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Apoyarse en fascistas para quitar a Manuela Carmena

Santiago Abascal en un mitin

Ruth Toledano

Se refería a la humanidad, supongo, pero tras el recuento electoral Díaz Ayuso dijo “el hombre”: que lo más importante que tiene el hombre es la libertad. “Soy la presidenta de todos los españoles en Madrid”, ha dicho también. Es absurdo que alguien tan incapaz como Díaz Ayuso pueda ser presidenta de la Comunidad de Madrid, pero a los votantes de derechas no les importan las aptitudes de sus candidatos. Total, para robar solo hay que ser ladrón y para robar de las instituciones, los fondos y las empresas públicas solo necesitas que te lo permitan tus fundamentalistas. La corrupción de la trama Gürtel, la trama Lezo o el caso Púnica no les importa. La corrupción de Ignacio González y Francisco Granados no les importa. El espionaje de Esperanza Aguirre a los adversarios no les importa. El desmantelamiento y la privatización (Díaz Ayuso lo llama “colaboración público-privada”), para favorecer a unas pocas empresas concesionarias, de una sanidad pública que favorecía de manera universal y con calidad no les importa. Que hayan aumentado, y quieran incrementar, las subvenciones a colegios privados, muchos ultracatólicos, mientras Madrid es la comunidad que menos invierte en sus escolares no les importa. El escándalo del caso Máster no les importa.

Avergüenza mucho una ciudadanía así. Más aún sabiendo que, aunque el PP se había desplomado en la generales (y, de hecho, ha perdido votos en las municipales y autonómicas), el gobierno de Díaz Ayuso sería posible si pacta con Ciudadanos pero también con los fascistas de Vox. A fin de cuentas, para ella “Vox no es extremo, tiene postulados que no comparto pero es un partido democrático con el que se puede llegar a acuerdos”. El partido democrático al que se refiere es el de Ortega Smith, que quiere apartar el Orgullo LGTBI llevándolo a la Casa de Campo, y Rocío Monasterio, que se atreve a mencionar la zoofilia mientras sostiene un folio con el logo de COGAM. Avergüenza una ciudadanía capaz de entregar su voto a esa formación (aunque menos que en las elecciones generales), pero también a un PP que se sabía que solo podría gobernar con semejantes alianzas y a un Ciudadanos que hizo lo mismo antes en Andalucía. Díaz Ayuso ya ha avisado de que no quiere dejar “infrarrepresentada” a ninguna de las formaciones con las que pactará, incluida Vox. Asusta que a esa ciudadanía no le importe la presencia de gente así en las instituciones democráticas. Deja estupefacta que les pueda convencer el tándem ultraderechista junto a Díaz Ayuso.

La falta de escrúpulos políticos de la que será presidenta de la Comunidad de Madrid (y, con seguridad, también la misma de Ciudadanos), más algún error de Manuela Carmena y numerosos errores de la izquierda han traído la peor noticia para la ciudad: que Carmena haya perdido la alcaldía. Costó mucho tener a alguien como ella y pierde Madrid. No ha habido nadie mejor al frente del consistorio en muchas décadas y su gestión deja muchos y visibles beneficios. Con Madrid Central ha disminuido notablemente la contaminación del aire y las calles del centro se han vuelto mucho más cómodas y agradables sin la saturación de coches. La deuda ha disminuido al tiempo que ha aumentado la inversión en servicios públicos. Madrid ha tenido un perfil feminista e inclusivo. Veníamos de Ana Botella. La que vendió viviendas sociales a fondos buitre con los que trabaja su hijo José María Aznar Botella. Pero, a pesar de tener más votos que sus rivales, Manuela Carmena ha perdido la alcaldía. Ganan los perdedores por la misma vergonzosa razón que mantendrán la Comunidad: los pactos con los fascistas. Da mucha vergüenza también que alguien como Martínez-Almeida vaya a sustituir a alguien como Carmena y que lo vaya a hacer con el apoyo de alguien con la violencia verbal e ideológica de Ortega Smith.

Ahora toca que la izquierda haga autocrítica, pero ya hemos oído esa cantinela tantas veces y el doble golpe ha sido tan duro que el desánimo y la desesperanza se palpan entre las personas que han votado a alguna de sus distintas divisiones. Temerosa con la que se avecina, hay mucha gente harta y enfadada con las izquierdas fragmentadas, puristas, egoístas, ególatras, irresponsables, sordas. Deberían dimitir varios, no solo Pablo Iglesias, como se está pidiendo y para quien además no es el momento porque hay que hacer gobierno progresista nacional. Quizás lo haga después, pero Podemos está herido de muerte y no parece que vaya a sobrevivir. Y quizá las izquierdas madrileñas sean un poco más inteligentes a la próxima. A lo mejor así no se quedan más de 700.000 personas en casa y algunas votan izquierdas. Es difícil perdonar esa abstención y en parte ha estado motivada por la desmotivación de la desunión. Esos votos eran fundamentales y al final vamos a tener todos lo que solo ellos se merecen.

Mientras tanto, solo cabe la resistencia, esa palabra que creíamos nuestra y que también, como tantas cosas, quiso quitarnos la ultraderecha cuando Abascal la usó en la noche electoral nacional. No queda más remedio que resistir. Y seguir luchando, también por esos animales que las derechas vienen a seguir torturando en la Comunidad de Madrid y, seguramente, en la escuela de tauromaquia del municipio (escuela de torturadores y gente que mata) a la que Carmena cerró el grifo. En Madrid los animales han perdido. Como han perdido en Europa, al no conseguir Pacma el ansiado escaño que llevaría a los animalistas españoles a trabajar en una alianza de once formaciones animalistas europeas. Una tristeza y una vergüenza.

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