ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Mamarrachadas y estándares
Recientemente se ha perpetrado en Cádiz una “Jornada técnica” que, bajo el nunca tan paradójico título de “Una mirada científica”, reproducía la enésima deyección del establishment en torno a lo que por el extremo sur de la península Ibérica hablamos. Haciendo suya “la unanimidad de los ponentes en cuanto a que rechazaron su traslación escrita”, una “doctora y profesora de Literatura de la UCA” concebía todo sistema de escritura para el andaluz como “Un mamarracho para comprar voluntades”.
Tal rechazo “encontró la unanimidad de los ponentes” basándose en una serie de mantras, entre los que se enunciaba aquel consabido de que “no hay un solo rasgo que sea común entre todas las hablas andaluzas”, en palabras de un “catedrático emérito de la Universidad de Madrid” (sic). De acuerdo con tal concepción, el andaluz sería una “variedad del español que deriva en Andalucía”, “para casi todos los intervinientes”, en “muchas hablas”.
No es más que otro ladrillo en el muro de la estereotipia. Elaborado por un equipo que recibe fondos, premios, respaldos y subvenciones del Gobierno autonómico para negar e infravalorar cualquier singularidad gramatical del andaluz, existe un volumen editado por la Junta que presume de “contribuir a la obtención de un conocimiento más definido” de lo que aquí hablamos, precisamente “más allá de estereotipos”, y en el que se nos informa de una presunta “extraordinaria heterogeneidad interna del andaluz”. Y es que, de acuerdo con los parámetros del discurso académico hegemónico, en virtud del que se renuncia a la utilidad de profundizar en su estudio, la lengua natural de Andalucía queda en la práctica reducida a un simple pintoresquismo arcaico y fonológico del español en Andalucía.
De momento no ha llegado a ser demandado por la población en su conjunto. "Pero se puede trabajar para conseguirlo"
La cuestión es que todas las lenguas tienen un cierto grado de heterogeneidad y el andaluz no es merecedor de un monográfico de Iker Jiménez. No. Es una variedad normal y corriente, en la que operan una serie de procesos que son habituales en la evolución de las lenguas, y por tanto, su heterogeneidad es consustancial a las poblaciones de competencias lingüísticas. Tampoco “la identidad lingüística andaluza es fundamentalmente fonética”, como afirma la obra colectiva. Esto lo reconocía incluso el considerado máximo especialista en el andaluz, Manuel Alvar: “Que un rasgo andaluz como, por ejemplo, la aspiración de la ese se dé en Salamanca, en Ávila o en Toledo, que la neutralización de l = r aparezca –por decir un solo dominio– en Puerto Rico o que haya abertura de vocal en los plurales en algún sitio del español rioplatense, no creo que quiten fisonomía al andaluz, ni la pierda porque encontremos otros rasgos suyos en canario o en murciano. No creo que ningún aficionado a la dialectología confunda a un hablante de Las Palmas o de Cartagena con otro de Málaga”.
Lo que subyace a toda aquella fabulación es mera ideología y, en concreto, uno de los principios básicos del españolismo lingüístico tal como han sido formulados por el lingüista Juan Carlos Moreno Cabrera: aquel según el cual, en comparación con el castellano, las demás lenguas o variedades están menos unificadas; dicho de otra manera, que están más dialectalizadas o fragmentadas.
Así las cosas, ¿tiene sentido proponer un estándar escrito para el andaluz distinto de la lengua estándar castellana peninsular? Obviamente, del mismo modo que lo tuvo en su día proponer y desarrollar un estándar escrito castellano, provenzal, gallego-portugués o catalán frente al latín escrito. Pero eso sí, y aquí está la clave del asunto, todo dependerá de que cuente con un apoyo explícito de los poderes políticos, ideológicos, culturales y sociales en la sociedad andaluza de hoy.
De momento no ha llegado a ser demandado por la población en su conjunto. “Pero se puede trabajar para conseguirlo en un futuro desoyendo los quejumbrosos lamentos y los despiadados improperios y burlas de quienes se rasgan las vestiduras cuando las personas que creen en la dignidad de su lengua andaluza intentan proponer y desarrollar un estándar escrito que reivindique esa dignidad lingüística que poseen todas las lenguas naturales del mundo, tengan o no tradición escrita”, afirma el mismo científico. En eso algunas, y cada vez más personas, estamos.
Recientemente se ha perpetrado en Cádiz una “Jornada técnica” que, bajo el nunca tan paradójico título de “Una mirada científica”, reproducía la enésima deyección del establishment en torno a lo que por el extremo sur de la península Ibérica hablamos. Haciendo suya “la unanimidad de los ponentes en cuanto a que rechazaron su traslación escrita”, una “doctora y profesora de Literatura de la UCA” concebía todo sistema de escritura para el andaluz como “Un mamarracho para comprar voluntades”.
Tal rechazo “encontró la unanimidad de los ponentes” basándose en una serie de mantras, entre los que se enunciaba aquel consabido de que “no hay un solo rasgo que sea común entre todas las hablas andaluzas”, en palabras de un “catedrático emérito de la Universidad de Madrid” (sic). De acuerdo con tal concepción, el andaluz sería una “variedad del español que deriva en Andalucía”, “para casi todos los intervinientes”, en “muchas hablas”.