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Menos habitantes, y más viejos
Hace unos meses, el Gobierno polaco lanzó una controvertida campaña para fomentar la natalidad que, además de ayudas a las familias, llamaba a la población a “reproducirse como conejos” en un vídeo en el que aparecían ejemplares de estos animales. En un país marcadamente católico, el Ejecutivo de Varsovia se decía preocupado por la baja tasa de fertilidad de la población (1,32 criaturas por mujer).
En realidad, el indicador de la fecundidad en España es muy similar al polaco: 1,33 hijos, según Eurostat. Y en caída: en el año 1960, en España las mujeres tenían, de media, 2,86 descendientes. La incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral sin que se produjera en paralelo una reorganización social de los cuidados, la precarización del trabajo y las dificultades para acceder a una vivienda son algunas de las causas de esta evolución.
Una baja tasa de fecundidad, combinada con una igualmente baja llegada de población inmigrante, y sumada sobre todo a la mejora (alargamiento) de la esperanza de vida, han llevado al Instituto Nacional de Estadística (INE) a proyectar que, dentro de 50 años, España habrá perdido al menos 5,4 millones de habitantes.
La población española actual (46,55 millones a junio de 2017) se había ido incrementando durante décadas: durante último medio siglo, ganó 13,6 millones de personas. Esta tendencia al alza se truncó en el año 2011. Desde entonces, la cifra de habitantes va a menos.
Aunque proyecciones a tan largo plazo siempre deban abordarse con prudencia, en la última estimación a futuro que ha realizado el INE (de 2006 a 2066) se prevé una reducción de la población incluso en un escenario en que la fertilidad y la inmigración sean más elevadas. En el escenario contrario —baja fecundidad y baja inmigración— la caída podría situar a la población en 38,46 millones de personas. Sería como volver a la década de 1980.
¿Cómo será la población dentro de medio siglo? Economistas y demógrafos llaman la atención sobre el peso creciente de las personas mayores en la sociedad. La proporción de mayores de 80 años se multiplicará por tres, hasta el 18,1%, y la de quienes superen los 65 se duplicará, hasta representar un 35,7% del total. Según el informe de 2017 World Population Prospects, de Naciones Unidas, en el año 2050 solo Japón superará a España en envejecimiento de la población. La edad media de la población española, que es de 43,2 años, pasará a ser de 52, 3 en 2050.
Más recursos para dependencia
“Las previsiones señalan el aumento del subgrupo denominado sobreenvejecimiento [personas de más de 80 años de edad], con un gran incremento de dependencia, soledad y pobreza, y escaso apoyo social”, subrayaban en plena crisis la doctora en Investigación en Cuidados de la Salud Mercedes Abades y la profesora de la Facultad de Enfermería de la Complutense Esperanza Rayón en su trabajo El envejecimiento en España: ¿un reto o un problema social? Ambas defienden la necesidad de “más recursos sociales y centros sociosanitarios” para cuidar a las personas mayores, así como de “profesionales sanitarios con mayor sensibilidad y un alto compromiso ético y moral, y con mejor formación en geriatría para proporcionar cuidados de calidad”.
Las mujeres, que de media viven más años que los hombres, también viven más años con discapacidad: a partir de los 80 años, uno de cada dos mayores declara una discapacidad, proporción que aumenta al 75% a partir de los 90. Según el catedrático de Fisiología de la Universidad de Valencia José Viña, en 2020 un tercio de los mayores de 65 años será dependiente y en 2050 se llegará a la paridad entre personas que ofrezcan cuidados y personas que los necesiten.
Pese a esta realidad, organizaciones empresariales como el Círculo de Empresarios abogan por alargar la vida laboral para evitar que una persona pueda vivir más de 25 años jubilada, sin trabajar. Y ha puesto sobre la mesa la necesidad de políticas natalistas, que empiezan a entrar en el discurso público. En su informe anual de 2017, el Banco de España habla igualmente de incentivar la permanencia en el mercado laboral de los mayores, compatibilizando el cobro de la pensión con un empleo, y de fomentar los nacimientos favoreciendo la conciliación laboral y familiar y reduciendo la inestabilidad laboral durante los años de mayor fertilidad de las mujeres.
El demógrafo Julio Pérez Díaz, del CSIC, alerta en su blog Apuntes de demografía cómo “se viene elaborando hace tiempo un discurso sobre la demografía basado en la ideología de los afines, compañeros de partido y correligionarios en la fe”. “Todos —añade— pretenden aplicar las mismas recetas: menos protección social, más patriotismo, más natalismo, menos extranjeros. Ahora ese discurso está suficientemente asumido también en España, tanto como para fundamentar la política demográfica que ya se había decidido de antemano. No va a cambiar la demografía, (en realidad no saben cómo hacer eso) pero va a ser la coartada para legislar convenientemente sobre la familia, la pareja, el trabajo, la sexualidad, el asilo, el aborto, los derechos sociales, las pensiones y las migraciones”.
Más inmigrantes
Pero ciertamente, la inmigración —según el INE, en 2017 residían en España 4,46 millones de inmigrantes, de un total de 46,5 millones de personas—toma protagonismo en el discurso. El supervisor bancario español apunta en su último informe anual lo siguiente: “Se deberían revisar periódicamente las restricciones asociadas a la política migratoria para tratar de acompasarlas a las necesidades del mercado de trabajo”, tras alertar sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, para ampliar la base de cotizantes. A finales de 2017, el mismo Banco de España difundió un estudio según el cual Alemania, Francia, Italia y España “acapararían el mayor flujo de inmigrantes entre los países desarrollados”, que según sus cálculos se duplicará entre 2010 y 2050.
Este abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha pronunciado en términos parecidos: “La inmigración puede aliviar la presión del envejecimiento de la población y contribuir a otros beneficios a largo plazo, como un mayor crecimiento y productividad”, apunta en sus Perspectivas de la economía mundial, como estrategia para paliar el envejecimiento. Alemania ya juega esta baza.
La población extranjera no llegaba al 1% a principios de la década de 1990. Durante el boom económico español de 2002 a 2008 llegaron al país casi 5 millones de personas, y colocaron el porcentaje por encima del 12%. Con la crisis, muchos de ellos regresaron a sus países. Con la recuperación, vuelven a venir más que los que emigran. Los últimos datos corresponden al primer semestre de 2017. El saldo migratorio fue positivo en 52.926 personas. Logró compensar el saldo vegetativo (nacimientos menos defunciones) negativo del semestre (-31.905).
[Este artículo forma parte del dossier 'Los límites del planeta', publicado en el número 59 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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