Que la candidatura del doctor Ángel Salvatierra para ser nombrado Hijo Predilecto de Andalucía la hayan propuesto sus propios compañeros, define la huida profesional de este reconocido cirujano de todo protagonismo individual y su firme creencia en que solo es una pieza más en el engranaje perfecto de la cadena que hace posible que un trasplante llegue a buen puerto.
Abrumado con este nuevo galardón a su trayectoria profesional, Salvatierra destaca al ser el impulsor en Andalucía del trasplante de pulmón, convirtiéndose en un especialista reconocido a nivel nacional e internacional desde la jefatura del Servicio de Cirugía Torácica del Hospital Reina Sofía de Córdoba. Su excelencia en la práctica de la medicina combate en igualdad con las buenas palabras que sobre su trato personal se ha ganado de pacientes y compañeros de profesión. Y es que lo que él denomina la “amistad clínica”, es el concepto sobre el que basa toda su labor con el paciente antes, durante y después del quirófano.
La primera pregunta es obligada. ¿Qué supone para usted este reconocimiento como Hijo Predilecto de Andalucía?
Supone un honor tremendo que solo puedo entender si lo comparto con mis compañeros de la Unidad de Cirugía Torácica y Trasplante Pulmonar, con el Hospital Reina Sofía, con su personal y, por extensión, con todos los profesionales del sistema sanitario público andaluz. Solo así entiendo que puedo yo llevar este honor. Siento muchísima gratitud por mis compañeros que han sido quienes me han propuesto y también por quien me lo ha concedido.
¿Cuándo decidió usted dedicarse a la disciplina del trasplante?
Prácticamente desde mi residencia (médico interno residente), desde mi primera formación ya pensaba que el trasplante era imprescindible en mi especialidad, aunque todavía no se hacía clínicamente. Entonces, empecé a trabajar para formarme en lo que es el trasplante pulmonar. Es decir, ya desde los inicios de mi formación.
¿Qué situaciones han marcado su trayectoria profesional en este campo?
Situaciones han sido muchas. La primera fue en la preparación para esta disciplina que era muy nueva. No había nada escrito, no había formación ni información que pudiéramos recibir, más que el desplazarnos a sitios donde, de una manera pionera, se estaba haciendo. Pero eran casos que todavía iban francamente mal y eso marca. Marca el hecho de enfrentarte a algo sobre lo que todavía no hay una ciencia fundamentada. Eso, unido a pacientes que lo requieren y que es muy triste verlos con una calidad de vida ínfima y con una amenaza para su vida tremenda. Y ver cómo morían esos pacientes sin nada que poder hacer. Entonces, ese binomio de encontrarte con la necesidad pero todavía no estar lo suficientemente preparado, pues eso marca porque te hace estudiar, te hace prepararte como sea, hacer cirugía experimental, con animales, ir a los sitios donde crees que se está haciendo esto bien e intentar formarte. Luego ya vino cuando ya se estableció en algún sitio, en EEUU, un grupo que ha sido pionero en el mundo y vas allí a aprender, aunque son todavía pocos casos y es una etapa también dura porque ves muchos fracasos. Y luego, ya cuando lo iniciamos aquí, que fue muy poco tiempo después, en 1992 cuando abrimos nuestro programa de trasplantes.
Que usted se llame Ángel y Salvatierra, ¿supongo que imprime carácter a alguien que salva vidas, no?
(Risas) No, no, yo creo que no. Es totalmente casual. Yo desgraciadamente no puedo salvar vidas, lo que hago es poner mi granito de arena para que la naturaleza actúe e intentar encauzar un determinado estado de salud. Eso es lo máximo que yo puedo hacer. Y acompañar y ayudar en la medida de mis posibilidades.
Usted se ha significado siempre como defensor de la sanidad pública. ¿Debe ser el derecho más universal?
Yo creo que sí. Yo creo que debe ser el derecho más universal, porque sin salud no hay nada. Sin salud no existe ni siquiera el trabajo, ni siquiera la felicidad, ni siquiera…nada. El derecho a la salud es un derecho básico, también con la educación y una alimentación, pero eso lleva implícito la salud.
Ha recibido ofertas de otros centros hospitalarios tanto de España como del extranjero. ¿Por qué ha decidido quedarse en el Hospital Reina Sofía?
Pues porque aquí no me falta de nada. Tengo a mis pacientes, tengo un sistema sanitario que yo creo que es envidiable y además, que cuando he necesitado investigar pues he buscado la ayuda competitivamente como cualquier otro investigador y ya está. No he tenido aquí ninguna cortapisa ni frenos o límites. No. Y claro que puede uno ganar muchísimo más dinero, pero no haciendo una medicina pública, sino mirando la cuenta corriente… A lo mejor estoy equivocado, pero creo que esto es básico, sobre todo en determinados terrenos de la salud y a mí me parece que soy más feliz así, aunque no sea millonario.
Usted fue el impulsor del Programa de Trasplantes en Reina Sofía. ¿Qué balance hace desde ese punto de partida hasta ahora?
Costó mucho trabajo inicialmente porque entonces las autoridades consideraban que esto era experimental y tardaron mucho en darnos el visto bueno para empezar. Pero una vez que empezamos, la verdad es que los pacientes por regla general han ido francamente bien, aunque desgraciadamente los fracasos son los que marcan, los que no han ido bien y han quedado en el intento. Esos son con los que uno se entristece y nos hunden momentáneamente. Luego no hay más remedio que seguir, porque hay muchos más que están necesitándonos y de todo se aprende. Pero, en sí, el balance es muy positivo.
¿Cómo se consigue la sincronización necesaria con todo el equipo de profesionales que trabaja en un trasplante? ¿Qué aprende un cirujano de su equipo?
Aprende en primer lugar que nada se hace solo. Que eso de las grandes personalidades, eso ya pasó a la historia. Aquí todo es un equipo multidisciplinar y todo hay que hacerlo de una forma coordinada. Todo el hospital, es todo el sistema el que se pone en marcha. Y el sistema significa algo más que lo puramente sanitario. Se ponen en marcha medios de comunicación, transporte, muchas personas. Por cada trasplante hay casi un centenar de personas que se movilizan y eso da la idea de la amplitud, de la generosidad, de la concatenación de voluntades que hay detrás de un acontecimiento como éste. Por eso no se debe achacar nunca el mérito a una persona determinada, ni muchísimo menos. Aquí todo es un esfuerzo colectivo.
¿Qué papel considera que juega el trato humano en una ciencia como no deja ser la medicina?
Es fundamental, fundamental. Nosotros somos humanos que tratamos a otros humanos que están viendo amenazada su salud y su vida. El trato no puede ser nunca científico exclusivamente. Tiene que ser un trato inicialmente y, de manera más importante, humano, donde uno se haga cargo de un ser sufriente y uno ponga todo su empeño en tratarlo de una forma lo más globalmente posible. No vale para nada hacer una extraordinaria intervención quirúrgica si uno no aporta su grado de amistad clínica.
¿El egoísmo propio del ser humano desaparece ante la muerte y responde eso a las altas cifras de donante que tenemos?
Sin duda, sin duda. Yo creo que los seres humanos -aunque tienen un fondo animal indiscutible y estamos preparados para defender nuestra vida incluso con el egoísmo y eso es algo irrenunciable que está en un nivel anterior a la reflexión-, luego tenemos esa segunda naturaleza que es la de ser conscientes de que tenemos que ayudarnos los unos a los otros. Aisladamente no se puede conseguir nada y eso ha hecho que las civilizaciones progresen, que el humano progrese. Durante la fase de sufrimiento eso se acrecienta, ahí está la emoción y está el hecho de saber que hay personas que están necesitadas, que están sufriendo porque un órgano no les funciona. ¿Y a dónde va ese órgano de nuestro familiar que acaba de morir o de nosotros mismos que sabemos que vamos a morir? ¿A pudrirse, a quemarse, a convertirse en humo o ceniza? Por favor… En ese momento se es consciente de que uno puede seguir dando vida y de que uno puede seguir dando felicidad y alegría tanto a la persona que lo va a recibir como a los que le rodean.
Córdoba es la ciudad del mundo con más donantes por millón de habitantes. ¿En qué medida influye en eso tener un centro de referencia como es el Hospital Reina Sofía?
Eso influye sin lugar a dudas. Y luego también nuestro equipo de coordinación. El equipo de coordinación de Córdoba es un equipo extraordinario, fuera de serie. Y yo creo que eso hace muchísimo para la donación. Son personas enormemente humanas, muy delicadas, muy profesionales y que lo saben hacer muy bien.
¿Hacia dónde camina el futuro de los trasplantes? ¿Por dónde vendrán los próximos avances?
Por una parte, por una mejora permanente de lo que es el trasplante tal y como lo conocemos hoy día, tanto desde el punto de vista técnico como desde la inmunidad y la farmacología. Todo eso va a influir enormemente. Y luego, pues vendrá probablemente el hecho de tener órganos a la medida desde el punto de vista inmunológico, órganos semiartificiales.
¿Será esa una de las posibles vías para reducir las listas de espera?
Sin duda, sin duda. Yo creo que eso lo vamos a vivir. Sí, en un futuro próximo.
¿Qué opinión le merece quienes ven la salud como un negocio?
Yo no soy quién para juzgar a nadie. Tengo muchos compañeros y muchos amigos que practican la medicina privada y sé que son personas extraordinarias y que lo hacen de una manera totalmente lícita y muy bien. Tienen que vivir y tienen que cobrar lo que hacen, me parece totalmente legítimo. No tengo amigos médicos que ejerzan la profesión exclusivamente para enriquecerse; comprendo que será lícito, pero la verdad es que no los tengo. Ahora, yo no entiendo la medicina como un negocio, no lo puedo entender.