abajo como el lanzamiento de la nueva 45 revoluciones, pero sin concretar cuál de las dos verá la luz primero. Todo apunta a que será la comedia protagonizada por María León y Jon Plazaola, cuyo testado éxito la convierte en una apuesta menos arriesgada que una serie de la que todavía no se ha visto ni un solo episodio.
De ser finalmente así, Antena 3 iría a lo seguro para evitar dos fracasos de ficción consecutivos tras Matadero. Una estrategia prudente que La 1 no parece estar dispuesta a seguir. Solo así se explica que después del pobre rendimiento ofrecido por El Continental y Hospital Valle Norte, la pública vuelva a probar suerte con otra serie de estreno como La caza. Monteperdido, cuya campaña de promoción está siendo más intensa que la de la nueva temporada de Cuéntame.
Estrategias de programación aparte, el descenso de las audiencias lineales también está propiciando otros cambios. Por ejemplo, que el baremo para renovar series no sea tan alto como antaño. La variedad de ofertas ha hecho que las cifras que exitazos como El Príncipe, Los Serrano, Aquí no hay quien viva, Cuéntame y Águila Roja movieron en sus mejores años hayan pasado a mejor vida.
En su lugar, las cadenas deben asumir esta nueva realidad y conformarse con registros más modestos pero igualmente competitivos para los tiempos que corren. Y aunque no hay una cifra exacta para ello, podríamos situar ésta en torno al 15% de cuota. Un dato muy factible antaño y que ahora no está al alcance de cualquiera.
De hecho, resulta inevitable preguntarse qué habría hecho Antena 3 de haber estrenado ahora Tiempos de guerra, que no fue renovada pese a acabar con un 15.5% de cuota media a finales de 2017. Jugando a ciencia-ficción, no sería difícil pensar que el drama de Bambú tendría ahora una segunda temporada, señal inequívoca de lo rápido que avanza la industria.
También es cierto que Tiempos de guerra tuvo un final cerrado y que entonces, cuando desde Vertele pusimos en una balanza los motivos para renovarla o darla por cerrada, incluimos entre estos últimos que el consumo actual invita a producir series más cortas. Cuéntame (20 temporadas), La que se avecina (12) y Allí abajo (5) son rara avis en un panorama donde todo va encaminado a producir ficciones cerradas con una fecha de caducidad ya determinada desde su inicio.
Sin ir más lejos, supimos que Vivir sin permiso acabará con su segunda temporada antes incluso del estreno de la primera. Antena 3 siempre ha defendido que la mencionada La casa de papel fue concebida como una serie de una única temporada -o una dividida en dos partes, como fue emitida finalmente-. Y Matadero fue anunciada, literalmente, como “un thriller estructurado en 10 episodios con un final cerrado”. El accidente y Sé quién eres, ambas de Telecinco, son otros ejemplos de ficciones recientes que nacieron sabiendo exactamente cuándo iban a finalizar.
Queda por ver así si las series que están por venir seguirán este mismo camino, pero la conclusión al respecto parece clara: a las cadenas en abierto cada vez les cuesta más retener al espectador más allá de la segunda temporada.