La comunidad autónoma de Aragón destaca por tener algunos de los parajes naturales más destacados de la Península. Su conexión con el medioambiente, que combina lagos, parques naturales y variopintos pueblos, lo vuelven un destino idóneo para descubrir nuevos enclaves sin salir de España.
En el norte del territorio, prácticamente en los Pirineos, Huesca alberga un pintoresco pueblo, mágico por sus casas de piedra y sus azules tejados. Así, la localidad de Lanuza, en el municipio de Sallent de Gállego, se ha establecido como uno de los enclaves más especiales del territorio aragonés.
Rodeado por el embalse del mismo nombre, el pueblo de Lanuza es una solitaria villa rodeada por las cristalinas aguas del río Gállego y por imponentes laderas. Además, estas nombran al enclave, ya que la denominación de Lanuza deriva del término celta “lana” o “landa”, que significa ladera.
La historia de Lanuza
La historia del pueblo de Lanuza es bastante accidentada, ya que el mismo ha sido poblado y despoblado durante décadas. Existen documentos que datan su existencia a partir del siglo XIII, aunque como localidad de pastoreo y agraria que fue ampliándose con el paso de los años.
Junto con Sallent, la localidad formaba el denominado quiñón de Sallent, un sistema de producción agrícola basado en el reparto de tierras para la siembra y cosecha. De esta manera, este era uno de los tres territorios históricos en los que se dividía administrativamente el valle de Tena en la antigüedad.
La villa prosperó gracias a una economía agrícola durante siglos, hasta que la construcción del embalse de Lanuza en 1976 forzó el despoblamiento de la zona, que quedó totalmente deshabitada pocos años después. Sin embargo, en la década de los 90 quienes fuesen dueños de las antiguas propiedades comenzaron un proceso de revitalización que aún sigue activo.
Qué ver en Lanuza
La localidad cuenta con diferentes construcciones de estilo montañés, que en su conjunto vuelven al pueblo un enclave mágico y con encanto, no solo por su estilo arquitectónico, sino también por la naturaleza que lo rodea.
Uno de los monumentos históricos más destacados de la localidad es la Iglesia de El Salvador, la cual fue construida en el siglo XIX sobre los restos de un templo románico que terminó calcinado tras la guerra de la Independencia Española.
La misma se reabrió al culto y conserva varias obras de arte en la actualidad, como el crismón de la portada o el relicario de plata del año 1557, en el que están expuestos los restos de la patrona del pueblo, Santa Quiteria.
Además, al caminar por sus avenidas es posible disfrutar de pequeños comercios y empedradas calles donde se manifiesta la marcada tradición montañesa de la zona y el estilo de vida y cultural de las villas pirenaicas.
Festividades de Lanuza
A partir de su rehabilitación durante la década de los 90, los habitantes de Lanuza se propusieron recuperar todas las tradiciones y costumbres de la villa, entre ellas sus festividades. Por ello, el enclave celebra el Día de Santa Quiteria o Fiesta Pequeña el 22 de mayo, así como las fiestas patronales de Santa Queteria y San Roque el último fin de semana de agosto.
Uno de los eventos más destacados llevados a cabo en el enclave es el Festival Pirineos Sur, un festival internacional de culturas con 30 años de historia que se ha conservado como uno de los más populares y reclamados de toda la comunidad autónoma.
Durante la celebración del mismo, varios artistas internacionales acuden al enclave para interpretar todo su repertorio musical. Para ello, se instala un escenario flotante sobre las aguas del embalse que bordea la villa desde que los intérpretes llevan a cabo el espectáculo.
Ruta por el valle de Tena y Lanuza
El enclave no solo es un destino especial por su magia, historia y arquitectura, sino también por la naturaleza que lo rodea. De esta forma, a lo largo de las laderas y alrededor del embalse es posible llevar a cabo varias actividades deportivas, principalmente senderismo.
Una de las principales es la ruta circular por el Valle de Tena, un trayecto de 6 kilómetros y medio con un desnivel de 570 metros y una duración aproximada de algo más de tres horas. Además, la ruta no es de gran dificultad, por lo que es posible realizarla con familiares y amigos de manera no profesional.
El trayecto comienza en el pueblo de Lanuza, desde el cual habrá que ascender por una senda que entra en un frondoso bosque hasta llegar a una zona alta y despejada. Desde ahí será posible caminar hasta un mirador desde el cual poder disfrutar de las imponentes vistas del Valle de Tena.
De igual manera, tanto la bajada como la subida están completamente señalizadas, por lo que el camino no tiene apenas pérdida. Tras disfrutar del mirador, habrá que bajar por la parte alta del barranco y pasar al otro lado del monte, desde el cual habrá que continuar la senda hasta volver a la carretera de Lanuza.