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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

Por qué mercado y Estado son complementarios

El premio Nobel francés, Jean Tirole, durante una conferencia en la Universidad de París.

Andreu Missé

El ingeniero y economista francés Jean Tirole, premio Nobel de Economía en 2014, ha realizado un trabajo extraordinario de reflexión y divulgación de los principales conceptos económicos y una exposición de los desafíos más destacados y posibles soluciones que afrontan los ciudadanos. En las 577 páginas de La economía del bien común (Taurus), el presidente de la Toulouse School of Economics aborda con un lenguaje asequible para los no especialistas prácticamente todos los problemas económicos que ocupan el actual debate político y social. La excelente traducción de María Cordón contribuye de manera decisiva a conseguir el propósito del autor de hacer más comprensibles sus argumentos.

El propósito del profesor Tirole es compartir su pasión por la economía y sus conocimientos con los lectores y exponer el resultado de su investigación, “basada en el enfrentamiento entre la teoría y la práctica”. Su idea sustancial es que “la economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor”.

Aunque el autor señala que la economía “rechaza tanto la supremacía del mercado como la supremacía del Estado”, es bien significativo el párrafo de arranque del libro: “Desde el rotundo fracaso económico, cultural, social y medioambiental de las economías planificadas, desde la caída del muro de Berlín y la metamorfosis económica de China, la economía de mercado ha pasado a ser el modelo dominante, por no decir exclusivo, de organización de nuestras sociedades”.

El debate entre el distinto papel que deben desempeñar el mercado y el Estado es el hilo conductor directa o indirectamente de varios capítulos. Pero junto a esta reflexión general, el libro desciende a problemas más concretos como el desafío del cambio climático, el reto del desempleo, la encrucijada en que se encuentra Europa y la utilidad de las finanzas. El profesor de Toulouse admite que el lector puede estar en desacuerdo con sus conclusiones, pero se da por satisfecho que incluso en este supuesto “halle en la argumentación de esta obra materia de reflexión”.

En relación con esta tensión entre mercado y Estado, la tesis de Jean Tirole es que ambos “son complementarios y no antagónicos, como pretende con frecuencia el debate público”. Aunque su opción es clara a favor de una economía de mercado, considera que es conveniente corregir sus fallos, que clasifica en seis categorías: así, señala que el intercambio puede afectar a terceros que, por definición, no han dado su consentimiento (las empresas pueden contaminar); la información incorrecta puede viciar el consentimiento de los contratantes; el comprador puede ser víctima de su propio comportamiento impulsivo; ciertas actividades como las relaciones con los bancos pueden superar la capacidad del individuo ante las entidades financieras; las empresas pueden crear monopolios y finalmente el mercado puede ser eficaz, pero no tiene ninguna razón para crear equidad.

Tirole insiste en la dependencia mutua del Estado y el mercado. “El buen funcionamiento del mercado”, señala, “depende del buen funcionamiento del Estado”. En su opinión, “un Estado que falla no puede contribuir a la eficacia del mercado”.

El profesor ve los principales fallos del Estado en el riesgo de que sea secuestrado por lobbies (amistades o compadreos) que crean connivencias entre los gobernantes y los regulados. También piensa que la asimetría de la información puede implicar que las ayudas públicas sean opacas. Otro ejemplo de mal funcionamiento del Estado es el clientelismo, que a veces implica que los beneficios de ciertas políticas son muy visibles, mientras que apenas se aprecian los costes.

Resulta especialmente interesante el análisis sobre la crisis de Europa. Recuerda la gran esperanza que despertó el proyecto europeo y “el extraordinario símbolo de integración” del euro. Pero reconoce que “esta integración no ha tenido lugar y, por desgracia, es dudoso que se produzca en un futuro próximo”. Cree que esta mayor integración “debe apoyarse en una cesión de soberanía mucho más amplia que la actual, edificada sobre una confianza recíproca, una voluntad de compartir los riesgos y un sentimiento de solidaridad, lo que no se logra por decreto”.

Tirole plantea dos opciones para superar la crisis europea: la estrategia actual que consiste en mejorar el tratado de Maastricht, en la que confía poco, y la solución federal, que reconoce que es más ambiciosa. Considera que la unión bancaria ya es un embrión del federalismo que debería ir acompañada de un presupuesto común, un fondo europeo de garantía que asegure los depósitos de los pequeños ahorradores y un seguro de paro común. Reconoce que es una opción muy ambiciosa y difícil, pero es su propuesta. Por esta razón advierte que “si los europeos deseamos vivir bajo un mismo techo, debemos aceptar la idea de perder un poco más de soberanía. Y para lograrlo en esta época de soberanismos, debemos rehabilitar el ideal europeo y permanecer unidos en torno a este ideal, lo que no es tarea fácil”.

[Este artículo ha sido publicado en el número de verano de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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