Movistar+ estrena Instinto este 10 de mayo y lo hace con dos potentes claims: el regreso de Mario Casas a la televisión y su primer thriller érótico (de la plataforma y del actor).
Tras la producción está Bambú que siempre es garantía de (como mínimo) calidad visual y unos atractivos nombres en el casting como son Juan Diego Botto, Ingrid García Jonsson, Silvia Alonso, Jon Arias, Lola Dueñas, Myriam Gallego y Óscar Casas, que hace también de hermano del protagonista.
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Un prometedor envoltorio para una serie plagada de luces y sombras que son tan capaces de seducirte para continuar viéndola, como de ahuyentarte de ella:
Un protagonista supuestamente fascinante
Desde luego, que Mario Casas vuelva a la televisión para interpretar a Marco Mur es todo un acierto porque se trata de un personaje que supone un reto interpretativo. Es alguien incapaz de sentir pero a la vez, su simple presencia no deja indiferente a nadie. Es de esas personas que fascinan de lejos, pero aún más de cerca porque se intuye un interior complejo.
Pero a veces, cuando escarbas en ese tipo de gente te decepciona porque no existe tal complejidad. Y eso es lo que ocurre con Marco Mur. Un protagonista del que brotan tramas tan inconmovibles como él. No comunica, es hermético, parece que no sienta ni padezca, no se abre al espectador y al final esa incipiente seducción se transforma en desinterés porque, al fin y al cabo, ¿quién quiere dedicar su tiempo a un personaje que no te lo dedica a ti?
Personajes sin emoción pero con una doble excepción
Ahora que estamos en plena fiebre de Juego de tronos, podríamos hacer el símil con ese Jon Nieve que lleva siete temporadas totalmente hierático y aún así la mayor parte de la audiencia aplaudiría que se convirtiera en Rey. Pero lo que salva al personaje escrito por George R.R.Martin es el resto de protagonistas con tramas propias casi más interesantes que la suya y que despiertan las emociones (tanto negativas como positivas) que él no es capaz.
En Instinto ocurre en escasas ocasiones porque todas las tramas dependen de Marco. Además, el resto de personajes son casi tan inexpresivos y solemnes como él. Pocas veces titubean o se equivocan, todos son líderes y siempre tienen preparada la palabra perfecta para su discurso. Es imposible identificarse con alguno de ellos porque son perfectos.
Hay excepciones, eso sí, y benditas ellas. El hermano discapacitado de Mur, interpretado por un Óscar Casas que recuerda a Leonardo DiCaprio en ¿A quién ama Gilbert Grape?, ofrece un descanso a todo ese universo superficial en el que se mueve Marco, igual que Carol, su psicopedagoga, que da el toque de ternura y frescura que te convence para seguir de su mano un capítulo más.
Temática novedosa de la que queremos saber más
A Instinto lo venden como un thriller erótico aunque poco tiene de lo primero. Algo que no molesta, es más, atrapa. Porque dejan escapar los ingredientes del thriller en favor de indagar en la psicología de un protagonista que se desahoga en un Club privado de sexo y vive rodeado de secretos. ¿Quién no querría averiguar lo que le ha llevado a ser así?
Por ello, todo lo que envuelve a su psicología se convierte en un camino acertado del que quieres saber más y las sesiones se hacen cortas (aunque con tan solo un psicólogo en la sala teníamos suficiente).
No ocurre lo mismo con ese Club privado que seduce en un primer momento pero que poco a poco se desinfla al no ser lo erótico que esperábamos ni encontrar la razón de su existencia. Otro “sí pero no” de la serie que deja la sensación de buena idea, que se podría haber desarrollado en mayor profundidad, pero que se queda en los preliminares sin llegar al clímax.