Hasta ahora, la Organización Mundial de la Salud ha confirmado más de 5.200 casos de ébola sólo en Sierra Leona y más de 13.700 en todo el mundo. Más de 4.500 personas han muerto debido a la enfermedad, 1.500 de ellas en mi país.
Los amigos que viven en el extranjero me suelen preguntar cómo es la vida aquí en este momento. Sólo puedo calificarla de espeluznante.
Cada mañana me despierto en mi casa de Freetown con el sonido de las terribles imágenes y noticias que emiten la televisión y la radio. La gente busca con desesperación una ayuda médica que represente la diferencia entre la vida y la muerte, muchas veces en vano. Los y las profesionales de la medicina y la enfermería están al borde del colapso. Hay comunidades enteras en cuarentena, sin acceso a comida y agua suficiente.
Antes del brote, iba todos los días a mi oficina en el centro de Freetown, y mis hijos iban a la escuela.
Ahora casi no salimos de casa. No visitamos a nadie, y nadie viene a visitarnos. El teléfono y las redes sociales son los principales medios que usamos para comunicarnos con los demás. La escuela de mis hijos está cerrada, así que están en casa todo el día.
Las calles de Freetown no están tan concurridas como antes del brote. Aunque aparentemente algunas personas continúan viviendo con normalidad, la sensación general es de temor. La gente tiene miedo de entrar en contacto con alguien que pueda estar enfermo, así que la mayor parte del tiempo se quedan en casa.
La supervivencia se está convirtiendo en un reto real incluso para quienes no tienen la enfermedad. Incluso comprar comida es difícil. Muchos comercios están cerrados y los precios se han disparado. Apenas podemos arreglárnoslas. No llegan alimentos del extranjero y muchas compañías aéreas han cancelado los vuelos al país.
Es como si todo el país estuviera en cuarentena.
Pero la situación en el campo es aún peor. El gobierno está haciendo todo lo que puede en estas circunstancias. Han estado dando información sobre lo que hay que hacer y lo que no para evitar contraer la enfermedad. Pero el brote de ébola ha dejado al descubierto los enormes problemas de nuestro sistema de salud, que se enfrenta a desafíos límite, sobre todo en las zonas rurales.
Los hospitales hacen lo que pueden para atender a la gente con pocos recursos y escaso personal médico. Esto significa que se está rechazando a gente que necesita atención médica para otras enfermedades que no son el ébola, incluso cuando se trata de afecciones que podrían ser mortales, como la malaria o complicaciones del parto. Parece que se ha interrumpido la atención esencial para enfermos de cáncer.
Otro gran problema es la reintegración de los supervivientes del ébola en sus comunidades. Hemos oído muchas historias de personas que sobreviven a la enfermedad, pero a las que no se les permite volver o son estigmatizadas.
Aunque algunas operaciones internacionales, por ejemplo del Reino Unido, están trabajando mucho para ayudar a quienes lo necesitan, la situación sigue siendo desesperada. Incluso si nos atenemos a los cálculos más conservadores de la Organización Mundial de la Salud sobre la propagación de la enfermedad, hace falta mucho más apoyo del que ha prometido el mundo hasta ahora para controlar el ébola.
Necesitamos desesperadamente que la comunidad internacional aumente sus esfuerzos, y no sólo el envío de ayuda económica. Lo que necesita realmente la gente de Sierra Leona son profesionales de la medicina y la enfermería dispuestos a trabajar y aportar sus conocimientos especializados para luchar contra esta cruel enfermedad. Esto sólo se puede hacer con un esfuerzo internacional concertado y una voluntad política global.
Esta es una crisis global que exige una respuesta global. Demasiadas vidas están en juego. No hay tiempo que perder.