Según informan la agencia AFP y el diario francés Libération, un pintor ha logrado lo que parecía imposible: provocar un nuevo escándalo sobre el que la policía sueca ya ha iniciado una investigación.
Esta vez no se trata de un retrato de Mahoma ni de la receta para cocinar un crucifijo; el pintor sueco Carl Michael von Hausswolff ha declarado que había pintado una acuarela, expuesta en una galería, diluyendo en agua cenizas recogidas en un horno crematorio de un campo de concentración en Polonia, el de Majdanek.
La investigación policial la inició una demanda de un particular por “violación del reposo de los muertos”, un delito que en Suecia se castiga con diez años de cárcel. La portavoz del museo del campo de Majdanek, Agnieszka Kowalczyk, ha declarado al diario sueco Aftonbladet que, de ser cierto, se trataría de “un robo” y que el museo exigirá que las autoridades aclaren los hechos.
A nosotros nos sorprende, a estas alturas, la terquedad con la que algunos sedicentes artistas aún se empeñan en llamar la atención como niños malcriados, con los cuales el único remedio de probada eficacia es no hacerles demasiado caso.