El pasado lunes la Fundación CYD -dedicada al estudio de la contribución de las universidades españolas al desarrollo económico y social- presentó elInforme CYD 2013. Este informe se ha venido elaborando de forma anual durante los últimos 10 años, recopilando información sobre la situación y contribución de los graduados y las universidades españolas al sistema económico, el mercado de trabajo y la investigación, proporcionándonos datos para España y en relación con otros países de la Unión Europea.
A grandes rasgos, la información proporcionada por el Informe nos muestra una vez más que la educación universitaria vale la pena. En comparación con las personas que tienen un nivel educativo inferior, los graduados universitarios gozan de una mayor tasa de actividad, mayor tasa de ocupación, mayores ingresos salariales y menor tasa de paro.
Sin embargo, las “ventajas” laborales tradicionalmente asociadas a la obtención de un título universitario (trabajo seguro y bien remunerado) se han visto reducidas en las últimas décadas. Actualmente, en España un número importante de graduados universitarios -especialmente aquellos más jóvenes- terminan ocupando puestos de trabajo por los cuáles disponen de más formación de la requerida. Este fenómeno, conocido con el nombre de sobreeducación, supone un descenso de la calidad de la ocupación no sólo a nivel de ingresos, sino también en lo que se refiere a las posibilidades de aprendizaje y acumulación de experiencia en el trabajo. Aunque en algunos casos la entrada por la vía de la sobreeducación puede suponer una estrategia de promoción dentro de la empresa, en otros muchos casos se convierte en una trampa de la cual no se puede escapar fácilmente, incluso más en tiempos de recesión económica.
Según se presenta en el tercer capítulo del informe, el año 2013 en España el 32% de los graduados universitarios que fueron contratados ocuparon una posición para la cual no era necesario un nivel alto de cualificación. Podemos considerar que estas personas están sobreeducadas en relación con su puesto de trabajo.
Tal y como ya han apuntado otras instituciones, la incidencia de la sobreeducación es mayor en España que en otros países europeos. En el Informe se argumenta que hay dos motivos por los que España está experimentado el fenómeno de la sobreeducación en mayor medida que otros países de su entorno: 1) el alto porcentaje de graduados universitarios; y 2) la menor creación de puestos de trabajo de alto nivel de cualificación.
Mientras que puedo estar de acuerdo con el segundo de los argumentos, no puedo estarlo completamente con el primero. El principal motivo es que, como es bien sabido, la distribución del nivel de cualificaciones en España está altamente polarizada. Es cierto que el porcentaje de personas con nivel universitario es ligeramente superior a la media europea, pero también lo es –y en mayor medida- el porcentaje de personas con sólo estudios secundarios obligatorios (ESO) o inferiores. Esta polarización supone un déficit en la parte intermedia del nivel de instrucción, dejando a un porcentaje comparativamente bajo de personas con estudios intermedios, normalmente de carácter técnico (ciclos formativos de grado medio y bachillerato).
Tal y como muestra el gráfico 1 -elaborado mediante datos de la nueva encuesta PIAAC de la OCDE- España presenta un porcentaje de personas ocupadas con nivel de educación superior (ISCED 5/6) próximo a la media de la OCDE. Lo que sí que destaca del caso español –juntamente con Italia- es el alto porcentaje de trabajadores con secundaria obligatoria (ESO) o inferior (ISCED 2 o inferior). Aunque aquí se esconde un efecto generación – los trabajadores más mayores tuvieron menores oportunidades educativas que los jóvenes- también se observa que el porcentaje de personas con niveles intermedios es comparativamente baja. Por lo tanto, el principal problema no es que haya “demasiados” universitarios, sino que hay demasiadas personas con nivel de estudios inferiores y que las enseñanzas de nivel medio (ISCED 3/4) no parecen una alternativa económica y laboralmente atractiva en España.
En referencia al segundo argumento –el cual comparto- la cantidad de puestos de trabajo se ha visto reducida durante los últimos años (principalmente debido a la crisis), y su calidad no ha aumentado. Según el Informe, en 2013 en España solamente el 32,4% de los ocupados desempeñaban tareas de alto nivel de cualificación, frente al 39,8% de media de la UE. En el gráfico 2 se presentan los porcentajes de trabajadores ocupados en ocupaciones elementales (en rojo) y cualificadas (en azul). En este caso España sí destaca por su primera posición en el porcentaje de trabajadores en posiciones elementales. Igualmente, la proporción de trabajadores en ocupaciones cualificadas se encuentra 10 puntos porcentuales por debajo de la media de la OCDE. De manera que en este caso sí que tenemos evidencia para afirmar que, comparativamente, el mercado de trabajo español emplea en menor medida en puestos de alta cualificación y en mayor medida en puestos de baja cualificación.
Por lo tanto, mi conclusión es que la sobreeducación en España no viene tan generada por un “exceso” de graduados universitarios en el mercado de trabajo español, sino por la escasez de puestos de trabajo que requieran de un nivel alto de cualificación. Mientras que a lo largo de las últimas décadas el sistema educativo español ha sido capaz de expandir la educación superior a un número cada vez creciente de ciudadanos, el mercado de trabajo no ha generado puestos de alto nivel al mismo ritmo.
Aunque las principales tareas para reducir la sobreeducación deben focalizarse en el mercado de trabajo (creando puestos de trabajo de alta cualificación y reconvirtiendo los actuales en posiciones menos rutinarias y elementales) el sistema educativo también tiene algunas tareas pendientes. Hay que felicitarle por la increíble expansión educativa que ha permitido que un mayor número de personas accedieran y se graduaran en la universidad, proporcionando así mano de obra de mayor calidad. Pero su reto reside ahora en expandir la formación profesional y de adultos para asegurar que nadie se queda solamente con estudios de secundaria obligatoria o inferiores y así hacer cada vez menos necesarios los trabajos que requieren de menor nivel educativo.