Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo: “La Zona está entre la estructura de Fargo y el drama de Treme”
Que La Zona es ya una pieza fundamental del nuevo puzle de las series de nuestro país es algo que poca gente pondría en duda a estas alturas. Los ingredientes hablan por sí solos: mezcla un plantel de actores con nombres como Eduard Fernández, Emma Suárez, Alexandra Jiménez, Juan Echanove o Carlos Bardem, añade una producción espectacular y ponle un contexto más que propicio.
Por la parte de la producción, hablamos de una serie con un acabado imponente en lo visual, enteramente rodada en localizaciones reales y con un presupuesto más que holgado. Y en cuanto al contexto se refiere, La Zona llega en un momento clave de la industria televisiva española, dispuesta a hacerse un hueco a base de codazos en un panorama saturado de series de HBO, Netflix y otras gigantes norteamericanas. No en vano, pronto tendremos en nuestras pantallas superproducciones como La Peste de Alberto Rodríguez, comedias negras como Vergüenza de Juan Cavestany, o thrillers mafiosos como Gigantes de Enrique Urbizu. Todos ellos cineastas reconocidos.
Pero además de todo esto, La Zona cuenta con la ventaja de venir firmada por los responsables de, tal vez, la serie española más trascendental de los últimos años: Crematorio. Los directores son los hermanos Alberto y Jorge Sánchez-Cabezudo. Ambos han producido, escrito y dirigido La Zona con libertad absoluta y un control de medios privilegiado. La escribieron y diseñaron juntos, hasta que repartieron sus funciones cuando les dieron luz verde. Alberto desempeñó el papel de productor ejecutivo, un paso de distancia del set organizando el tinglado. Jorge ejerció de director al uso en la trinchera. Ambos son igual de responsables de lo que es hoy la serie estrella de Movistar+.
Rodaron durante 15 semanas con dos unidades a la vez. Un proyecto de una envergadura considerable después de Crematorio. ¿Cómo fue manejar el presupuesto de CrematorioLa Zona
Alberto Sánchez-Cabezudo. El esquema de producción era más o menos el de una película. Rodamos por localizaciones. Hacíamos todas las escenas que tenían lugar en cada decorado y luego pasábamos a otro. A veces nos solapábamos con la segunda unidad para aprovechar al máximo cada decorado. Un lío muy gordo que se debe a que todo son localizaciones reales.
Jorge Sánchez-Cabezudo. Es como una película por la forma en la que se ha realizado. Pero decir que ‘La Zona es una película de siete horas’ sería algo erróneo. El lenguaje audiovisual que utilizamos tiene mucho de episódico y es propio de las series. Pero los medios con los que contamos son los del cine y se rodó como si fuese una película.
La trama post-nuclear de La Zona
Jorge. En esto quisimos distanciarnos un poco de lo que hicimos en Crematorio, que se desarrollaba en esa población ficticia valenciana llamada Misent. Esta vez no enfatizamos en el nombre del pueblo o de la central, aunque sí que esté presente. Queríamos que la gente lo situase en el norte, en un paisaje cercano a Gijón, pero sin focalizarlo en un sitio concreto.
Alberto. De hecho, no hay ninguna central nuclear en Asturias pero nos apetecía mucho rodar allí. La presencia de la naturaleza contrastaba con la imagen de lo nuclear y artificial. Ese juego nos parecía muy estimulante. Vimos muchas fotos de Chernóbil y de Fukushima y queríamos conseguir un aspecto de paisaje natural muy bello que ha sido contaminado por culpa del hombre. Además, Asturias tenía la herida de la minería y el ambiente postindustrial casi abandonado que necesitábamos para ambientar el trabajo de descontaminación que se realizan. Nos gustaba jugar con ese espejo de la realidad.
La narración de La Zona juega mucho al La Zonathriller
Jorge. Hay de todo ahí metido. Como es una serie que parimos nosotros desde cero pudimos verter en ella casi todo lo que nos gustaba. Lo que pasa es que cuando haces algo así, hay referencias que son conscientes y otras que no lo son. Simplemente salen. Hay mucho del thriller de los setenta, de Deliverance, del cine de Scorsese pero también hay juegos a lo Hitchcock. Y por lo que respecta a referentes televisivos… pues hay mucho de la estructura y de la narración de Fargo, por ejemplo. Con esos capítulos en los que pasa de todo pero la trama de fondo sigue ahí. O de The Wire y sus personajes, o el drama post catástrofe de Treme.
Alberto. Lo que más nos preocupaba en cada capítulo era equilibrar el tiempo de pantalla que dedicábamos a cada cosa que nos interesaba contar. Teníamos que andarnos con cuidado para que no hubiese mucho policíaco y poca atmósfera nuclear o escaso desarrollo dramático de los protas. Tampoco queríamos un tempo superpausado ni un ritmo de policíaco puro en el que tienes que desvelar algo constantemente.
Lo mismo pasa con esos toques de cine fantástico en un entorno realista. ¿Cómo equilibraron la balanza entre tonos tan distintos?
Jorge. Nos importaba crear ciertas dinámicas con el espectador. Nos gustaba la idea del factor de lo inexplicable, que deja al espectador en una tierra de nadie en la que cualquier género puede entrar. Cuando decimos que la gente que ayudó durante la explosión ha fallecido pero Héctor, (el protagonista interpretado por Eduard Fernández) no parece tener síntomas de radiación, resulta que dejamos al espectador sin asideros para que se pregunte: ¿pero qué me van a contar? Eso es increíble.
Alberto. Aunque también es verdad que eso te obliga a ponerte el freno porque tienes que resultar creíble. Nos documentamos mucho sobre el caso de Fukushima, que nos impactó por su relevancia actual. Cuando buceas en lo que supone política y económicamente un accidente como ese te das cuenta de su magnitud. Arreglar el desaguisado de Fukushima costó, comparativamente, el equivalente al 80% del PIB español. Unos números que ríete tú de Bankia. Es decir, todo lo que supone la desmantelación de una central nuclear, el realojo, la reconstrucción y la limpieza… crea intereses, dinero y corrupción. Es algo que estaba en Fukushima y que al trasladarlo a España teníamos que saber narrar.
En este sentido, La Zona es también una serie que integra en su narración realidades políticas. Viniendo de una serie casi profética como fue La ZonaCrematorio
Jorge. Sí, eso es algo que llevamos dentro. Nos gusta mucho tirar de los periódicos porque nos aporta seguridad a la hora de crear ficciones. Es decir, no partimos de una fantasía en la que creamos todo de cero, sino que como conocemos lo que pasó con los familiares de las víctimas del Yak-42, creamos historias con la seguridad de que este tipo de cosas pasan. Lo mismo con las tramas que se desarrollan en torno a la central nuclear, que nacen de una investigación del caso de Fukushima. Es nuestra forma de narrar y eso conecta con el espectador porque le remite a noticias que ha visto o leído. Todo contribuye a vestir de realidad la ficción. Si consigues eso ya tienes una conexión con el espectador muy importante.
Sin embargo, a priori La Zona resulta menos política que La ZonaCrematorio
Jorge. Son totalmente distintas. Esta es una serie menos discursiva, se narra más con imágenes y por tanto requiere otro tipo de rodaje. Más localizaciones, más presupuesto, acción, lluvia, animales. Nos hemos metido en todos los charcos que hemos podido y eso nos ha permitido poder ofrecer otro tipo de serie.
Alberto. Es que hablamos de un rodaje con 160 localizaciones distintas, que se dice pronto pero es una locura. Y eso implicó 200 sets de rodaje distintos, más de 140 actores, y figurantes y extras… ni lo hemos calculado aún. Es una serie de mucha más envergadura. Eso es la diferencia más notable.