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Cuando la izquierda se estanca en el conservadurismo

Javier García Toni

Hasta 2008 los jóvenes españoles vivíamos un mundo en el que ya no quedaba ninguna revolución pendiente. Habrá, no me cabe duda, sensibilidades minoritarias que rechacen esta afirmación, pero la realidad es que la mayoría de nosotros vivíamos cómodos con el país que construyeron nuestros padres. Pero los tiempos de vino y rosas terminaron cuando llegó la crisis; y con ella el paro, la falta de futuro y la tremenda sensación de formar parte de una generación perdida. Y claro, como respuesta, las protestas. Nuestra socialdemocracia no solo no pudo combatir la crisis, sino que resultó ser cómplice -por decirlo suavemente- de nuestro fracaso colectivo.

Desde entonces y hasta ahora está en caída libre. El debate es amplio y diverso, pero me parece importante señalar una idea fundamental: ¿Y si además de cómplice del fracaso nacional la izquierda hubiera abandonado el progresismo como seña de identidad? ¿Y si resultara que la izquierda española mantuviera hoy la más conservadora de las narrativas parlamentarias, entendiendo ‘conservador’ en su sentido literal o, si queremos y podemos, despojado de connotaciones políticas? El entramado que compone el 'socialismo' se percibe en este momento como una banda de políticos y organizaciones rancias, mediocres, manirrotas y clientelares. Se percibe también que están más preocupados en dejar las cosas tal y como estaban antes de la crisis, y que evidentemente no funcionaban bien, que en intentar cambiar las cosas para que esto no nos vuelva a ocurrir. Esto es, tal cual, lo que se esperaría de un partido conservador. Es más, es exactamente lo que esperaría alguien con mentalidad progresista de un partido conservador. Pero resulta que el discurso ‘del cambio’ se lo ha quedado la derecha.

¿Cuáles son hoy las banderas del Partido Socialista? Defender la regulación laboral anterior, los servicios públicos y mantener tanto el tejido social que los apoya como los derechos adquiridos en los últimos tiempos. Y es respetable, qué duda cabe. Pero de lo que se trata, si leemos la narrativa de los argumentos, es de preservar lo que sienten que tan laboriosamente han ayudado a construir. Es decir, de conservar, aunque sea frente a una derecha destructiva que vende una idea de cambio basada en reformas que aún no demuestran su supuesta efectividad; pero que, en definitiva, adopta una narrativa de cambio frente al estatismo e inmovilismo de una izquierda que ya ha fracasado una vez. Y narrativamente eso ya es una diferencia enorme.

Insisto en que nos liberemos, en la medida de lo posible, de las connotaciones políticas de los términos y pensemos fríamente quién es el conservador de la ecuación. Por eso propongo un tema nuevo de debate: ¿Se ha convertido el PSOE en una fuerza conservadora? El drama es que si la marca PSOE se posiciona, aunque sea inconscientemente, en la mente de sus electores como ‘conservadora’, el problema al que se enfrentan es todavía mucho más grave de lo que se pensaba.

La única narrativa socialista de progreso que hemos escuchado últimamente es la que se refiere al Estado Federal. Un concepto interesante para debatir, del mismo modo que lo es la devolución de competencias autonómicas tales como sanidad o educación, pero no suficiente para vertebrar una narrativa progresista integral que logre reenganchar a sus electores.

Y mientras tanto hay una toda una generación que se aleja desencantada y decepcionada de una opción ideológica que ya no les sirve, ni les representa, ni les ilusiona, ni les ofrece garantía de un futuro mejor. Una opción ideológica que ya no es el progreso. Esa generación -la mía- agrupa a un enorme número de personas con sensibilidad progresista que tuvo su primer referente político en Rodríguez Zapatero. Zapatero fue la primera figura a la que pudimos votar y, sobre todo, a la que pudimos creer. Como cualquiera entenderá, la decepción fue mayúscula. Pero no solo mayúscula: fue de tal calibre que encuentro imposible reengancharse a un partido que trata de volver a ser lo que fue, de la misma manera que ya fue, con las mismas recetas que ya puso aplicó y con las mismas personas que ya estaban. Porque eso es la esencia misma del conservadurismo. Y ahí no estará nunca el ‘target’ electoral del PSOE. Solo se encontrará los que se benefician directamente, de una manera u otra, del partido. El resto, como ya hace, mirará hacia otros sitios: IU-ICV, UPyD, Ciutadans, o cualquiera de las siglas que nos quedan aún por ver.

¿Qué futuro le espera a una izquierda estancada en una narrativa política eminentemente conservadora?

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