Abengoa Yield: ¿una estrategia para escapar de los acreedores?
¿Y si las 'decisiones' que, aparentemente, se suceden día a día de manera vertiginosa en Abengoa no fueran producto de improvisaciones? ¿Y si no se tratara de reacciones a la evolución de los acontecimientos a medida que la crisis de la multinacional andaluza se va desarrollando? ¿Y si lo que estamos viendo obedeciese a un plan diseñado hace años?
Hasta ahora, sólo se ha hablado de un plan que pasa por reducir costes, vender activos, buscar un socio dispuesto a inyectar dinero, y pactar con los bancos acreedores un plan de reestructuración de su gigantesca deuda. Pero hay otras hipótesis posibles, y una de ellas casa especialmente bien con los hechos observados, con las decisiones tomadas por los administradores de la sociedad a lo largo de los dos últimos años.
Supongamos, y no es mucho suponer, que los gestores de Abengoa sabían desde tiempo que su situación era insostenible a medio plazo. ¿No es posible, por tanto, que sabiendo que el impago de su gigantesca deuda era inevitable, se hubieran puesto a buscar un plan con el que salvar sus muebles?
Consistiría en salvar del fuego sus activos más valiosos, concentrándolos en una sociedad fuera del país, Abengoa Yield. El resto, lo que hoy es la matriz, Abengoa SA, con el resto de sus filiales y la deuda, sería lo que se quedarían sus acreedores.
Diseño, construcción, propiedad y concesiones
Abengoa tiene dos actividades fundamentales. Una, con la que nació, consiste en diseñar y construir para terceros líneas y centrales eléctricas, y de tratamiento de aguas. La otra, sobre la que basó el rápido crecimiento que la ha traído hasta su actual crisis, consiste en gestionar dichas centrales en propiedad o mediante concesiones.
Es esta segunda actividad la que le ha proporcionado activos que se pueden vender, porque son bienes físicos en funcionamiento que tienen asociados flujos de caja positivos (es decir, sus clientes están cautivos, lo que le asegura unos ingresos fijos anuales a través del suministro de energía y agua).
Estos activos son los que los administradores de Abengoa han ido concentrando en Abengoa Yield, los que suponen un ingreso fijo asegurado y son oro puro para la endeudada Abengoa. En términos sencillos, los muebles caros se han llevado a una casa segura en otro país, los de Ikea se abandonan en manos de los acreedores.
La historia de los últimos dos años de la compañía sugiere, como mínimo, que puede estar ocurriendo algo así. Ayer domingo, 29 de noviembre, el diario ABC de Sevilla abría su sección de Economía de la edición impresa con un artículo sobre Abengoa en el que se detalla dicho plan.
Fuentes bien informadas
Una información a considerar, no ya porque den a entender que su información proviene de fuentes cercanas a Santiago Seage, el administrador de confianza de la familia Benjumea, todavía principal accionista de Abengoa, sino porque dicha familia es también accionista del diario ABC (Javier Benjumea es miembro del Consejo de Administración del diario), con cuya edición sevillana han estado siempre especialmente vinculados.
Dice ABC que Santiago Seage, que acaba de ser puesto al frente de Abengoa Yield, “ha dejado el máximo puesto directivo en Abengoa para centrarse en independizar totalmente a esta filial de la matriz, para lo que ya está buscando una nueva marca de identidad corporativa, además de un director financiero ajeno a Abengoa”.
De hecho, la relación mercantil entre Abengoa y su filial Abengoa Yield PLC (aunque cotice en la Bolsa neoyorkina, la sede de la sociedad está en Londres), es, legalmente, de independencia de la matriz desde el primer momento, como muestran los contratos entre ambas, presentados ante la Securities and Exchange Commission (SEC), el controlador de las bolsas estadounidenses.
Un detalle que le permite no sólo que sea muy difícil aplicarle la ley concursal española, sino que también le libra del problema principal, ya que no se vería afectada por la gigantesca deuda de decenas de miles de millones de euros que ahoga a su todavía matriz.
La aventura de Abengoa Yield se mantuvo oculta hasta febrero de 2014, cuando los responsables de Abengoa no tuvieron más remedio que desvelar sus planes al solicitar su ingreso en el Nasdaq, la bolsa de valores de Estados Unidos con sede en Nueva York. En el cuaderno de ventas publicado entonces detallaban que Abengoa sacaba a bolsa un paquete del 30% de su filial (era propietaria del 100%) y anunciaba que le vendería un importante paquete de activos.
Efectivamente, en el mes de junio empezó a cotizar en el Nasdaq, y el 22 de septiembre de 2014 la matriz le transfirió a su filial británica sus centrales solares sevillanas (entonces su joya de la corona), y un parque eólico en Uruguay, a cambio de una suma total de 323 millones de dólares. Una ganga, le explicaba entonces Santiago Seage a los inversores estadounidenses, ya que “los activos adquiridos tienen contratos de gestión a largo plazo, estables, [por lo que] contribuirán a nuestro objetivo de crecimiento del dividendo por acción”.
Cuatro paquetes de compra-venta en dos años
Efectivamente, Abengoa Yield se define a si misma como una compañía diseñada para la “generación de dividendos” mediante “”la propiedad, gestión y adquisición“ de ”activos en funcionamiento con contratos de suministro en los sectores de la energía y el medioambiente“. Abengoa Yield, es así un contenedor patrimonial de bienes que generan ingresos fijos, en propiedad y/o en régimen de concesión, con participación mayoritaria de Abengoa en su capital, pero mercantilmente independiente de su matriz, a la que, eso sí, le paga un tanto anual por sus servicios de gestión.
Desde entonces, la transferencia de activos desde la matriz a la filial británica se ha realizado a toda velocidad. En total se han hecho otras tres operaciones. El 9 de febrero de 2015 le compra a la matriz por 142 millones de euros activos situados en España, Perú, Emiratos Árabes y Argelia. El 11 de mayo de este año, le toca el turno a otros cuatro activos más situados en España y Sudáfrica por un total de 614 millones de euros.
Por fin, hace apenas cuatro meses, el 27 de julio, se lleva a cabo el último traspaso, que la filial definió como "acuerdo definitivo" (se entiende que por último y final), por el que Abengoa Yield se hizo con el control de otros dos activos solares en Extremadura, y con las participaciones en manos de terceros de otras dos plantas en las que ya era mayoritaria.
En total, en este último traspaso compró los activos por 370 millones de dólares, pero, aseguraba entonces a los inversores, los recuperaría rápido ya que los nuevos activos “generarán un aumento de 31,5 millones de dólares anuales del flujo de caja disponibles para su distribución”. Es decir efectivo a repartir entre los accionistas en forma de dividendo.
Música para los oídos de los acreedores de Abengoa matriz, a los que sin embargo, como hemos visto, parece que les será muy difícil acceder a ese flujo de dinero seguro.
Paralelamente a este rápido proceso de traspaso de activos a Abengoa Yield, los respondables de la compañia han llevado a cabo una igualmente rápida disminución del peso de la matriz en la filial, reduciendo su participación en su capital mediante la venta de acciónes. Si la salida a bolsa, a principios del verano de 2014, supuso ceder en torno a un 30% del capital, seis meses después, en enero de 2015 lo redujo aún mas vendiendo en el mercado 9,2 millones de acciones, el 13% del capital de la filial ,que tenía un valor de mercado de unos 260 millones de euros.
La dilución de su peso en el capital continuó con una tercera venta pública de acciones, realizada el pasado mes de julio, en la que se despredió de 2.000.000 de acciones para dejar reducido su participación total en la sociedad al 49%, a cambio de otros 55 millones de euros.
Ahora, desde los actuales responsables de la gestión de la aún multinacional sevillana, sus bancos acreedores, se ha contado que se pretende vender el resto de su participación en la filial británica cotozada en la Bosa de Nueva York, por unos 400 millones de euros. Se sumarían, por tanto, a los 300 millones de las dos ventas anteriores, y a los cerca de 1.300 millones recibidos ya de la filial a lo largo de los dos últimos años por sus cuatro operacioenes de venta de paquetes de activos. Total, unos 2.000 millones de euros.
Una cantidad que, en gran parte, ya habrá tapado agujeros, pero que, sobre todo, supone perder unos bienes capaces de generar ingresos constantes con los que, no ya ir haciendo frente a los pagos pendientes, sino negociar una reestructuración de la deuda con los acreedores. Una solución que vaya más allá de trocear la empresa, vender lo que se pueda al mejor precio que se pueda, y liquidar la compañía.
Compañía que, limpia de deuda, seguirá generando empleo y riqueza bajo otro nombre, en otro país, y ¿para otros propietarios?