Alberto Núñez Feijóo empieza este viernes en Sevilla la campaña para las elecciones generales del 23 de julio. Es el primer paso para llegar a la Moncloa y el candidato del PP ha buscado “suelo firme”: la región más poblada de España, la que más diputados aporta al Congreso [61] y la que gobierna su partido con mayoría absoluta desde hace un año.
Andalucía es el nuevo granero de votos del PP, después de serlo durante 40 años del PSOE. También lo es la comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso ha logrado una victoria más aplastante que la de Juan Manuel Moreno: 47,34% del escrutinio frente al 43,13% del andaluz.
Pero en Génova 13, sede nacional del partido, aseguran que el molde para hacer presidente a Feijóo es el que ha acuñado el presidente Moreno. “Queremos exportar el modelo andaluz al conjunto de España porque es el que más se parece a España”, dice el secretario general del PP-A, Antonio Repullo.
En el PP dicen que “el efecto Juanma Moreno no sirve en Madrid y el tirón de Ayuso se estrellaría en Andalucía”. Una de las claves del 23J, señalada por todas las encuestas, es el trasvase de votos de PP a Vox y de Vox al PP. Ayuso dinamitó ese puente en la capital de España por “la vía de la asimilación”.
Moreno era el líder popular de una región tradicionalmente de centro izquierda y fue por ahí por donde buscó ensanchar su base electoral: el andaluz usó el miedo a la ultraderecha, lema del PSOE en campaña, para concentrar el voto útil en su partido, logrando abrir una brecha en el socialismo desencantado y temeroso de los de Abascal. “En Andalucía ya no funciona el miedo a la derecha, el mito de que el PP viene a privatizar la sanidad y la educación pública. Pero funcionó el miedo a Vox. Nos funcionó a nosotros”, recuerda un dirigente próximo a Moreno.
En la izquierda andaluza se han conjurado para no cometer el mismo error en las generales. Quieren limitar el discurso contra Vox y centrarlo en el PP. “Moreno se basta solo para hacer estragos en los servicios públicos”, dice el líder regional de IU y número uno de Sumar por Málaga, Toni Valero.
Pero los socialistas andaluces se mueven por los impulsos de la estrategia federal, que en la precampaña se ha volcado en denunciar los pactos de PP y Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas. “Moreno mantiene el teléfono de violencia intrafamiliar que le impuso Abascal hace cinco años, y lleva uno gobernando con mayoría absoluta. Ha reducido las subvenciones a asociaciones memorialistas y los pisos para mujeres víctimas de violencia de género”, denuncia María Márquez, diputada por Huelva y miembro de la ejecutiva federal.
6,5 millones de votantes
Andalucía tiene 8,5 millones de habitantes, en torno a 6,7 millones de votantes; una renta per cápita media de 18.906 euros anuales [la menor del país, últimos datos de 2021], una tasa de paro del 18% (y del 38% en menores de 25 años); siete de los diez barrios más pobres de España están en Andalucía, de los 15 con menos ingresos disponibles del país, 11 son andaluces; la economía regional desindustrializada, muy dependiente del sector servicios (el turismo, la hostelería), del sector agroalimentario y de la Junta de Andalucía, que sigue siendo la primera empresa de la comunidad y la que más trabajadores tiene (en torno a 260.000).
El campo andaluz, un importante nicho de votos de izquierdas en el pasado, llega a estos comicios baqueteado por la sequía y por la subida de precios provocada por la guerra en Ucrania. Agricultores, ganaderos y cazadores comparten el escepticismo y el cabreo contra las políticas medioambientales y los compromisos de la agenda 2030, que la ultraderecha presenta como antítesis al desarrollo económico.
Ahí Vox sembró miles de votos en las últimas generales, convirtiendo Andalucía en la mayor base electoral del partido de Santiago Abascal en España [12 de 52 diputados]. La ultraderecha sobrepasó al PP en votos en cuatro de las ocho provincias en 2019 -Sevilla, Huelva, Cádiz y Almería- haciendo saltar las alarmas en el cuartel de Moreno. Vox penetraba en el interior rural con un discurso negacionista del cambio climático.
En los dos últimos procesos electorales, los populares han recuperado ese terreno, aunque para ello tuvieron que coquetear con ese marco mental que confronta la conservación del medioambiente con el crecimiento económico. La consecuencia más palpable de este duelo por el voto rural es la polémica proposición de ley para ampliar regadíos en el entorno del Parque Nacional de Doñana, que ambos partidos tramitan en el Parlamento, desafiando el criterio de la comunidad científica, la Comisión Europea, la Unesco, el Gobierno central y, desde hace unos días, la Nasa.
Las encuestas internas de los partidos, y las que se han publicado, dibujan un electorado de derechas “hipermovilizado” y uno de izquierdas dormido o renqueante. En los días de precampaña, agitados por la sobreexposición mediática de Pedro Sánchez, los socialistas han empezado a mostrar señales de “levantamiento”, de “remontada”. “Este partido es el más ciclotímico que existe: un día estamos hundidos, por la pérdida de poder en las municipales, y al día siguiente nos lanzamos a otra campaña”, dice una dirigente federal.
El letargo del PSOE
El PSOE andaluz lleva perdiendo fuelle y votos desde 2012 -primera victoria del PP en las autonómicas-, dando muestras evidentes de cansancio y de falta de renovación en el discurso y las estrategias políticas. En 2018, cuando el Gobierno de Susana Díaz perdió el poder frente a la triple alianza PP-Ciudadanos-Vox, se constató que el PSOE-A había perdido el olfato de la calle, la experiencia y el conocimiento del terreno que le aportaban las casas del pueblo en los 785 municipios de Andalucía.
Un día de otoño se encontraron a 50.000 manifestantes por el deterioro de la sanidad pública en Granada y nadie supo de dónde habían salido y cuándo empezó el origen de ese descontento. Los socialistas andaluces están en la oposición desde hace cinco años. En ese tiempo han tenido que rearmarse orgánicamente, con un nuevo secretario general (Juan Espadas), políticamente y estratégicamente. Perdieron las andaluzas en 2022 (883.700 votos; 24%) y las municipales de mayo (1,3 millones de votos; 33,3).
De este último proceso electoral, el PP consolidó un cambio de ciclo, acaparando el mayor poder institucional que ha tenido nunca un partido en Andalucía: la Junta, las ocho capitales de provincias y seis de las ocho diputaciones provinciales. Pese a la pérdida de representación en las instituciones, el PSOE quiso extraer un dato positivo: en el cómputo general, habían sumado 400.000 votos más que en las andaluzas del año anterior y acortado su distancia con el PP en 300.000 papeletas. En el partido hay dirigentes menos optimistas que creen que sin la gestión y movilización de los alcaldes socialistas -músculo del partido- la derrota habría sido aún “más catastrófica”.
Sea como sea, las municipales son la referencia más próxima para calibrar qué ocurrirá el 23J en Andalucía. Los resultados de las generales de 2019 son difícilmente exportables al presente, porque el escenario político ha cambiado por completo. Entonces el PSOE ganó con 25 diputados, seguido del PP con 15, Vox con 12, la coalición Podemos-IU (Adelante Andalucía; hoy Sumar) con seis y Ciudadanos con tres.
Los naranjas ya no existen, obtuvieron entonces 346.000 votos que hoy, presumiblemente, engrosan la bolsa de apoyos del PP, visto que en las andaluzas y las municipales ya fueron barridos. La encuesta del CIS, que cuestionan propios y extraños, proyecta una victoria sólida del PP en Andalucía: entre 28 y 30 escaños, frente a los 20-24 del PSOE; ocho de Sumar y seis o siete de Vox.
Andalucía, tanto por su peso poblacional como por su estructura socioeconómica, acoge al mayor número de beneficiarios de las políticas sociales más significativas del Gobierno de Sánchez. Es así como lo están trasladando sus ministras, con la titular de Hacienda, la sevillana María Jesús Montero, a la cabeza: la reforma laboral (esta semana bajó de los 700.000 parados, según datos del Ministerio de Trabajo); la subida del salario mínimo y la subida del 8,5% de las pensiones, entre otras.
Sin embargo, esas políticas no han logrado movilizar lo suficiente al electorado progresista andaluz ni en las autonómicas ni en las municipales. “Lo que moviliza a la gente en unas elecciones son los conflictos: el votante del PP en Andalucía tenía su conflicto claro y definido: o Juanma o Vox. Hicieron una campaña con ilusión, se divirtieron y eso se notó en las urnas. Ahora, en las generales, el mayor resorte de las izquierdas para mover a los suyos es negativo -el hipotético Gobierno PP-Vox- es negativo. Y en política moviliza siempre más lo positivo que lo negativo”, dice la politóloga Ana Salazar.
En el PSOE son conscientes de esta realidad, de la necesidad de devolver a su militancia el “ímpetu ganador” y “el orgullo de ser socialistas”. Todos referencian al ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, involucrado en la campaña contra el sanchismo y reivindicando las señas de identidad de su partido. “Ese es el camino, no achicarnos, no creernos el mantra del PP”, dice un veterano alcalde de Sevilla.
De la vieja guardia a Ferraz
De la vieja guardia del PSOE andaluz también ha salido el manifiesto para desmontar “las falacias de la derecha contra Pedro Sánchez”. Un documento que ha multiplicado el número de firmantes, incluyendo a ex presidentes de la Junta, ex presidentes del Parlamento andaluz, ex consejeros, ex alcaldes, diputados, senadores constituyentes y ex ministros de Felipe González, militantes jubilados pero con más de 40 años de experiencia, que han lanzado su propia campaña para el 23J.
De la movilización del socialismo andaluz dependen, en gran parte, las posibilidades de Sánchez para revalidar mandato. En Ferraz son conscientes de que el proceso de renovación de la otrora federación más potente del partido, tras la aparatosa salida de Susana Díaz, no ha terminado de cuajar. Espadas ha explicado a los suyos que, tras 37 años gobernando Andalucía, el partido también tiene que “naturalizar las derrotas”.
No todos están de acuerdo con ese discurso. Hay dirigentes locales y provinciales que se indignan por la falta de pulsión política y electoral. “Resulta que si el PSOE pierde tras muchos años ganando, tenemos que interiorizarlo y aprender a hacer oposición, pero el PP, al día siguiente de perder unas elecciones, ya está diciendo que le hemos robado el Gobierno y que el presidente es ilegítimo. Yo eso no lo compro”, advierte un regidor sevillano.
Una de las que más se va a fajar en esta campaña es Montero. La ministra y vicesecretaria general del PSOE admite que los últimos cinco años, con la pandemia, la guerra en Ucrania y las crisis consiguientes, el Gobierno de Sánchez ha estado volcado en la gestión, y no ha dedicado tiempo ni a contrarrestar los ataques ni a arrugar el traje de moderado y centrista de Moreno Bonilla en Andalucía. “Moreno ha sido desleal estos años, no sólo al Gobierno, sino al país. El PP ha votado en contra de todas las políticas sociales, como la reforma laboral, para luego atribuirse los datos de empleo de esta semana”, dijo el miércoles en una entrevista en 7TV.
La ministra de Hacienda tiene el empeño de sacudir a su partido para sacarlo del letargo. “El PSOE en Andalucía es una organización viva, que se alegra pero también se resiente de que no fuera capaz de retener el Gobierno andaluz cuando había sido la fuerza política más votada. Eso ha requerido también un proceso de rearme, de reflexión, de cambio, de renovación dentro del PSOE. Estamos renovados en la ilusión, en la esperanza, en el sentimiento de que tenemos tanto que decir y que aportar...”, dice. Y culmina: “Andalucía no puede perder, como ha ocurrido en los últimos cuatro años, la capacidad de ser punta de lanza en España”.