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Ruta por la Costa da Morte, donde el mundo llegaba a su fin

Acantilados, playas, faros, mitos, leyendas… la Costa de la Muerte, o A Costa da Morte en gallego, tiene historias y belleza a repartir a partes iguales. Este punto del planeta donde antaño se creía que acababa el mundo, asomándose a un Atlántico profundo y sin fin, acoge hoy en día algunos de los rincones más pintorescos del litoral coruñés.

De pueblo en pueblo y de cabo en cabo, dejándonos capturar por sus paisajes y una gastronomía recién sacada del mar, la Costa da Morte invita a que la recorramos con calma, sin prisas, contagiándonos por el ritmo de sus aldeas y parándonos a pie de hórreo para disfrutar de momentos, personas e historias. Su mar, tan fotogénico como furioso, tiñó las costas de naufragios que le valieron el apodo de “Costa de la Muerte”, un nombre popular que se mantiene incluso ahora que sus numerosos faros han acabado con su pasado más negro.

Desde los Bajos de Baldaio, en Carballo, hasta el Cabo de Finisterre podríamos recorrer la Costa da Morte en un par de horas, pero sus encantos bien se merecen olvidar las prisas y dedicarle al menos un par de días, porque como ahora verás tienes mucho que visitar.

De Malpica a Camariñas

Malpica de Bergantiños se encuentra a unos 40 minutos en coche desde La Coruña y desde allí comenzaremos esta ruta por la Costa da Morte. En Malpica merece la pena darse un buen paseo por su puerto, por las calles más estrechas de su parte vieja y sin olvidar la zona alta desde donde tendremos las mejores vistas. Frente a ella, en el mar, las islas Sisargas suponen un buen refugio para numerosas aves marinas. Nuestro primer encuentro con las playas lo podemos tener muy cerca, en la playa de Seaia, por donde pasaremos de camino al cabo de San Adrián. Desde allí disfrutaremos como en ningún otro lado de la mejor panorámica hacia Malpica y las Sisargas.

Nuestra próxima parada será en Punta Roncudo y de camino nos encontraremos con una antigua fortaleza del siglo XIV, las Torres de Mens. Se dice que en los acantilados de Roncudo se encuentran los mejores percebes de toda Galicia, pero dada la peligrosidad de sus aguas allí encontraremos las Cruces de los Percebeiros, puestas allí en memoria de más de una tragedia.

Seguiremos bajando hacia el sur hasta la localidad de Borneiro ya que en sus proximidades hay dos importantes restos arqueológicos que no nos deberíamos perder, el castro de Cibdá, del s. VI a.C. y el dolmen de Dombate, del IV milenio a.C., ahí es nada. Tras conocer la prehistoria gallega continuaremos hasta Laxe donde nos esperan la playa de Soesto y el faro de Laxe en la punta del monte da Ínsua.

No nos entretendremos mucho porque aún queda lo mejor del día. Seguiremos la costa hasta llegar a Arou para una vez allí dejar la carretera y adentrarnos en una pista de tierra que nos llevará hasta el Cabo Vilán. De camino pasaremos por el Cabo Trece y allí encontramos el conocido como “Cementerio de los ingleses”, donde descansan los 172 marineros del buque inglés que naufragó frente a estas costas en 1890, el HMS Serpent.

En el Cabo Vilán nos espera su faro, data de 1896 y fue el primer faro eléctrico instalado en España. Junto a él, la antigua casa de los fareros es hoy en día el Centro de interpretación de los naufragios, faros y señales marítimas. De aquí a Camariñas apenas nos separan unos 10 minutos de coche.

De Camariñas a Finisterre

Camariñas y el encaje de bolillos son uno solo. La fama centenaria de sus “palilleiras” tiene un porqué y la maña con la que las artesanas tejen sus piezas es algo digno de ver. Pondremos rumbo a Mugía, o Muxía en gallego, pero antes tenemos dos paradas imprescindibles por el camino. Primero, la playa de Lago, que bien podría haber salido del Caribe, y después en el hórreo de Ozón, el más largo de la zona con sus 27 metros de longitud.

Una vez en Mugía podríamos pasar por el Santuario de la Virgen de la Barca y por la iglesia de San Julían de Moraimé, pero solo si disponemos de tiempo, porque el plato fuerte nos espera en Finisterre, aunque no sin pasar antes por Corcubión y contemplar sus casitas frente al mar.

El Cabo de Finisterre, o Cabo Fisterra en gallego, es donde efectivamente el mundo llegaba a su fin y la tierra se acababa, de ahí su nombre, y fue aquí donde los romanos por primera vez vieron el espectáculo del sol hundiéndose en las aguas del océano. Hoy esa magia se ha convertido en romanticismo y es que no hay mejor lugar para contemplar una puesta de sol que desde el mirador del faro con la luz brillando en el horizonte azul. El propio Camino de Santiago se extiende hasta Finisterre donde según la tradición los peregrinos queman sus ropas y comienzan el regreso a casa.

Una vez aquí ¿acaso no merece la pena acercarse a ver algunas de las mejores playas de Galicia? En ningún caso deberías irte de la Costa da Morte sin pasarte por Langosteira, una enorme playa de arena blanca, así como por Mar de Fóra y O Rostro. Para terminar con la ruta, cuando ya dejes atrás Finisterre, no dejes para otra ocasión la cascada de Ézaro, donde el río Jallas se precipita al mar desde una altura de 40 metros.