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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

El legado de Obama: sombras que hoy casi parecen luces

El presidente Obama durante su discurso de despedida en Chicago AP Photo/Pablo Martinez Monsivais

Blanca Hernández Martín

Coordinadora del Trabajo sobre Estados Unidos de Amnistía Internacional —

Martes, 4 de noviembre de 2008. Aún recuerdo con absoluta claridad aquella noche de invierno en Massachusetts. Fuera hacía mucho frío y todo apuntaba a que la resolución de la contienda iba a ser larga. Un buen grupo nos habíamos reunido ante un televisor para seguir en directo los resultados de aquella emocionante jornada electoral.

Aquella noche Barack Obama se convirtió en el primer presidente afroamericano de la historia de los Estados Unidos y a mi alrededor todo eran estudiantes llenos de emoción y de esperanza que se sabían testigos de la historia. A pesar del clima, se lanzaron a la calle a celebrarlo, pues la victoria de Obama traía muchas promesas consigo: la recuperación económica, cerrar Guantánamo, arreglar el sistema sanitario del país, mejorar la educación, reducir la desigualdad, acabar con la discriminación y el racismo, conseguir el reconocimiento de más derechos para las minorías, etc.

Han pasado más de ocho años de aquella fría noche y ahora toca evaluar en qué se ha transformado aquella lista tan grande de ilusiones y esperanzas y ver en qué quedaron todas aquellas buenas intenciones.

Guantánamo, seguramente uno de los símbolos más emblemáticos de lo no logrado, ha cumplido hace pocos días su decimoquinto aniversario. Una de las primeras acciones del Presidente Obama fue ordenar su cierre en un año, pero todavía hoy 41 hombres permanecen encerrados allí, 35 de los cuales ni han recibido cargos ni se han enfrentado a un juicio. Otros diez se enfrentan a comisiones militares en vez de a juicios justos y podrían ser condenados a pena de muerte.

Y es que el problema con Guantánamo no ha sido sólo la imposibilidad de cerrarlo sino también que durante estos ocho años el gobierno de Obama no ha planteado estas detenciones como una cuestión de derechos humanos y, en cambio, han seguido aplicando una doctrina muy próxima a la de la “Guerra contra el terror” de Bush, dejando que los vaivenes de la política nacional se antepusieran a sus obligaciones bajo los tratados internacionales y las normas de derechos humanos.

Apenas quedan horas para que Obama logre cerrar Guantánamo con una orden ejecutiva de último momento, pero el legado de falta de rendición de cuentas, de ignorar los derechos humanos y de oscurantismo será una mancha que puede tener consecuencias muy negativas en las decisiones que pueda tomar la siguiente administración del país. Si hasta ahora ha reinado la más absoluta impunidad, ¿qué les impedirá volver a recurrir a la tortura? La falta de rendición de cuentas de los culpables y los impedimentos puestos para que las víctimas hayan podido acceder a la verdad y la reparación forman parte del lado más oscuro del legado de Obama. Este secretismo se ha extendido a otras acciones del gobierno, como por ejemplo al programa de uso de drones, lo cual ha impedido que se haya podido realizar una verdadera evaluación de su impacto en derechos humanos.

En otras cuestiones como la inmigración o garantizar el acceso a la salud, la herencia es más compleja. Por un lado, se han producido avances significativos que han tenido un impacto directo en la vida de muchas personas: se han ofrecido algunas protecciones nuevas para los migrantes, la reforma sanitaria incluyó muchos avances que han acercado a los EEUU a cumplir sus obligaciones, etc. Por otro, el número de deportaciones ha aumentado y falta mucho para que verdaderamente el acceso a la salud sea un derecho plenamente reconocido en el país.

De la misma manera, se han dado avances en cuestiones como el reconocimiento de los efectos de la discriminación y las prácticas racistas de la policía, la cantidad desorbitada de población carcelaria del país y su impacto desproporcionado sobre las minorías, el reconocimiento de más derechos para la población LGBTI (incluyendo leyes antidiscriminatorias a nivel federal), etc. pero por desgracia es mucho el camino por recorrer para que realmente podamos dar por resueltos estos problemas.

Este viernes, 20 de enero de 2017 se acabarán estos ocho años de luces y sombras del Presidente Obama al frente de la Casa Blanca, y se cerrará una etapa crucial en la historia de los Estados Unidos. Sin embargo, nuestro trabajo en defensa de los derechos humanos no se detendrá. El futuro presidente Trump ya ha mostrado su intención no sólo de no solucionar lo que Obama deja a medias, sino incluso de retroceder en algunos aspectos, defendiendo el uso de la tortura y su propósito de volver a llenar Guantánamo de “gente mala”. Por eso es más necesario que nunca que ahora tengamos en cuenta la importancia de defender los derechos humanos y reclamemos que los gobiernos no creen excusas legales para no cumplir con sus obligaciones.

Chelsea Manning había sido condenada a 35 años de prisión por revelar documentos clasificados cuando era analista del ejército estadounidense destinada en Iraq. Sin duda, la liberación de Chelsea Manning el próximo 17 de mayo es una victoria para la justicia, pero no olvidemos que ha estado más de 7 años recluida, en condiciones que incluso han merecido la condena por parte de la ONU, y que nadie ha respondido por las violaciones de derechos humanos que sacó a la luz. Además de Chelsea, ¿quién pagará?

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