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Días de Empresa es un espacio en el que eldiarioand quiere contar las historias de las empresas andaluzas. Cómo discurre sus días, cómo nacen y cómo se consolidan, y cómo, desde aquí, desde Andalucía se construye sociedad a través de las iniciativas empresariales.

La primera Navidad sin mantecados de La Aurora

Fernando Moreno, gerente del holding de nutrición 'Moreno Ruiz Hermanos'
15 de enero de 2025 05:30 h

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Fernando Moreno es un estratega. Observa las tendencias del mercado a dos, cinco y diez años vista, analiza bien qué productos pueden funcionar, hace cálculos para entender el potencial en un nicho incipiente, consulta con su equipo cómo se puede materializar, combinan en el laboratorio los ingredientes y dejan la fórmula preparada para ponerla a funcionar en cuanto se abre la ventana de oportunidad. Hasta 12.000 fórmulas alimenticias tienen en los cajones. La mitad están activas.

En 2024, salió de la fábrica el último mantecado de La Aurora poniendo fin a una lraga historia familiar junto a este producto tan típico de Estepa. Estas han sido las primeras navidades sin La Aurora. Pero la nostalgia tiene poco margen en el frenético proceso de innovación que lleva Moreno, con el que busca rebasar las fronteras en el mundo de la nutrición. “Ya no vamos a producir más mantecados, polvorones, roscos y alfajores”, proclama el gerente de Moreno Ruiz Hermanos recordando cómo su abuela Enriqueta empujó a la familia a montar en 1939 un obrador en el centro de Estepa, la localidad cuna de la delicia típica navideña.

Hace solo unas semanas que en las casas andaluzas se pegaba el último bocado a los dulces que rondaban las bandejas. Su padre y su tío siguen siendo dueños a medias del grupo dedicado a la elaboración de productos de confitería. Romper con una tradición familiar de casi un siglo, tan arraigada a la identidad de su pueblo, no es fácil. Pero el paso era evidente para Fernando. Las cuentas muestran que el mantecado era un producto residual para este holding, con unos 300.000 euros de ingresos, de un total de 35 millones de facturación. El margen que aportaba al conjunto de la actividad era muy pequeño y era un lastre para la productividad. “La emoción es la que nos hizo seguir más tiempo de la cuenta con el mantecado”, comenta el empresario. Las granolas, las gominolas con vitaminas y las cremas de cacahuete y almendra han tomado, sin embargo, un espacio en la primera fábrica de la antigua carretera que atraviesa Estepa. Se producen todo el año. Y de la línea más moderna en el polígono, salen cinco millones de barritas proteicas al mes.

Lo único que sobrevive en la fábrica de la calle Canela es la máquina que recubre de chocolate los finos rectángulos. La filial que tira ahora del negocio familiar es Aurora Intelligent Nutrition, que empezó a explorar hace dos décadas el emergente mercado de las barritas proteicas para deportistas de élite. Entonces solo había tres grandes compañías que operaban en el mercado.

2006, año del cambio

La empresa familiar sevillana dio un cambio radical cuando Fernando Moreno se incorporó y se hizo con la dirección en 2006. “Me gusta enredar un poco”, reconoce, “hacíamos lo típico y había que diversificar”. El realidad es que el negocio tradicional del mantecado se enfrenta desde hace décadas a un doble problema que lastra sus oportunidades de crecimiento. El primero, que es difícil evitar la estacionalidad. Si el producto se convierte en un dulce para consumir todo el año, se acaba disipando y muere. “La gente los compra porque los coge con ganas”, señala.

El segundo problema, imposible de resolver, es el de la internacionalización. Los grandes mantecadores de Estepa crearon un consorcio para salir al mundo. “Se fue a América, a Rusia, por toda Europa -recuerda- pero lo único que podíamos vender eran los excedentes en Marruecos y muy poco en países donde hay aún comunidades de emigrantes españoles. No es un producto exportable”. Ahora la mitad de la facturación le llega al grupo de fuera de España gracias a otros productos.

Había un tercer reto interno de la empresa. La calidad del producto de La Aurora era buena, pero había que bajar urgentemente los costes fijos y de explotación para ser competitivo en más mercados. “Tenía que dar con algo para producir el resto del año que permitiera mejorar los ingresos y modernizar la fábrica”, explica. Probó con bombones de alta gama y frutas con chocolate. No funcionaron a los niveles que buscaba de facturación.

Barritas proteicas para deportistas

En ese momento, llamó a la puerta la oportunidad de hacer algo disruptivo que dio un vuelco a la empresa. Un distribuidor de alimentación deportiva les preguntó si podían hacerle barritas proteicas para poder crear su propia marca. “No tenía ni idea de lo que era eso”, se sincera, “solo que era para los gimnasios”. Lo estudiaron, entendieron su composición y desarrollaron varias muestras tirando de la experiencia de un amigo biólogo. “Las primeras eran un ladrillo. Entendimos lo que no funcionaba y a los dos meses las pusimos en el mercado”.

Moreno comenta que sus padres nunca le obligaron a trabajar en la empresa cuando era adolescente. Lo hacía porque le gustaba y formaba parte de su vida. Se hablaba del negocio en las comidas y en las cenas. Eso le permitió formarse de forma natural. Estudió empresariales para apuntalarlo. “Sé los motivos de los momentos malos y el porqué de los buenos”. Y eso le ayudó a entender el desarrollo que podían tener las barritas.

La facturación de Aurora Intelligent Nutrition el primer año fue de 6.000 euros. Las primeras barritas eran en apariencia muy simples, a base de proteína de leche, azúcares como carbohidrato, un poco de grasa para compensar, chocolate para darle buen gusto, aromáticos y estabilizantes. Pero hacer un producto que a los dos meses no te lo devuelvan porque está duro y se pone amarillo es bastante más complejo.

Fernando Moreno no es deportista y es autodidacta en lo que se refiere a la ciencia. La experiencia más próxima con la química fue por un negocio de aceites esenciales a base de hierbas aromáticas que llevó durante diez años, al terminar la carrera. Lo vendió a un rival en la zona cuando vio que le iba a sacar del mercado en tres años. “Hay que ser muy fríos con los negocios. O me asociaba con él o me desprendía”.

Al dar con la fórmula para producir barritas estables, la nueva filial se vio en posición de plantear a otros distribuidores de alimentación deportiva hacerles productos a medida. Aún estaban en desarrollo. Así que para preservar su calidad les propuso hacer las entregas más pequeñas mes a mes. En tres años logró hacerse con el 80% de la distribución en el mercado de la alimentación deportiva.

Cremas y dietética

“Si estamos haciendo hiperprotéicas”, reflexiona, “las sustitutivas de comidas es aún más fácil”. Y así, en pleno confinamiento por la Covid-19, entró en el mundo de las cremas de frutos secos. Ese filón le metió en la dietética, las barritas de fruta a base de dátiles, comprimidos vitamínicos, melatonina y nutricosmética.

El de la nutrición es un sector que ofrece tantas opciones como permite la combinación de ingredientes, en el que emergen nuevas posibilidades como las harinas de insectos, una de las grandes promesas en la alimentación del futuro por su alto valor nutritivo y su bajo impacto medioambiental. La FAO tiene identificadas 1.900 especies de insectos que se consumen en el mundo, como el gusano de la harina.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria autorizó hace cuatro años el consumo del primer pequeño insecto como alimento al determinar que no supone un riesgo para la salud humana. Otra cosa es que el europeo ordinario quiera o acepte incluirlo en su dieta, por eso Bruselas establece requisitos de etiquetado muy claros para productos como los de Aurora que contienen nuevos alimentos.

Las materias primas, un quebradero de cabeza

Moreno entiende que los insectos van a ser una fuente cada vez más importante de proteína alternativa, porque es más eficiente que la proteína láctea y contribuye a reducir la huella de carbono. Por eso la empresa sevillana empezó a experimentar con el “tenebrio molitor” como ingrediente para sus barritas antes de que la UE lo autorizara como nuevo alimento. Pudo reaccionar así rápido y por delante de la regulación gracias a la flexibilidad de su modelo.

“Llegará o no, pero hay que estar posicionados para adelantarte y crearte tu propio futuro”. El ejecutivo, sin embargo, ve más posibilidades al potencial de las levaduras probióticas. No tienen sabor y crean menos reticencias que los insectos. Las hay naturales y desarrolladas genéticamente. “Lo que va a pasar en la empresa dentro de cinco años ya está monitorizado”, augura.

La regulación es un obstáculo relativo en la industria alimentaria comparado con el quebradero de cabeza de las materias primas, por el doble impacto del cambio climático y los cuellos de botella en la cadena logística desde la pandemia. El precio se disparó para ingredientes como la manteca de cacao, las proteínas, las grasas y los azúcares, a lo que se suma el alza de tipos de interés, de la energía y los salarios. “Una locura”, afirma, “pero logramos dar con distintas estrategias para salvarlos”.

La empresa familiar opera tres centros de producción que dan empleo a casi 400 personas en sus distintos departamentos. Hay químicos, biólogos, nutricionistas, o programadores en inteligencia artificial generativa. El 20% de los asalariados son llegados de fuera de la comarca. Y ocho de cada diez son mujeres. Para conciliar la vida profesional con la familiar, las fábricas cierran a las tres de la tarde.

El gran reto de las empresas innovadoras es atraer y retener el talento autóctono. Es más difícil cuando la actividad de negocio se desarrolla en un pueblo, a una hora de ciudades como Sevilla o Málaga, los dos polos industriales en Andalucía. “Al talento hay que ir a buscarlo y darle los alicientes, permitir que la gente sea creativa y que los profesionales estén motivados para buscar cosas que podemos hacer nuevas”.

En busca del talento “de vuelta”

Y aquí entra en juego la Fundación Aurora. “Nos va muy bien y ahora es cuando podemos hacer cosas por la comunidad”, reflexiona. La organización sin ánimo de lucro no está estructurada para hacer obras benéficas. Lo que trata es de crear una sinergia entre la vida del pueblo y la prosperidad de la empresa, con programas orientados a fomentar la creación y captación de talento.

La fundación se creó hace dos años y tiene en su patronato a Francisco Mochón, ex presidente de la Corporación Tecnológica de Andalucía. La misión es convertir la comarca en un polo tecnológico. El primer proyecto piloto estuvo dirigido a fomentar las ciencias entre los estudiantes más jóvenes del pueblo, especialmente las niñas, para que tengan una inmersión prematura que les haga atractivo ese mundo, con la tecnología del momento.

 La Junta de Andalucía está interesada en dar escala a este programa en las escuelas de la comarca. El primer proyecto se centró en la programación. La idea es ofrecer a los estudiantes más interesados un curso en robótica con módulos de inteligencia artificial. “Si tienes jóvenes sin miedo a la ciencia, tienes talento y procuras que no se vayan. Pescar al que se fue no es fácil”.

La Fundación da visibilidad a la actividad de la antigua mantequera. Monchón asesora también a Moreno en el negocio nutricional. Su conocimiento es un activo importante. En el intercambio con el antiguo directivo de Telefónica vio otra vía de acción para preservar el talento, el que se pierde cuando se llega a la jubilación. “Unir el talento mayor con el talento joven es muy dinamizador”. Es su próximo gran proyecto.

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