El Voto Indignado
Una posible interpretación del reciente éxito de Candidatura d’Unitat Popular (CUP) en las elecciones autonómicas catalanas puede ser esta: existe un ‘voto indignado’ que no encuentra expresión en ninguna opción electoral existente en España hasta la fecha, grande o pequeña. El movimiento 15-M aglutina a personas dispuestas a olvidar, al menos temporalmente, sus identidades políticas particulares (socialista, ecologista, nacionalista, comunista) para perseguir un objetivo más general. En este proceso de generalización, aparece la necesidad de un partido político igualmente transversal y vinculado con el sentimiento de indignación.
Podemos rastrear las preferencias políticas de los participantes en el actual ciclo de protesta, por la mejora democrática y contra la austeridad, siguiendo dos caminos. El primero consiste en repasar los estudios sobre participantes en las asambleas del movimiento 15-M (existen estudios sobre Salamanca, Madrid y Bilbao). El segundo camino nos lleva al estudio postelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicos, de Noviembre-Diciembre de 2011 (que incluye una pregunta sobre participación en ‘alguna de las manifestaciones, acampadas, marchas o protestas’ del Movimiento 15-M; el 9,8% del total de la muestra afirma haber participado).
Lo que nos dicen los estudios centrados en las acampadas: que el movimiento 15-M está formado por personas jóvenes, que no adolescentes, con un alto nivel educativo; en torno a un 70% de las personas que participan en el movimiento 15-M tiene educación universitaria. Los ‘indignados’ son personas desvinculadas de las organizaciones políticas tradicionales, pero que, no obstante, demuestran una alta implicación con la política. No defienden la abstención como estrategia. Son personas ideológicamente de izquierdas, pero que rechazan apoyar a los grandes partidos de ámbito estatal. Los participantes del movimiento 15-M tienen conciencia, conocimiento e interés por la política. Y votan. Pero no lo hacen de manera cohesionada.
Los datos de encuesta confirman estas conclusiones. En primer lugar, es cierto que los participantes votan en la misma proporción que los no participantes. Según los datos de la encuesta CIS, el porcentaje de personas que no quisieron ir a votar es casi idéntico entre participantes y no participantes: en torno al 9%. No obstante, sus decisiones electorales son diferentes a las del resto de la población. Por un lado, optan por el voto blanco o nulo en mayor medida que los no participantes: se ha detectado, por ejemplo, un aumento en los votos blancos y nulos en aquellos lugares con mayores protestas relacionadas con el 15-M (1).
Además, los participantes optan mayoritariamente por partidos de izquierda. Lo vemos en la tabla 1, que dibuja el perfil ideológico tanto de los tanto de los entrevistados en la encuesta del Cis (primera y segunda columnas), como la de los participantes en las asambleas del movimiento 15-M en Salamanca (tercera columna). Se aprecia con claridad la concentración de entrevistados en las puntuaciones más escoradas hacia la izquierda. Las medias de ideología, para el estudio CIS, son: 3,56 para los participantes y 5,03 para los no participantes. Interesa también destacar que los participantes tienen muchas menos dificultades en encontrar su lugar en la escala, lo que tiende a significar mayor interés en la política.
La tercera característica definitoria de los participantes en el actual ciclo de protesta es la pluralidad de sus opciones electorales. Los indignados no rechazan completamente, como a menudo se afirma, a los grandes partidos nacionales de izquierda. Como se ve en la tabla 2 (no se incluyen todas las opciones), el PSOE es la opción mayoritaria entre los participantes, seguido a muy corta distancia de IU/ICV. Al mismo tiempo, sin embargo, la fragmentación del apoyo electoral de los participantes es también evidente: por ejemplo, el 10% de los participantes declaró haber votado a UPyD, y un 6% optaron por la opción, más esperable, de Compromis Equo.
Pero hay indignados, e indignados. Esta distribución de preferencias no es indiferente a la intensidad de la participación. Cuanto más se participa (se ha dormido en acampadas, se es activo en las redes sociales, se acude a eventos de protesta) más lejana parece la posibilidad de compaginar indignación con el voto a partidos grandes (de izquierda). La encuesta del CIS no nos permite comprobar esta idea, dado que no indaga sobre tipos de participación. Pero las investigaciones sobre las asambleas pueden ayudar. El estudio de la acampada en Salamanca, que se centró en personas que asistían regularmente a acampadas, (y que, por lo tanto, descartaba a personas con formas de participación más laxas), reveló algo interesante: únicamente el 13% de los participantes había apoyado a un partido mayoritario y más del 40% había votado en blanco en las elecciones municipales de 2011.
Está claro, para concluir, que existe un grupo de votantes muy concienciados, muy de izquierdas, y posiblemente bastante alejados del PSOE y de IU/ICV, que han estado navegando entre opciones electorales inciertas y seguramente poco satisfactorias para ellos. Partidos como CUP, por lo tanto, impulsados sin duda por activistas con trayectorias más antiguas que el propio movimiento 15-M, pueden triunfar en la canalización y visualización de una bolsa de descontento e indignación que no encuentra fácil acomodo en la compañía de opciones políticas, grandes o pequeñas, más consolidadas.
(1) La Fundación Alternativas ha publicado estudios sobre el 15-M en su colección Zoom Político, que incluyen el estudio sobre las acampadas de Madrid (Likki) y Salamanca (Calvo et al), así como el trabajo de Manuel Jiménez sobre el impacto electoral.