Más en elDiario.es
Irlanda en una semana: ruta básica para descubrir la isla esmeralda
Aterrizas en Dublín, entras en el aeropuerto, te recibe un cartel que dice ‘Welcome / Fáilte’ y te preguntas “¿Fáilte? ¿Pero y eso qué es?”. Desde el momento en el que pones los pies en Irlanda es imposible que el irlandés, o el gaélico irlandés, no te llame la atención. El inglés y el gaélico irlandés son las lenguas oficiales de la República de Irlanda, y aunque el primero sea el que habla todo el mundo vayas donde vayas, el segundo sigue estando muy vivo y son muchos los que se esfuerzan por conservarlo.
Viajar no es solo visitar sitios nuevos, probar sabores desconocidos y hacer fotos aquí y allá, sino empaparse de la cultura que te envuelve, de la historia de la tierra que pisas y de la gente que ha dado forma a todo lo que te rodea. Y eso, en Irlanda, lo tienes al alcance de la mano con solo acercarte a conocer un poco más sobre su lengua gaélica, conocida localmente como ‘gaelige’. Gran responsable de la más pura esencia irlandesa.
Lo decimos en serio. Es imposible pasar por alto la presencia de la lengua irlandesa cuando viajas por Irlanda porque todas las señales, así como los nombres de los pueblos y las ciudades, están escritas en los dos idiomas, y a veces resulta divertido ver cómo ha evolucionado la palabra inglesa actual de una anterior gaélica. El irlandés era la lengua principal de la isla antes de que se produjera la conquista inglesa de Irlanda durante la Edad Media, y lo siguió siendo hasta el siglo XIX, pero hoy hay quien incluso la considera en peligro de extinción. Y eso que como lengua celta que es, emparentada con el bretón y el galés, puede presumir de ser una de las lenguas escritas más antiguas y con mayor historia del mundo.
Hoy en día se estima que el gaélico irlandés lo hablan unas 70.000 personas como lengua principal, una cifra que siempre hay que mirar teniendo en cuenta que la población del país ronda los cinco millones de habitantes. Pero eso sí, al menos unos dos millones lo utilizan como lengua secundaria, pues desde los años 70 el gaélico irlandés es una asignatura obligatoria en los colegios públicos. “Se puede decir que un 10% de los niños de 4 a 12 años reciben el 100% de su educación en irlandés, mientras que ese porcentaje baja al 8% entre los jóvenes de entre 12 y 18 años”, comenta Rónán, de la escuela de irlandés Oideas Gael de Glencolmcille, en el condado de Donegal. Y como primera lengua oficial del país, pone ejemplos muy claros: “puedes utilizarlo para cualquier trámite administrativo, o incluso para sacarte el carnet de conducir, si quieres”. Y algo muy esclarecedor es que aquí el primer ministro del país es el Taoiseach, que en irlandés es algo así como ‘jefe’ o ‘líder’.
La cifra de hablantes de irlandés ha ido disminuyendo poco a poco año tras año, pero ahora empiezan a verse los resultados de las medidas tomadas en el plan de educación durante las últimas décadas. El Foras na Gaeilge es de hecho, desde 1999, el organismo público responsable de la promoción del irlandés en la isla de Irlanda, por lo que hay quien mira por su supervivencia. Y aunque el irlandés sigue vivo, la realidad es que para encontrarlo en su pleno esplendor hay que buscarlo en zonas apartadas y rurales, conocidas como regiones Gaeltacht, ubicadas especialmente en la costa oeste. Los condados de Donegal, Kerry y Galway, incluyendo Connemara, son algunas de las regiones Gaeltacht de mayor importancia.
Quizá Donegal se sale de las rutas más típicas por Irlanda, pero llegar hasta la escarpada costa norte del país puede merecer mucho la pena, tanto si vamos siguiendo las huellas del gaélico como si no. Aquí se encuentra el punto más septentrional de la isla, en Malin Head, y no es difícil sentirse en el extremo del mundo, aislados de todo. Sus paisajes, dibujados por montañas, fiordos y lagos, y solo algunas pequeñas poblaciones, y varios cientos de ovejas, son capaces de romper el omnipresente verde que todo lo cubre.
El faro de Fanad Head es quizá una de sus imágenes más representativas, creando una imagen de auténtica postal sobre los acantilados del norte, pero además se puede visitar y es posible disfrutar de unas espectaculares vistas desde su linterna. Merece la pena perderse por las pequeñas carreteras que recorren el condado, sin prisas, pero siempre teniendo en cuenta que de ningún modo nos podemos perder la península de Slieve League.
Los acantilados de Slieve League, con casi tres veces la altura de los famosos acantilados de Moher, te invitan a dar un paseo entre las nubes y contemplar el Atlántico a 600 metros del agua. Y no te preocupes, un mirador y un sendero perfectamente acondicionado, y salvaguardado de la caída, te permitirá disfrutarlos con seguridad. Pero si quieres más, y quieres aprovechar que estás en uno de los espacios más salvajes de Irlanda, quizá te animes a hacer algo de senderismo recorriendo el Pilgrim's Path, un recorrido accesible de 5,5 km que te permite recorrer los acantilados.
Nuestro objetivo en esta ruta por el condado de Donegal es llegar hasta Glencolmcille, un lugar auténticamente Gaeltacht, pero no lo haremos sin antes parar en la playa de Silver Strand, o An Tra Bhan en irlandés. Es una de las playas más espectaculares de toda la región y ninguna foto que veas le hace realmente justicia. Con su forma de herradura, rodeada de acantilados y con un acceso con 170 escalones, es un excelente lugar para desconectar de todo sentados en su arena.
En el oeste del condado de Donegal encontramos la mayor zona Gaeltacht de Irlanda, y por eso hemos llegado hasta aquí, para conocer la pequeña localidad de Glencolmcille y sumergirnos en la cultura más puramente irlandesa. La mejor manera de comenzar nuestra experiencia con el gaélico es visitando el Glencolmcille Folk Village, un museo etnográfico también conocido como Father McDyer's Folk Village Museum, que permite conocer cómo era la vida cotidiana durante los siglos pasados. Father McDyer's fue un sacerdote que llegó a Glencolmcille en 1951 y, al ver que su comunidad estaba agonizando, sin empleos, ni electricidad ni suministro público de agua, se puso manos a la obra hasta devolverle la vida a una de las zonas más remotas del país. Él mismo fundó el museo en 1967 como parte de su gran legado y hoy hace un merecido homenaje a su figura.
El Glencolmcille Folk Village es un proyecto llevado por la comunidad local compuesto por un grupo de cabañas tradicionales, llamadas clachan, que nos hacen viajar en el tiempo. Cada cabaña es una réplica exacta de una vivienda utilizada por la población local. Una nos lleva al siglo XVIII, otra al XIX y otra al XX, y todas están equipadas con muebles, enseres y utensilios correspondientes a cada época. Junto a ellas también encontramos la reconstrucción de una escuela, la vivienda de un pescador e incluso una pequeña tienda de comestibles con su propio pub.
A lo largo de la visita veremos cómo vivían los antepasados de los actuales habitantes del pueblo, dónde dormían y cómo cocinaban, cómo se calentaban y cómo trabajaban. Y un buen número de fotografías nos dejan ver imágenes reales de cómo era todo esto antaño. “¡Esa es mi madre!”, exclama Margaret Rose, manager del museo, señalando una foto. “Lo más importante del museo es que guarda algo de todos nosotros, siempre hay alguna conexión con nuestro pasado. Y es gracioso, porque muchas de las piezas que se recogen hoy en el museo seguían en uso cuando se abrió en 1967, y a día de hoy seguimos recibiendo más y más material. Este atril de profesor que ves aquí en la escuela fue donado la semana pasada”, explica Margaret. “Pero lo mejor, además, es que este museo hoy hace de punto de encuentro para la comunidad y aquí se comparten historias, música, danza y tradiciones”, afianzando aún más sus firmes raíces gaélicas.
A unos escasos 400 metros del Glencolmcille Folk Village se encuentra Oideas Gael, una escuela que enseña gaélico irlandés. Y aunque no es la única del país, sí se diferencia por impartir clases todo el año y estar dedicada exclusivamente a adultos. Por ella, solo el año pasado, pasaron alumnos de 22 nacionalidades distintas, y cada cual elige el tiempo que quiere dedicar al estudio de la lengua, de unos días a incluso meses. Y no se centra únicamente en el idioma, sino que ofrece también clases de música con diferentes instrumentos típicamente irlandeses, como la flauta, el violín o el arpa, y organiza un sinfín de actividades en torno a su cultura, donde no falta la danza, la pintura, el tejido de tapices y otras tradiciones gaélicas. De manera que entre unas cosas y otras, el centro cuenta a lo largo del año con unos 60 profesores diferentes, y sumando los alumnos presenciales y los que realizan sus estudios de manera online, son casi 3.000 los que recurren a la escuela cada año para iniciarse o perfeccionar su gaélico irlandés.
Glencolmcille, que proviene de Gleann Cholm Cille, y que significa ‘El valle de St. Columba’, está ubicado en un lugar privilegiado. “Y no solo por su entorno natural, sino también por su valor arqueológico”, explica Rónán. Aquí contamos con importantes restos neolíticos, como los dólmenes de Malinmore y las grandes tumbas de Clochán Mór y Farranmacbride, que nos remontan al año 3.000 a.C, y también con un importante legado medieval dedicado al santo Colmcille, en irlandés o Columba, en latín, que según la leyenda llegó al valle a finales del siglo VI y fundó aquí una iglesia, con el proceso de cristianización que supuso. De entonces, principalmente del siglo VIII, perduran importantes losas de piedra con cruces talladas, entre las que existe toda una ruta de peregrinación. “En verano también ofrecemos cursos específicos dedicados a nuestro patrimonio arqueológico”, comenta Rónán, “y es una excelente oportunidad para que todos los interesados en la historia de Irlanda puedan conocer nuestro pasado a través de nuestro gaélico irlandés actual”.
Irlanda en una semana: ruta básica para descubrir la isla esmeralda