Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
Vale la pena apostar por una cooperativa de trabajo
Alternativas Económicas es una cooperativa de trabajo. No hemos elegido el camino estipulado, ni el más sencillo ni el más corto, pero creemos que vale la pena.
Optar por la fórmula cooperativa nunca es lo más fácil. Es como un casamiento colectivo que espera disfrutar de un largo período de convivencia y que engendrará en conjunto un producto o servicio determinado. Lograr que eso funcione implica hacer esfuerzos para llegar a consensos; para unir individualidades en un mundo acostumbrado cada vez más a la soledad. Hay que creer en el valor de las otras personas, en la aceptación de las diferencias, en la democracia. Hay que apostar por la solidaridad, que empieza en la mismísima cotidianidad del trabajo, y se extiende compartiendo los beneficios. Hay que defender el bien común y la primacía de la colaboración por sobre la competición.
Como si esto fuera poco, parece que el entorno esté en contra. En muchas comunidades autónomas en España el solo trámite burocrático de empezar con una cooperativa tira para atrás. Hay que remar contracorriente. En algunos lugares lo que podría tardar 24 horas puede llevar meses. No es común que el funcionario que se dedica a la creación de empresas sepa, por ejemplo, que se puede cobrar todo el paro de una vez para crear una cooperativa. No saben del tema muchos abogados laboralistas, contables, gestores, economistas, jueces, políticos, periodistas, educadores… Mucha gente desconoce las diferencias entre una cooperativa de trabajo y una agraria, o una de viviendas. Hay profesionales que llegan a confundir cooperativas con organizaciones no gubernamentales. El mundo va en otra dirección, y no es práctico salirse del camino.
Y sin embargo, vale la pena.
En una cooperativa de trabajo, en primer lugar, es más difícil que alguien pueda llevarse dinero a costa del esfuerzo de los otros. La empresa es de quien la trabaja. La diferencia salarial, en el peor de los casos, puede llegar a ser de 8 a 1; y no de 400 a 1, como puede verse en algunas empresas tradicionales. La transparencia –otro valor fundamental del cooperativismo-, permite controlar mucho mejor los desvaríos de la codicia humana.
En segundo lugar, es mucho más difícil que suceda lo que en un sinnúmero de empresas capitalistas, donde los directivos son vistos con recelo por una mayoría de trabajadores que deben rendirle cuentas cada día. En una cooperativa la relación es a la inversa. Un directivo, si quiere seguir en el puesto, debe ganarse el respeto, y el voto asambleario, de los demás.
En tercer lugar, está demostrado que las cooperativas resisten mejor a las crisis. En los últimos 4 años han perdido 6 puntos menos de empleo que el resto de las empresas. Esto sucede porque la gente que las forma está mucho más motivada. No tiene sentido marcar una ficha al entrar o al salir de la compañía, porque todas las personas que la integran tienen las mismas ganas que sus pares de que la empresa vaya bien. Si alguien no se esfuerza como los demás, el resto le llamará la atención. Si el equipo trabaja demasiado, se inventará modos de compatibilizar para no morir.
Por supuesto que puede haber malas prácticas. Las cooperativas no viven aisladas del universo y están formadas por seres humanos. Pero las que realmente funcionan son las que hacen honor a los valores fundacionales del cooperativismo.
Eso es justamente lo que queremos hacer en la revista Alternativas Económicas, porque nos salimos del guión que habían escrito para nosotros, y porque creemos que vale la pena.
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Alternativas Económicas es una cooperativa de trabajo. No hemos elegido el camino estipulado, ni el más sencillo ni el más corto, pero creemos que vale la pena.
Optar por la fórmula cooperativa nunca es lo más fácil. Es como un casamiento colectivo que espera disfrutar de un largo período de convivencia y que engendrará en conjunto un producto o servicio determinado. Lograr que eso funcione implica hacer esfuerzos para llegar a consensos; para unir individualidades en un mundo acostumbrado cada vez más a la soledad. Hay que creer en el valor de las otras personas, en la aceptación de las diferencias, en la democracia. Hay que apostar por la solidaridad, que empieza en la mismísima cotidianidad del trabajo, y se extiende compartiendo los beneficios. Hay que defender el bien común y la primacía de la colaboración por sobre la competición.