Seguro que recordamos casos en que la sociedad se ha movilizado y en los que los medios de comunicación han dedicado grandes espacios ante la desaparición de una persona, buscada por sus familiares ante la desesperación y el dolor de no poder saber dónde está, cómo se encuentra. No siempre hay un final feliz, incluso puede que detrás de la desaparición exista una actuación criminal, en cuyo caso la atención de la sociedad y de los medios, pidiendo “todo el peso de la ley”, ocupa nuestra mente durante meses.
Pero, ¿qué ocurre si no se puede localizar a la persona culpable, porque sospechamos o incluso sabemos que la desaparición se llevó a cabo por agentes del Estado o por personas relacionadas? Hablamos entonces de desapariciones forzadas. En estos casos no habrá programaciones especiales en los medios, debates y discusiones invocando “todo el peso de la ley”… ni siquiera acciones judiciales para investigar dichas desapariciones. Pueden pasar años, décadas, hasta que se consigue, si se logra, justicia. Encontramos casos parecidos en países muy diferentes. Ocurrió en Irán en 1988, como ocurrió en España tras la Guerra Civil, y décadas después los casos siguen vigentes.
En Irán, en el contexto de una gran ola de represión en 1988 tras el final de la guerra con Iraq, se produjeron entre 4.000 y 5.000 desapariciones forzadas de personas defensoras de derechos humanos, periodistas, opositoras políticas... Detenciones masivas, incomunicaciones y, en muchos casos, ejecuciones y enterramientos en lugares no revelados, individualmente o en fosas comunes.
Las familias siguen, 30 años después, tratando de conocer y acceder a los lugares donde descansan sus seres queridos, aunque, aún hoy, no se les permite acceder. Las autoridades iraníes ocultan y destruyen los lugares de enterramiento, y con ellos la posibilidad de acceder a la verdad: removiendo tierras, construyendo edificios, carreteras o incluso enterrando nuevos cuerpos sobre las tumbas ocultas, como podemos ver en el informe “Irán: encubrimiento criminal”.
Los regímenes autoritarios, los conflictos armados, los golpes de estado o las guerras civiles son periodos especialmente propicios para las desapariciones forzadas. No resulta ajeno ese dolor a quienes, en España, aún luchan por el recuerdo y la justicia de sus familiares desaparecidos tras la guerra civil. Personas como Antonio Narváez, que no olvida a sus padres, o Jaime Romera a su tío Antonio, ambos desaparecidos en 1936.
Se estima que miles de personas fueron víctimas de desaparición forzada durante la Guerra Civil y el franquismo, y los restos de muchas de ellas permanecen aún en fosas comunes de todo el territorio español. Sus familias aún guardan el mismo deseo de las familias iraníes: conocer su paradero y honrar su memoria.
La falta de investigación y colaboración por parte de España durante décadas (cinco más que Irán) para investigar las desapariciones forzadas cometidas durante la Guerra Civil y el franquismo amenaza con que no quede con vida ningún familiar directo de las víctimas. En el caso de Irán, éste es, posiblemente, el sueño de las autoridades.
Nuestro sueño es muy diferente, y pasa por desenterrar e investigar todos los casos, que las víctimas obtengan verdad, justicia y reparación y facilitarles un duelo acorde con sus creencias. Pasa por perseguir a los responsables y llevarles ante la justicia porque a pesar del tiempo pasado, los crímenes de derecho internacional no prescriben. Nuestro sueño es terminar definitivamente con las desapariciones forzadas, en España, en Irán y en cualquier rincón de cualquier país del mundo.