No tienen más problemas en la lucha por la igualdad de género las gitanas por su cultura, sino -como las payas- por el hecho de ser mujeres y ellas, aparte, por la xenofobia. Es el mensaje que lanzan gitanas que son ejemplo del empoderamiento de la mujer en un colectivo que tiene que hacer frente a esa doble discriminación. La mayoría pasan desapercibidas, tanto porque cuando se habla de los gitanos se recurre a los tópicos que laminan la imagen de esta minoría, como porque las hay que han preferido ocultar sus orígenes, quizá precisamente para evitar eso. Hemos hablado con tres de las mujeres que perfilan el feminismo romaní.
De eso sabe la presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas Fakali. Beatriz Carrillo insiste en que no se puede utilizar como pretexto una cultura para demonizarla. “El sistema patriarcal dominante nos afecta a todas las mujeres y en todas sus dimensiones. Con la diferencia de que a las gitanas nos atraviesan opresiones de las que se libran las payas como consecuencia de una estructura que es discriminatoria y racista. Y además, institucional y socialmente, se naturaliza ese racismo para acusar y responsabilizar a mi cultura de esa desigualdad en un ejemplo más de antigitanismo”, sentencia.
Defiende que se puede ser tan “gitana y feminista como paya y no feminista”, y pregunta a los que lo dudan: “¿Qué tendrá que ver la condición étnica con la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres?” Es más, opina que históricamente las gitanas han ido por delante en esto. “Mientras las payas no se habían librado aún de los arquetipos de la virtud victoriana, marcada por un puritanismo exagerado y una tremenda represión sexual, y al mismo tiempo por una infravaloración de la mujer como responsable de todos los males sociales de la época, a las gitanas nos perseguían por subversivas y liberales”, rememora.
La que se ha convertido en la primera mujer en ser vicepresidenta del Consejo Estatal del Pueblo Gitano, explica que desde Fakali luchan por políticas para que la voz y la presencia de los gitanos “sean cada día más fuertes”. De todas maneras, matiza: “Como sabemos que desde la bondad se avanza poco, o nos proyectamos en los centros de poder como sujetos políticos vivos y activos o el racismo institucional se impondrá sobre nosotras, dejándonos permanentemente anuladas por el paternalismo y la caridad”.
Habla también de educación, dado que se pretende en 2020 se llegue a un 99% de escolarización de la comunidad gitana, donde las niñas son las peor paradas en los datos negativos. “La diferencia de esperanza de vida escolar de una gitana con respecto a una paya es de seis años. Por eso, el reto no puede ser sólo ese para consolarnos con que algo se está haciendo. Lo primero es eliminar la segregación escolar y liberar de los guetos a una parte de la población gitana que está atrapada”. En este línea, entiende que urge que el sistema “deje de ser monocolor de la clase dominante”, con lo que se pretende hacer creer “que los gitanos no pintamos nada en la educación y el mundo del conocimiento”.
Reconoce también que las gitanas que se han empoderado pueden evitar reivindicar sus raíces. “Es un indicador de los efectos perversos que provoca el antigitanismo. Hay gitanas en muchos ámbitos que se ocultan en el armario étnico. Sin embargo, también se dan casos contrarios en los que la reivindicación es una revolución en sí misma, sobre todo en aquellos espacios más hostiles. Éste ha sido uno de los motivos que nos llevó a impulsar el movimiento de Mujeres Gitanas y Universitarias que se ha convertido en una tendencia no sólo en España, sino en Europa. La política de referentes positivos no es sólo un ejemplo, sino una responsabilidad que tiene un precio alto en muchas ocasiones al convertirnos en provocadoras contra los prejuicios racistas”.
Pertenece Miriam Fernández (Córdoba, 1995) a ese movimiento. Graduada en Trabajo Social y Sociología. De una familia humilde, es hija de gitano y paya. “Me he criado en ambas familias en igualdad de condiciones”, cuenta. Y por eso aclara que no ha estudiado porque su madre sea paya: “Las gitanas también estudiamos y actualmente cada vez hay más”.
En su opinión, la gitana tiene más problemas frente a la paya en cuanto al feminismo pero apunta las mismas razones que Beatriz Carrillo. “Tradicionalmente ha sido la mujer blanca y paya a la que se le ha escuchado más. Por eso se habla de feminismo blanco”, explica. En este sentido, exige que se considere el valor de la lucha de las gitanas que se enfrentan a una doble discriminación: por ser mujer y por su etnia. “Creo que actualmente se están consiguiendo grandes logros y la mujer está siendo un gran motor de cambio dentro del pueblo gitano, por lo que hay que seguir luchando”, apunta.
Ella, entretanto, lucha por no ponerse límites. Se plantea hacer un máster en género, pero más adelante. Cinco años estudiando fuera de casa y tal como está la economía en su casa, no puede permitírselo. “Estoy trabajando para ahorrar y el año que viene poder acceder al máster que más me guste e irme a otra ciudad. En Córdoba no hay mucha oferta”, lamenta.
“Las opresiones son transversales y en el sistema se cruzan el clasismo, el patriarcado y el racismo. Por eso una mujer racializada tiene esa opresión añadida”, apunta Pastora Filigrana, de Jarsia Abogados y especialista en Derecho Laboral y Sindical, además de experta en Derecho de Extranjería. Entiende por ello que no es en las raíces de los gitanos donde hay que apuntar en la lucha contra la desigualdad de género en este colectivo, sino en esos otros elementos.
En este sentido, insiste en que ese racismo no es una cuestión aislada y de que “a los payos no les gusten los gitanos”, sino que está institucionalizado. Tanto porque se puedan dar políticas como las que se han visto en Italia como porque las medidas para luchar contra la discriminación de este pueblo se afronten únicamente desde perspectivas sociales y culturales. “El gitano es también una categoría política”, recalca, convencida de que hay que ir a los orígenes de la discriminación, porque “ha sido una historia de represión de un pueblo la que lo ha conducido a la desigualdad y la exclusión social”.