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Un libro rescata el diario del primer alcalde depuesto por el franquismo: “Creo que la República termina esta noche”

Tomás Alfaro Fournier, último alcalde de Vitoria

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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Tomás Alfaro Fournier nació en Valladolid en 1892 y murió en Madrid en 1965. Pero era vitoriano de sentimiento y de ejercicio. Es el nieto de Heraclio Fournier, el dueño del conocido negocio de naipes de la capital vasca, y hermano del aviador de gran prestigio internacional Heraclio Alfaro Fournier. Pero Alfaro Fournier, republicano moderado de izquierdas, tiene un hueco propio en la historia aunque haya quedado algo olvidado en la historiografía. Después de haber contribuido a la transición de la monarquía a la república el 14 de abril de 1931, era el alcalde de Vitoria el 18 de julio de 1936, cuando se produjo la sublevación militar y el golpe de Estado que inició la Guerra Civil. De hecho, fue el primer alcalde legítimo depuesto por los franquistas en toda España. Ahora, 88 años después, un libro del catedrático en Historia por la UPV/EHU Santiago de Pablo rescata la biografía de Alfaro Fournier a través de un diario escrito por él mismo y que redactó hasta el día mismo en que fue encarcelado. Todavía lo retomó después, tras su liberación.

El trabajo, que lleva por título Una tragedia política. La Segunda República en Vitoria vista por Tomás Alfaro Fournier (Ediciones Beta), ha sido presentado esta tarde en Vitoria. De Pablo ha estado acompañado de otro historiador, Antonio Rivera, y de la alcaldesa de Vitoria, Maider Etxebarria. Es solamente la segunda de un partido de izquierdas desde Alfaro Fournier, aunque ella ha apuntado que hasta ahora desconocía que tuviera en él a un predecesor. Además, ha afirmado que la República quiso ir “demasiado deprisa” y que en algunos momentos operó con “radicalización y extremismo” que “hicieron desaparecer el centro político”. Ha señalado, igualmente, que Alfaro Fournier formaba parte de la “elite” y que en ocasiones veía a la ciudadanía “como una amenaza”. El trabajo bebe de la colaboración de la familia del protagonista. Sus descendientes han acudido al acto.

Se ha preguntado a la alcaldesa, durante el coloquio posterior a la presentación, por las políticas de memoria de su mandato. “La memoria democrática es algo de sentido común. Aquí no hay ningún tipo de ideología. Desde el Ayuntamiento hemos puesto en marcha diferentes acciones. Es un verdadero orgullo poder fomentar acciones vinculadas con la memoria del terrorismo, como dotarles a unos jardines detrás del Palacio Europa el nombre de Miguel Ángel Blanco. El otro día mismo, por primera vez en la historia de la democracia, un ministro socialista vino a hacer una ofrenda floral en el 3 de marzo. Es un toro que quiero coger por los cuernos. Vais a poder ver algunas de las acciones en breve”. Justamente hace unas semanas se aprobó impulsar placas en memoria de personas relevantes de aquel período.

“Un hombre del Renacimiento”

De familia acomodada, el Alfaro Fournier joven fue delantero de balompié cuando ni siquiera se había creado el Deportivo Alavés, árbitro “imparcialísimo” también de aquellos primeros partidos en la provincia, aficionado y juez de tenis, especialista en golf y tiro de pichón, practicante de ciclismo y pelota vasca, patrón de pesca y hasta taurino. Era un “distinguido sportman vitoriano”, según la prensa de la época. En el plano cultural, Alfaro Fournier era pintor, escultor, dibujante, fotógrafo y compositor. El Teatro Príncipe, por donde habían pasado Carlos Gardel o Jesús Guridi, estrenó en 1929 su ballet 'Libélula', inspirado en Chopin. Era articulista en periódicos y revistas, miembro de clubes como la Sociedad Coral o el Círculo Vitoriano y fundador del primer club del cinematógrafo de una ciudad que, en aquella época, bullía en el plano cultural y social. De formación jurista (por la Universidad de Valladolid), también era empresario. La rama de los naipes la continuó otro hermano, Félix Alfaro Fournier. Su negocio eran los sacos de yute. “Era un hombre del Renacimiento”, ha apuntado De Pablo.

En 1924 se casó con María Drake, trece años más joven. Se conocieron en unas vacaciones de ella en Vitoria. Era la heredera del marquesado de Cañada Honda. Las nupcias tuvieron lugar en el palacio episcopal de Madrid y ofició el propio obispo, Leopoldo Eijo y Garay, que antes lo había sido de Vitoria. Su politización se inició en 1914 en la campaña para ser diputado en las Cortes Generales por Vitoria de Eduardo Dato. Lo apoyó como su padre, Juan Bautista Alfaro, casado con una hija de Heraclio Fournier. Dato, presidente del Gobierno de Alfonso XIII en aquellos años y luego asesinado, era monárquico conservador, pero concitó la adhesión de la izquierda local para frenar el avance del carlismo ultraconservador y ultrarreligioso. Unos años después coqueteó con el PNV. Llegó a dar charlas en 'batzokis'. Estudió euskera, lo que le parecía “interesantísimo”. Pero en 1921 se presentó voluntario para defender los intereses coloniales de España en el norte de África tras el desastre de Annual. Condecorado, regresó en 1922 y alcanzó un rango de teniente de complemento de Infantería en el Ejército español.

En la dictadura de Miguel Primo de Rivera, intentó captarlo el partido único de la época, Unión Patriótica (UP). Como reacción, se enroló en 1928 en el Partido Republicano de Álava, que luego derivaría en Izquierda Republicana. Allí coincidió ya con Teodoro González de Zárate, el gran referente republicano en Vitoria y que acabó fusilado en 1937. En 1930 dejó escrito en su diario que tocaba “derrumbar sin miramiento alguno” el “edificio” de la monarquía. “¿Acaso pueden ir unidas la monarquía y la libertad? La monarquía es la negación del derecho de igualdad de los hombres. [Y en España es mucho menos defendible porque] los Borbones [han] rematado la obra de ruina y derrumbamiento de la nación”, proclamó. “Es azañista”, apunta De Pablo, que recuerda que este político vasco se carteaba con Manuel Azaña y Santiago Casares Quiroga, dos de los presidentes en la época.

El domingo 12 de abril de 1931 Alfaro redactó que al siguiente domingo España sería ya una república. 48 horas después, el 14 de abril a las 18.00 horas, ya conocida la proclamación del nuevo régimen en Eibar y en Madrid, los republicanos locales se dirigieron al Gobierno civil y Gabriel Martínez de Aragón tomó el control de las instituciones. Martínez de Aragón, antes monárquico, llegó a ser fiscal general del Estado en la II República. Pero la izada de la bandera tricolor no era algo conocido en la capital. Como no hubo modo de comunicar con Indalecio Prieto, que estaba volviendo del exilio, Alfaro Fournier y un socialista, Primitivo Herrero, viajaron en coche a las tres de la madrugada a la capital para explicar en primera persona a las autoridades la adhesión de Álava al nuevo régimen. Aunque aplaudía el “feminismo”, apuntó lo siguiente en su bitácora: “Muchos hombres han reaccionado así. Les molesta la nueva bandera, el nuevo himno, el que quiten de los cuartos de estandartes, de los despachos oficiales, de las escuelas, ... los retratos del rey [Alfonso XIII]... Y han llorado un poco rabiosamente. Histerismo, todo ello es histerismo afeminado y cursi”.

En 1931 el primer alcalde republicano fue González de Zárate y Alfaro Fournier fue designado teniente de alcalde. Las elecciones municipales se repitieron y, a la segunda, ya hubo mayoría de izquierdas, republicana y nacionalista frente a las derechas y los tradicionalistas carlistas. En 1934 hubo una suspensión general de los municipios vascos y fue nombrado alcalde gestor el conservador Luis Ginés Ostolaza. En 1936 en España ganó el Frente Popular y en Vitoria se restauró la corporación salida de las elecciones de 1931. González de Zárate volvió a ser alcalde y Alfaro Fournier, de nuevo, su segundo.

Una huelga provocó la dimisión de González de Zárate. Dijo de él Alfaro Fournier que era “un espíritu muerto” que no sentía “el acicate de los momentos difíciles” que vivía España. El partido no aceptó la renuncia, pero el alcalde la consumó 'de facto' pidiendo un largo permiso por asuntos propios. Lo había hecho antes. El 14 de mayo de 1936 Alfaro Fournier pasó a ser, a todos los efectos, el alcalde de Vitoria. Alcalde “accidental”, firmaba. Vivió con preocupación la convulsión y la violencia que se había apoderado de España. Lamentaba los ataques de “las derechas” a la democracia y que las fuerzas republicanas estuvieran “desbordadas por las extremas izquierdas”. Temía una “dictadura fascistas”, pero también una “dictadura del proletariado”. “Esto va de mal en peor”, anotó.

El 13 de julio fue asesinado José Calvo Sotelo. Es considerado como la chispa que propagó la sublevación, aunque fue una reacción a otro crimen, el del agente de la Guardia de Asalto José del Castillo. El alcalde escribió en su diario que sentía “honda conmoción” y añadió: “La tragedia se cierne sobre España [...]. Quisiera equivocarme en mis vaticinios pero...”. A propuesta del PNV y con el apoyo del alcalde, el 16 de julio Vitoria condenó ambos atentados.

Y se inició el golpe de Estado. “Ayer estalló en África un movimiento militar. [...] Llamé por teléfono al Gobierno Civil [...]. Se puso al habla el secretario particular del gobernador, que me dijo que no ocurría nada. Pero en sus palabras noté algo extraño. [...] Es preciso evitar en Vitoria una catástrofe. Creo que la República termina esta noche”. En la noche del 18 al 19 de julio de 1936 el alcalde siguió la situación desde el Gobierno civil. En paralelo, el máximo mando militar de la plaza, Camilo Alonso Vega, convecino ferrolano de Francisco Franco y luego su plenipotenciario ministro de Gobernación durante años, proclamó el estado de guerra. A las 6.00 horas, el gobernador civil ya había cedido el control a los sublevados. Al poco de abandonar el edificio, fue ocupado por fuerzas tradicionalistas.

Alfaro Fournier acudió al Ayuntamiento en la tarde del 19 de julio. Cedió el bastón de mando al derechista Rafael Santaolalla, que permitió la instalación en Vitoria de los estados mayores de la Alemania de Adolf Hitler y de la Italia de Benito Mussolini. También propuso a Franco recuperar el himno que todavía hoy sigue vigente. Santiago de Pablo recoge dos versiones del traspaso de poder. Cita un informe policial que apunta que el alcalde democrático se resistió pero también que “otras fuentes” apuntan a un cambio más “amigable”. Fue el primer municipio de España controlado por los golpistas.

Sea como fuere, lo que plasmó en su diario fue lo que sigue: “Estoy demasiado impresionado para relatar con detalles todos los incidentes. [...] Felizmente no ha habido hechos sangrientos. A las cinco de la tarde me llaman al Ayuntamiento. Entrego la Alcaldía a Rafael Santaolalla, que me lo requiere en nombre de la autoridad militar. ¿Qué ocurre en el resto de España? Hace un día hermoso, rutilante de sol. Miro al cielo azul. Mi vida política ha terminado. Estoy satisfecho. La República ha fracasado. Yo he trabajado honradamente pero ha sido inútil. Menos mal que Vitoria ha sido un oasis en el caos de toda España durante los últimos tiempos. Ahora... la Dictadura. Se ha tirado demasiado la cuerda ésta se ha roto”.

A las 4.00 horas del 20 de julio, las nuevas autoridades sublevadas despertaron al alcalde depuesto y lo encarcelaron en la prisión de Vitoria, en la calle de La Paz. Dice el autor de la biografía del político que el inicio de la estancia entre rejas fue “apacible”. Quedaban funcionarios republicanos y tenía visitas, incluida la de González de Zárate o la de su esposa. Todo cambió en agosto. José Millán-Astray visitó Vitoria. Los nazis empezaron a llegar a la ciudad. Empezaron los “paseos” de los presos políticos. “Mis ideales están apagados. Comprendo que el mundo no camina hoy por los senderos en que yo soñaba y que ya nada tengo que hacer”, le contaba a su mujer en una carta.

Ella intentó mediar con la Iglesia y con dirigentes locales de la derecha, incluido Santaolalla, pero no fue posible. En abril pasó al convento de Manuel Iradier reconvertido en prisión, justo enfrente de la casa de su familia. Muchos de sus compañeros de corporación fueron enviados en esos mismos días al alto de Azaceta y fusilados, incluido González de Zárate. También pasó por otro presidio habilitado en Murgia, en el convento de los Paúles. Fue juzgado en Burgos en marzo de 1938 y condenado a seis años y un día, luego reducidos a tres, por sus actuaciones “de extrema izquierda” y por “excitación a la rebelión”: “Nos encontramos ante un hombre ideológicamente equivocado”. Estuvo también preso en Hondarribia y en Loiola, en Donostia. Le pusieron una multa de 4.500 pesetas, casi la mitad de un patrimonio total valorado en 9.300 pesetas. Entiende De Pablo que salvó la vida en buena medida porque por su condición de militar pasó por penales con menos “sacas”.

Cumplida la pena en 1939, Alfaro Fournier se trasladó a Madrid. Durante los años de la II Guerra Mundial se asoció a un Club Británico para apoyar a los aliados contra nazis y fascistas. Explica su biógrafo que “trató de ayudar a sus correligionarios políticos de antaño”, republicanos, socialistas o nacionalistas, que podían ser represaliados. Ángel de Apraiz pudo volver del exilio gracias a él. “Encontraron en Alfaro el amigo de siempre”, concluye De Pablo. Su hijo, Tomás Alfaro Drake, indica que no pudo ejercer como abogado ya que para serlo tenía que jurar los principios del “Movimiento Nacional” y él se negó en todo momento.

La muerte y la familia

Volvió a completar su vida en Vitoria, en Villa Paula. Allí organizaba tertulias y retomó la pintura, la música o la escultura. También volvió a escribir, incluido su diario. Falleció en 1965 a causa de una embolia cerebral. Tenía 73 años. A su muerte, la prensa del régimen glosó su figura, aunque “se obviaba” su “significación política”, según De Pablo. Alfaro Fournier tiene una calle en Vitoria, aunque como “pintor” y no como alcalde. Sí la mantiene todavía hoy el sucesor de Santaolalla, José Lejarreta, por su supuesta aportación a las fiestas de la ciudad, aunque su principal cometido fue elaborar listados de cargos durante la II República para los nuevos tribunales de responsabilidades políticas. La residencia universitaria también lleva el nombre de Tomás Alfaro Fournier, pero en las placas memorialísticas de la época, llenas de imprecisiones históricas, ni siquiera es mencionado. En la Wikipedia de su hermano aviador no figura, aunque sí se cita a Félix, el heredero del negocio de los naipes.

La saga de los Fournier y de los Drake era muy grande. Ignacio Alfaro Founier, otro hermano, era comunista y fue asesinado en la Guerra Civil pero también lo fue a manos de milicianos revolucionario su suegro, Francisco Drake, el marqués de Cañada Honda, y buena parte de su familia política. Ocurrió nada más empezar la contienda y De Pablo apunta que constituyó una verdadera “masacre”. Otro pariente, Francisco Alfaro, fue una de las víctimas de Paracuellos del Jarama.

Su hermano Félix, heredero de Heraclio Fournier, puso la fábrica de naipes al servicio de los golpistas. Fallecido en 1989, contó a El Mundo que su imprenta era de tanta calidad que los primeros sellos con la efigie de Franco se hicieron en Vitoria. Un hijo, Juan Manuel Alfaro, guardaba la primera lámina imprimida autografiada por el propio dictador. Es menos conocido que la Italia fascista trasladó a Vitoria su servicio cartográfico durante la Guerra Civil porque Heraclio Fournier le permitía imprimir con alta calidad los mapas con los que se bombardeaban las ciudades. El Gobierno de España adquirió recientemente un libro editado en italiano desde la ciudad con algunas de esas láminas. Félix Alfaro Fournier fue procurador en las Cortes franquistas.

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