Puede que el nombre de Desiree Akhavan no nos suene de nada, pero en los últimos tiempos la creadora de The Bisexual se ha revelado como uno de los nombres propios más prometedores de la ficción independiente tanto en Estados Unidos como Gran Bretaña.
Desde que en 2014 debutase con el largometraje Una chica de Brooklyn -más conocida como Appropriate Behaviour-, situándose entre las nominadas a los Gotham y los Independent Spirit Awards, la directora de Nueva York no ha dejado de trabajar. Interpretó a Carol en la aplaudida serie británica de Channel 4 Flowers, a Chandra en la cuarta temporada de Girls -y desde entonces se ganó el apelativo de la heredera de Lena Dunham-, mientras escribía su segundo largometraje y una serie, y se preparaba para dirigir ambos proyectos. El primero se convirtió en The Miseducation of Cameron Post, sensación indie en 2018 tras ganar el festival de Sundance que por desgracia no llegó a nuestros cines a nivel comercial, pero sí se pudo ver en la Seminci de Valladolid -dónde se hizo con la Espiga de plata-, y en el Americana Film Fest de Barcelona. La segunda llega ahora a Filmin.
The Bisexual se presenta como una comedia dramática de enredos sentimentales al uso, pero pronto se descubre como algo más. Su sensibilidad a la hora de plantear debates sobre una generación en busca de una identidad -sentimental, generacional, sexual, laboral...-, y su savoir faire en el terreno del humor estilizado pero de arraigo social la alinean con propuesta alejadas del mainstream, pero de lo más reveladoras, como This is England, Miranda, Fleabag y sobretodo la trilogía de Russell T. Davies sobre la cultra sexual del siglo XXI formada por Cucumber, Banana y TofuBananaTofu. Tiene algo de todas ellas y, a su vez, resulta original.
El vaivén de una generación
Leila -interpretada por la propia Desiree Akhavan- lleva trece años compartiendo su vida con Sadie - una Maxine Peake a quien recordaremos por protagonizar el mejor episodio de la pasada temporada de Black Mirror, Metalhead-. Viven y trabajan juntas. Son una pareja estable y se aman de forma sincera. Pero entre ellas existe una diferencia de voluntades que parece irreconciliable: Sadie quiere quedarse embarazada y Leila no está preparada.
El conflicto se convierte en cisma emocional cuando deciden romper. Tras más de una década siendo uña y carne, compartiendo cada espacio de su vida con la misma persona, a Leila le cuesta muchísimo volver a aclimatarse. A conectar con los demás. A abrirse emocionalmente. Pero decide dejarse llevar. Tanto es así que empieza a acostarse con un hombre con quién se plantea si podría tener una relación heterosexual. Y todo lo que creía saber de ella misma, empieza a desdibujarse.
De la confusión vital de sus personajes, The Bisexual hace virtud. Plantea un desarrollo lleno de vaivenes que, muchas veces, responden a individuos que no saben reaccionar ante lo que les ocurre y optan no decidir nada. Convirtiéndose, poco a poco, en un inteligente retrato generacional que no tiene ínfulas pero tampoco miedo a serlo.
A ello contribuye el brillante personaje de Brian Gleeson -hijo del célebre actor Brendan Gleeson y hermano de Domhall Gleeson-, que interpreta a Gabe, el compañero de piso de Leila cuando esta se ve obligada a buscar un nuevo hogar. Un escritor joven en horas bajas, blanco y heterosexual que ganó un prestigioso premio literario una década atrás y no ha dado palo al agua desde entonces. Alguien con carencias emocionales que cree estar enamorado de una alumna que le admira, y que es incapaz de distanciarse de su hermana, que le ha cuidado como si fuese su hijo.
También el retrato de un entorno laboral creativo marcado profundamente por la irrupción de internet -las dos protagonistas crearon una app juntas, una suerte de 'Shazam para la ropa'-, que Akhavan convierte en abierto terreno para la sátira. Construye así un inteligente alegato a favor de los sentimientos y la empatía en un campo en el que se vende la frivolidad y se mercadea con la imagen que proyectamos.
Abrirse a los demás y que salga regular
Con todo, The Bisexual no delega todo su músculo dramático en el relato generacional ni en su eficaz y divertida crítica social. Es la epopeya emocional a la que intenta sobrevivir Leila la que ata al espectador a una ficción planteada con sensibilidad pero no sensiblería.
Tras salir del armario, Leila tuvo que afrontar el distanciamiento de sus padres, la soledad en una ciudad tan alienante como Londres y todo tipo de prejuicios sociales que siguen afectando a la comunidad LGTBIQ en el desarrollo de una vida normal en una sociedad pretendidamente abierta. Sin embargo, cuando deja su relación con Sadie e inicia una con un hombre heterosexual, empieza a enfrentarse a otro tipo de conflictos. Por una parte, a las dudas de sus amigas lesbianas sobre su sexualidad y las suspicacias que conlleva una bisexualidad no confesada ni tampoco comprendida en toda su complejidad. Por otra, al torbellino interior en el que la sume una ruptura que, en el fondo, no ha terminado de asumir.
Ante las dificultades, Akhavan tiene la inteligencia y el valor de proponer un personaje protagonista que, en lugar de encerrarse en sí mismo y practicar la contención -como lo hacen la mayoría de series dramáticas escritas por hombres-, opta por todo lo contrario. Abordando con sinceridad y cercanía sus relaciones con los demás. Cometiendo, si acaso, un error de cálculo al creer que compartiendo su intimidad con quien se preste a escucharla, encontrará la respuesta a lo que siente.
“¿Con cuánta gente has tenido tanta intimidad?”, le pregunta el hombre con el que empieza a acostarse Leila tras el final de su relación homosexual. “No puedes abrirte a alguien, hacer que se sienta seguro y cambiar de opinión al día siguiente. Haces que su intimidad valga una mierda”, le espeta.
Desiree Akhavan compone en The Bisexual un tratado sobre la amistad y la sexualidad en tiempos convulsos. Pero sobre todo, arma un discurso muy inteligente sobre la responsabilidad emocional. La responsabilidad de tratar con respeto y valorar el afecto que damos y el que recibimos. Tenga la orientación sexual que tenga.
Con todo puede que, lo que más sorprenda, sea el realismo y la franqueza de un texto que suena a verdad. Que parece tocado con un aire confesional que la propia Akhavan sabe contradecir con buenas dosis de autocrítica y humor.