Teresa de Cepeda y Ahumada llegó muy lejos en la vida, tuvo éxtasis místicos, fue fundadora y alcanzó una estatura intelectual que apenas encuentra comparación entre sus contemporáneos. Tras su muerte fue canonizada, esculpida por Bernini y leída con entusiasmo por todos los grandes pensadores, incluido Freud, que la consideraba un modelo pefecto de “histérica”, aunque “genial y con el sentido práctico más extremo”. A punto estuvo de ser patrona de España, pero lo impidió la campaña de quienes pensaban que un país serio no se merecía una patrona con faldas, pudiendo tener un santo patrón matamoros, como explicaba Quevedo en su brutal panfleto Su espada por Santiago.
Sin embargo, nada de esto tiene, para un francés, verdadera importancia comparado con lo que le acaba de suceder a nuestra Teresa de Avila: la publicación de parte de sus escritos en la legendaria colección “La Pléiade”, de la editorial Gallimard. Hasta el circunspecto Le Monde bate palmas a toda página. Se trata de un volumen de 1184 páginas bajo la dirección del prestigioso hispanista Jean Canavaggio. Tras leer el artículo de Le Monde, dedicado en su totalidad a Santa Teresa, sorprende el título del volumen: “Œuvres”, de Thérèse d'Avila et Jean de la Croix. Cuánto han cambiado los tiempos: los huesos de Quevedo deben de estar revolviéndose en su tumba de Villanueva de los Infantes. ¡Una edición de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa y esos franceses sólo hablan de la mujer!