El diseño como herramienta de un mundo más sostenible
Desde hace al menos dos décadas, el diseño está sufriendo importantes transformaciones debidas en gran medida a los cambios provocados por el paso de una sociedad industrial a una sociedad informacional. Como en alguna ocasión ha puesto de relieve el diseñador alemán Gui Bonsiepe, ya no es posible diseñar de la misma manera en que lo hacían los profesionales de una o dos generaciones atrás. El mundo ha cambiado y también el papel del diseñador en él. Si en el pasado debía encargarse de crear objetos, espacios o elementos gráficos útiles y bellos, actualmente, además, ha de interpretar de manera más completa las relaciones psicológicas, sociales y culturales que se establecen entre los seres humanos y los entornos, comunicaciones y productos en los que estos se desenvuelven o utilizan.
Estamos asistiendo a un proceso de redefinición y ampliación de las categorías en las que hasta ahora se clasificaba a los diseñadores (industriales, gráficos, interioristas, de moda...) pues la creciente complejidad de los problemas sociales y económicos a los que se enfrentan en su quehacer cotidiano las convierten en inadecuadas. Por ello, los profesionales están desarrollando nuevas formas de pensar y de abordar los problemas de diseño, aunque sin perder de vista que lo que dota de identidad a su profesión es la capacidad de proyectar y la intencionalidad de mejorar el mundo. Todo esto pone de relieve que se está produciendo una apertura de la disciplina y una expansión de lo que se considera diseño, un término que actualmente empieza a estar más vinculado a los conceptos de creatividad e innovación que al de producción seriada que, tradicionalmente, había servido para definirlo.
Para algunos, nos encontramos en una era dorada para el diseño ya que, en un momento en el que la mayoría de las empresas bajan sus precios y son capaces de ofrecer productos con prestaciones similares, este se convierte en un factor diferencial. Pero, además y como señaló en el informe Cox Review (2005) el Design Council -una de las organizaciones de referencia en materia de diseño-, hoy quizá más que nunca, esta disciplina y profesión “desempeña un gran papel en la configuración de la sociedad, las experiencias y conducta del público general”, porque influye en el consumo y el acceso a la información, repercute en el bienestar general, afecta a nuestra productividad y creatividad y “tiene un impacto sustancial sobre la experiencia del usuario y la satisfacción del público”. Esa importancia fue reconocida en 2011 por la Comisión Europea que, en su Política de Innovación para Europa, vio en el diseño una de las fuerzas motoras de esa innovación.
Frente a esas perspectivas y opiniones positivas, la realidad es que los diseñadores se enfrentan a una de las peores crisis de su historia porque en esta etapa de depresión económica lo primero que hacen muchas empresas es recortar en diseño, pues lo perciben como un gasto y no como lo que es: una inversión de futuro. En esa visión influye sin duda la imagen pública del diseño, generalmente asociado a objetos singulares, lujosos o caros, una imagen a la que contribuyen a menudo los medios de comunicación y que no se corresponde con el 99% de lo que encontramos en nuestro discurrir cotidiano, pues prácticamente todo lo que nos rodea ha sido diseñado -mejor o peor, pero eso ya es otro asunto-.
Y mientras muchos diseñadores se plantean cómo llegar a fin de mes, también reflexionan sobre la necesidad de asumir las responsabilidades que se derivan de su labor. De esta manera, por ejemplo, buscan cómo mitigar el impacto medioambiental de sus decisiones sobre formas y materiales, conscientes de que el diseño es parte del problema y parte de la solución. Los hay, también, que se plantean si nuestro actual modelo de bienestar basado en el consumo sigue siendo válido. No faltan, tampoco, quienes se comprometen con causas políticas y sociales, desde un posicionamiento claramente activista, como hemos visto en las campañas a favor de Obama o en las movilizaciones en torno a las plazas. Y es que, más allá del rol fundamental que puede desempeñar en la activación de la economía, el diseño tiene mucho que aportar a la hora de crear un mundo más sostenible.