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Collboni asume un gobierno en solitario en Barcelona ante el adelanto catalán y el choque con Colau

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.

Pau Rodríguez / Sandra Vicente

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El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, se puso como objetivo aprobar los presupuestos y ampliar el gobierno municipal antes de primavera. Pero la nueva estación llegó esta semana a la ciudad y sus deseos no han florecido. El ‘no’ de los comuns a las cuentas de 2024 ha empeorado –más si cabe– su relación con el partido de Ada Colau, y el acercamiento con ERC ha quedado congelado a la espera de que se disipen las elecciones catalanas.

Sobre la aprobación de las cuentas de 2024 hay pocas dudas. El alcalde socialista, que solo consiguió el apoyo de ERC, las sacará adelante mediante una cuestión de confianza. A falta de una mayoría alternativa por parte de la oposición, Collboni verá como se aprueba automáticamente la previsión de gasto de 3.800 millones el 2 de mayo. Pero la ampliación del gobierno va a ser más complicada. 

El pleno municipal celebrado este viernes, en el que se tumbaron los presupuestos, evidenció la animadversión que existe entre el PSC y los comuns, a pesar de los dos mandatos –casi enteros– que compartieron en el Ejecutivo liderado por Ada Colau. Al confirmarse el ‘no’ de los morados a las cuentas, Collboni quiso tomar la palabra para dejar una frase lapidaria, dirigida a Colau: “Nunca había visto tanta irresponsabilidad junta en tan poco tiempo”. 

Se refería Collboni a la negativa de los comuns a aprobar las cuentas de la Generalitat, hecho que desembocó en el adelanto electoral catalán y, de rebote, en la renuncia de Pedro Sánchez a tramitar los Presupuestos Generales del Estado para este 2024.

PSC y ERC habían logrado sellar sendos acuerdos presupuestarios en el Govern catalán y en Barcelona. Pero el desacuerdo de los comuns con Pere Aragonès no hacía presagiar nada bueno para la capital catalana. Aunque todas las partes aseguran siempre que no mezclan carpetas, Collboni lo dejó caer el día que retomó la idea de aprobar presupuestos: “A veces el contexto ayuda a los acuerdos y a veces los dificulta”.

Esa misma frase sirve para comprender que el contexto electoral de los próximos meses no ayudará a cerrar pactos de gobierno. La creciente buena sintonía que mantenía el PSC con ERC, que les llevó a pactar las cuentas pero también a abordar un posible incorporación de los republicanos al Ejecutivo, queda por ahora congelada. La pugna electoral de cara al 12 de mayo les convierte en rivales directos y ambas formaciones entienden que les perjudicaría aparecer como socios en la capital de Catalunya. 

De esta forma, el encaje de manos que se vio este viernes en el plenario entre el alcalde Collboni y la presidenta del grupo municipal de ERC, Elisenda Alamany, tal vez no se repita por un tiempo. El debate investidura en el Parlament podría alargarse hasta mediados de junio y, si fracasa, se repetiría el pleno en agosto. De todos modos, un tablero catalán en el que sumara mayoría un tripartito de izquierdas, sea gobernando juntos o con acuerdos para facilitar la estabilidad podría reactivar la entente progresista en Barcelona, según reconocen algunos negociadores. 

El 'factor Colau'

Tras alzarse con la vara de alcalde en julio, Collboni no tuvo prisa para buscar alianzas. Consciente de que podía reclamar apoyos a Junts, ERC o comuns en función de cada proyecto, optó por un inicio de mandato sin fuegos de artificio, con el discurso de la estabilidad y con solo una medida estrella que no requería de grandes acuerdos: el Pla Endreça, para mejorar la limpieza de las calles y perseguir las conductas incívicas en el espacio público. 

Pero si Collboni no se apresuró a ampliar el gobierno fue también por otra razón. Quería esperar a ver cómo quedaba el liderazgo de sus posibles socios, dado que los cabezas de lista de Junts, Comuns y ERC habían dejado entrever, algunos de forma más clara que otros, que no agotarían los cuatro años. Xavier Trias, quizás el más tajante, ha ido aplazando su marcha. Colau incluso ha reafirmado su compromiso con el consistorio. El único que dejó el acta fue Ernest Maragall, y dos meses después republicanos y socialistas ya reconocían un acercamiento

Mucho más complicada, al menos en estos momentos, es la relación con los comuns. Un distanciamiento que va más allá de la negociación de los presupuestos. Collboni acusa a Colau de priorizar la silla al poner como condición su entrada en el Ejecutivo para validar las cuentas. Pero los comuns responden con una lista de agravios que se remonta a los votos que le dieron para ser alcalde en detrimento de Trias.

El partido de Colau le reprocha al PSC que, después de haber alcanzado la alcaldía gracias a ellos, se hayan dedicado a pactar con Junts varias medidas contrarias el legado heredado, entre ellas revisar el 30% de vivienda protegida en nuevas promociones o la rebaja de la tasa de terrazas de la hostelería. 

En las filas de los comuns existe el convencimiento de que Collboni nunca ha entablado negociaciones formales para incorporarles a su gobierno porque no tiene un interés real en convertirles en sus socios. La proyección pública y mediática de Colau, que podría buscar perfil propio dentro del gobierno, podría llegar a ser un incordio para el alcalde. 

Además, tampoco ha ayudado a las relaciones entre estos dos antiguos socios la salida del consistorio del concejal Jordi Martí. El actual secretario de Estado de Cultura, número 2 de Ernest Urtasun en Madrid, se había convertido en el principal puente de los comuns con otras formaciones, no solo por su habilidad negociadora, sino porque antes que edil del partido de Colau lo fue del PSC y durante no pocos años.

En el futuro inmediato, preguntados socialistas y comuns por si retomarán los contactos antes del pleno extraordinario del 27 de marzo, cuando se activará la cuestión de confianza, por ahora no lo tienen en la agenda. Si nada cambia, se activará este mecanismo, que concluirá el 2 de mayo con unos presupuestos aprobados pero todavía sin un horizonte claro para Collboni.

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