Crítica

La loca serie surcoreana ambientada en Granada con guerreros nazaríes y espadas virtuales

Netflix se ha convertido también en un canal para rarezas que, de otra forma, jamás llegarían a ser descubiertas. El modelo de exhibición tradicional, aunque se resiste, está tornando a uno nuevo en el que no importa tanto la exclusividad ni el número de espectadores, sino las ideas. En algunos casos son brillantes y, en otros, como ocurre con Recuerdos de la Alhambra son completas idas de olla.

A priori, el Reino nazarí de Granada, Corea del Sur y videojuegos de realidad aumentada son tres conceptos separados. Incluso contradictorios. Sin embargo, todos han acabado mezclados entre sí dando lugar al surrealista thriller que esta semana llega a Netflix y que, curiosamente, se titula igual que la canción de guitarra clásica compuesta por Francisco Tárrega en 1896. De momento solo están disponibles los dos primeros episodios, pero irán llegando semanalmente a medida que sean emitidos por la cadena surcoreana TVN.

Recuerdos de la Alhambra cuenta la historia de Yoo Jin-woo, un importante empresario que visita la ciudad de García Lorca después de recibir la extraña llamada telefónica de un joven de 17 años. Su misión es encontrarle en el Hostal Bonita y hablar de un proyecto que podría cambiar el mundo. “La mayoría de la gente viene a Granada a ver la Alhambra, pero yo he venido a ver otra cosa. Algo más mágico que la Alhambra”, afirma con rotundidad su protagonista mientras camina por el barrio del Albaicín.

La serie deja clara su rareza desde los primeros compases. El Hostal Bonita está en pleno centro y se encuentra regentado por una familia de surcoreanos, dando lugar a una curiosa mezcla asiática y andaluza propia de una reunión de intercambio de idiomas. De hecho, es en estos instantes donde el capítulo parece más un proyecto de clase que una serie publicada por Netflix. Yoo Jin-woo molesto por subir con la maleta hasta el sexto piso, Yoo Jin-woo quejándose de que no tiene un enchufe en la habitación, Yoo Jin-woo sin poder comer unos fideos a las dos de la mañana porque una joven se pone a bailar a esa hora en la cocina… etc.

En ningún momento sabemos por qué está tan fastidiado, y probablemente ni siquiera nos importe, pero el capítulo no tiene reparo en tomarse suficientes minutos para dejar claro que un gran empresario coreano ha llegado a Granada para hacer algo ultrasecreto.

“Magia, he venido hasta aquí para ver esta magia”, vuelve a recalcar el empresario una vez que sale del hotel y se lanza a la calle. De repente, una especie de misil sale de la Alhambra y destroza un edificio en pedazos levantando una gran neblina. Es entonces cuando comienza la fantasía de la serie. Aparece un jinete terrorífico, a lo Nazgûl del Señor de los Anillos, que en realidad resulta ser un soldado de la Corona de Castilla con flechas clavadas en la espalda. Pero ahí no acaba la cosa.

La estatua de un guerrero del Reino nazarí cobra vida y desciende hacia el protagonista dando un agresivo espadazo contra el suelo. Lo que sucede son planos detalles sostenidos durante 30 segundos viendo la sangre gotear. “Análisis del objetivo: golpe crítico -100, cerrando sesión”, se lee en la pantalla. La batalla no tiene ninguna coordinación y carece de tensión, pero todavía resulta más inverosímil que la acción se esté desarrollando en una pequeña plaza de Granada.

“Bienvenido al año 1492 en Granada”

Es entonces cuando se descubre todo el secreto de la trama, si es que había alguno. Yoo Jin-woo llegó a Granada para probar un revolucionario videojuego de realidad aumentada creado por el joven del que recibió la llamada. Solo le basta una lentilla y un pinganillo para adentrarse en la Granada de 1492, en plena guerra entre los nazaríes y las Coronas de Castilla y Aragón. Y, como si se tratara de una mala imitación de Assassin's Creed, el protagonista recibe instrucciones en la pantalla: “no hay aliados ni enemigos, debes sobrevivir. Consigue oro completando misiones, hay misiones ocultas en el poblado. No tienes armas, consigue una”.

El camino, además, está indicado por unas flechas que llevan al empresario entre las estrechas calles de Granada hasta llegar al cuarto baño de un bar. Allí es donde encuentra una espada de hierro oxidado con ataque de nivel 50 que desciende desde el techo, como si fuera una parodia de bajo presupuesto de Ready Player One.

Lo curioso es que, mientras Yoo Jin-woo blande su arma, el resto no puede ver qué sostiene entre sus manos. Lo único que aprecian es a un surcoreano agitando los brazos con violencia mientras camina por la capital andaluza. Su objetivo es acabar con el guerrero nazarí que previamente le había matado, tarea que acaba siendo más complicada de lo que parece: el empresario lo intenta una y otra vez mientras el soldado rompe su espada y le hace volver a la taberna para recuperarla.

“En lugar de la Alhambra, la principal atracción de Granada, la ciudad será conocida por su magia. La ciudad será la meca de los usuarios, igual que la primera tienda de una franquicia es la más famosa”, dice el empresario después de pasar toda la noche peleando ante la curiosa mirada de los granadinos.

El primer capítulo de Recuerdos de la Alhambra da lo que promete: planos de Granada, luchas de espadas y realidad virtual en primera persona con música maquinera, como un videoclip de Prodigy. Un vistazo al tráiler es suficiente para comprobar qué se puede esperar de una hora de un producto a medio camino entre la telenovela surcoreana y la fantasía de unos estudiantes de audiovisuales. Pero, por extraño que parezca, como ocurre con aquellos videojuegos en los que gastamos más horas de las que nos gustaría reconocer, tiene algo que engancha. Veremos si Yoo Jin-woo consigue llegar al máximo nivel.