El pasado martes se celebró el pleno del Consejo Estatal de las Artes Escénicas y de la Música, que es según dicen las agencias el más alto órgano colegiado de asesoramiento y participación del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM).
Estaba allí el secretario de Estado Lasalle, que dijo, no sabemos a cuento de qué, que se comprometía a hacer todo lo que estuviera en su mano para salvaguardar la dignidad profesional de los creadores.
Vaya, no sabíamos que la dignidad profesional de los creadores estuviera amenazada. Suponemos que el secretario de Estado se refería a sus emolumentos, pero que le daba vergüenza decir esa palabra —emolumentos— tratándose de artistas, que viven, como todo el mundo sabe, del aire y de la espiritualidad que alimenta sus obras.
Dijo Lassalle en esa reunión: “La incertidumbre que atraviesa España ha puesto al filo del abismo a nuestro sector y nos ha empujado a replantear un modelo de política cultural que, en términos generales, se ha mostrado ineficiente, por otro más sostenible, participativo y plural”.
Lo primero que nos llama la atención es la sintaxis.
Lo segundo que nos sorprende es eso de “nuestro sector”. Este secretario de Estado no parece de derechas, parece un sindicalista hablando del sector del metal, del sector del carbón y el sector de la danza.
En tercer lugar resulta descorazonador que incluso para un secretario de Estado como este, con buenas intenciones y ningún poder real, el arte sólo sea valioso en términos sectoriales, es decir mercantiles.
Y por último: la incertidumbre que atraviesa España no ha empujado a nadie a hacer nada. Lo que se ha hecho se ha hecho porque se ha querido hacer. El replanteamiento del sector cultural, amigo Lasalle, ha sido una decisión política tomada desde una ideología que desprecia y teme a los artistas. La derecha en general no se ha llevado nunca bien con los artistas ni con esa clase de gente que ha desarrollado su propio criterio y que hace casi siempre lo que le da la real gana.