La mujer florero, el poder de la imagen y “nuevas masculinidades” para la igualdad
'Se alquila', luce una mujer en un cartel. Es un anuncio en prensa. Podría pasar por una prostituta. Como la niña (niña, no adolescente) que posa tirada en una cama, con pose sensual: publicita una marca de ropa de lujo. Son ejemplos de cómo la vulnerabilidad de género martillea con la imagen transmitida desde los medios de comunicación, el cine o la publicidad. Es el paradigma de la mujer estereotipada, perfiles creados por una sociedad atada al consumo mediático.
Y sobre la creación de un imaginario renovado, en el que participen las nuevas masculinidades como palanca de cambio social, versó la recta final del VI Congreso para el Estudio de la Violencia contra las Mujeres que organiza la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales a través de la Dirección General de Violencia de Género.
Durante dos días y con cerca de 2.000 personas inscritas –el 85% mujeres–, las jornadas tuvieron como temática común las Situaciones de especial vulnerabilidad. Desarrollada en FIBES, Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, el encuentro fue inaugurado por la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y contó en la clausura con la consejera andaluza, María José Sánchez Rubio.
Mujer florero como soporte
La mujer aparece representada “siempre como objeto de deseo, pero no como 'deseante'”, dice la licenciada en Bellas Artes, artista y activista, Yolanda Domínguez. “Viendo la publicidad, el cine, los medios… no hemos cambiado tanto”, señala: “la mujer florero sirve como soporte”.
Usar la imagen como elemento de transformación social equivale a “luchar desde dentro”. Para combatir ese imaginario que genera estereotipos e implanta “modelos aspiracionales”. Como Yolanda Domínguez hace a través de vídeos y actuaciones que denuncian campañas publicitarias.
“La imagen es un motor de cambio que debemos activar”, subraya. Hay que enseñar “a leer imágenes”. Con especial incidencia en el público infantil y en su vulnerabilidad ante la violencia. “No enseñemos a los niños a cambiar, somos perfectos cuando nacemos y nos vamos pervirtiendo”.
“Nuevas masculinidades” versus hombre “tradicional”
En la construcción de una sociedad igualitaria son ineludibles las “nuevas masculinidades”. Una manera diferente de entender las relaciones “y la forma de ser hombre desde lo femenino y desde la igualdad”, mantiene el médico forense y director del Área de Igualdad de la Universidad de Granada, Miguel Lorente. Soporte, en masculino, a las vulnerabilidades añadidas al hecho de ser mujer y que pueden dar lugar a múltiples discriminaciones. Y dificultar, así, la prevención, detección y actuación ante la violencia de género.
“La cultura androcéntrica ha construido una sociedad con una estructura jerarquizada donde el hombre ostenta el poder y lo masculino es el modelo universal, reproduciéndose a través de las conductas y roles individuales adjudicados a cada género”, señala. Tiempo, por tanto, en que la “nueva masculinidad” deba “resistir ante la reacción de la masculinidad tradicional y conservadora, que usa más violencia para reivindicarse como hombres, en todos los contextos de forma diferente”.
La edad como factor de vulnerabilidad
La edad aparece también como elemento de 'riesgo'. Un factor de vulnerabilidad que distingue entre infancia, adolescencia, juventud y mujeres mayores. En cada situación, en cada proceso vital, hay caminos comunes hacia la violencia de género.
Mismas inequidades, análogos estereotipos y prejuicios, parecidas consecuencias. Más de 120 menores de edad se han quedado sin madre en los últimos tres años tras asesinatos por violencia de género. Al menos 44 niños y niñas han perdido la vida a manos de sus progenitores, 26 de ellos durante el régimen de visitas tras la separación o divorcio.
El congreso ha abordado las diversas formas de violencia que se ejerce contra las mujeres mayores. Por omisión: en la satisfacción de necesidades vitales por parte del cuidador. Por acción: malos tratos y violencia en las relaciones íntimas. Y violencias consentidas: formas de trato tan arraigadas en lo cotidiano que parecen naturales, como la familiaridad excesiva en el trato, la infantilización en el lenguaje, el control del dinero o el derecho a decidir, entre otras.
“Las víctimas lo silencian y los verdugos tampoco suelen dejar muchas evidencias”, declara Anna Freixas, gerontóloga feminista. “A las personas mayores les cuesta denunciar”, añade, viven un estigma social bajo situaciones “de muy poco empoderamiento personal”. Prevención, detección, información y desprogramación, propone, “ser capaces de oír lo que las mujeres nos quieren decir”.
En los medios de comunicación, dice Freixas, “las mujeres no aparecen por ningún sitio y muchas veces cuando lo hacen es en situaciones degradantes”. Como objetos de deseo, por ejemplo. O bajo calcos de perfiles modélicos. Todo por una “deficiente formación básica en género”, precisa la doctora en sicología y profesora titular de la Universidad de Sevilla, Trinidad Núñez.
“La propia sociedad está permanentemente reforzando y moldeando estereotipos y, sobre todo, prejuicios”. La cuestión, declara, no está en detectarlos, “que nos los sabemos muy bien”. La clave queda en “detectar cómo nos ponemos esos estereotipos sin darnos cuenta”. Los prejuicios “soterrados, invisibles”, de este modo, aparecen como “los más peligrosos porque son más difíciles de detectar y combatir”. Y la solución, una de ellas, reside “en la formación y alfabetización mediática, es imprescindible”. En la sociedad y, sobre todo, en escaparates públicos, caso de los medios de comunicación, el cine o la publicidad.