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El lado sucio del teflón

Fotograma del documental The Devil We Know

José Luis Gallego

Se acaba de estrenar el documental “The devil we know. Envenenados” de Stephanie Soechtig y Jeremy Seifert. Se trata de un riguroso y estremecedor filme que narra uno de los mayores escándalos medioambientales de todos los tiempos: la contaminación mundial provocada por los fabricantes del teflón.

El teflón es un polímero de alta resistencia al calor y la corrosión que permite diferentes usos industriales: desde ropa impermeable hasta material de construcción, productos para la higiene personal, accesorios de automóvil, armamento, material clínico y de laboratorio, pinturas y barnices. Aunque su aplicación más conocida es como antiadherente en cazos, sartenes, planchas, moldes de pastelería y otros utensilios de cocina.

Pero lo que no resulta tan conocido es el lado sucio del teflón.   

El documental de Soechtig y Seifert denuncia que los científicos de la empresa que lanzó este producto al mercado, la multinacional norteamericana DuPont (actual DowDuPont, uno de los mayores imperios agroquímicos del mundo), sabían desde principios de los años 60 del pasado siglo que su componente principal, el ácido perfluoroctánico (PFOA) también llamado C8, resultaba altamente tóxico para el medio ambiente y podía tener graves efectos en la salud humana.

Hay una estremecedora declaración de uno de los empleados de la fábrica de teflón en la localidad de Parkesburg (Virginia Occidental) en la que relata como a veces se escuchaban unos extraños golpes en el tejado de la nave, “como si fuera granizo”, mientras fuera hacía un día soleado: “era el impacto de las aves que sobrevolaban las chimeneas y caían fulminadas”. Esa fue una de las principales fuentes de contaminación del teflón, la atmosférica. Pero no la única.

Parkesburg está a orillas del río Ohio, al que, desoyendo el aviso de los científicos, DuPont vertía directamente las aguas residuales de su planta. Como resultado, el C8 empezó a extenderse por el ecosistema acuático afectando a toda la cadena trófica.

El documental arranca con las imágenes de video doméstico de un granjero mostrando los efectos en el ganado y la fauna salvaje: desde vacas hasta potros, desde peces hasta ciervos. Todos muertos o con deformaciones.

Los efectos en los habitantes de la comarca no tardaron en llegar. La contaminación empezó afectando al resto del estado, se amplificó a todo el país y acabó extendiéndose por todo el planeta.

Las demandas colectivas e individuales contra DuPont se acumularon en los tribunales. La empresa empezó a perder juicios y a pagar millonarias indemnizaciones y sanciones. Tras llevarse a cabo el mayor estudio epidemiológico de la historia (participaron más de 70.000 personas) y tras siete años de investigaciones, en 2012 salió a la luz el informe que relacionaba directamente la contaminación por el C8 presente en el agua potable con algunas enfermedades tan graves como el cáncer de hígado y de testículos o la colitis ulcerosa.

Actualmente el PFOA se halla presente en los organismos de los seres vivos de todo el planeta: desde las ballenas del ártico hasta los delfines del Mediterráneo. Y por supuesto en el de las personas. El 99,7% de las muestras de sangre de los estadounidenses dieron positivo en C8.  

El documental deja perfectamente claro que la empresa conocía de antemano el carácter altamente tóxico de los compuestos del teflón y era consciente del riesgo al que estaba sometiendo tanto a sus trabajadores como a la población en general. Y recoge imágenes de las manifestaciones contra el teflón y contra DuPont por todo el mundo.

En 2015 la empresa abandonó el uso del C8 en la elaboración del teflón. Lo sustituyó por un nuevo material llamado Gen-X que empezó a fabricar bajo otra marca: Chemours. Las pruebas de laboratorio determinaron que el nuevo componente provocaba los mismos efectos negativos en la salud que el anterior. Pese a ello, decidieron seguir adelante.  

En la actualidad, mientras los investigadores tratan de evaluar los efectos a largo plazo de la contaminación por C8, su sustituto, el Gen-X, está empezando a aparecer en los ríos, los ecosistemas y los organismos de los seres vivos, extendiéndose por todo el planeta como el diablo que ya conocemos.

Más información en: thedevilweknow.com

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