ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Nómadas y valhallas
Un domingo por la mañana, mientras tomaba el desayuno, quien esto escribe zapeaba por los canales autonómicos de televisión. En uno de ellos, un grupo de jóvenes de Andalucía explicaba su experiencia, peripecias y consejos como emigrantes en una ciudad alemana. Breves minutos después, quien redacta estas líneas cambió de canal y recaló en otro, también autonómico, en el que turistas oriundos de ese mismo país de destino, Alemania, ensalzaban las bondades de la playa andaluza en la que solían veranear y en la que en ese momento se encontraban. Una de sus compatriotas de hecho regentaba un establecimiento hotelero en nuestra costa.
Esta especie de quiasma mediático remite a sendos programas llamados, respectivamente, A por Europa y Destino Andalucía. Según la promo del primero, estrenado en 2014 y “transmitido en prime time un día a la semana”, ha tenido “a los andaluces como protagonistas, a Europa como escenario principal y a la realidad social y económica como eje”. En el vídeo, varios jóvenes gritan, entusiastas, “Somos andaluces y ahora vamos ¡a por Europa! Esta es nuestra hora: ¡la hora de la conquista!”. Mientras, una voz en off masculina (huelga decir que en castellano centropeninsular) explica que son “Andaluces dispuestos a conquistar sus sueños por toda Europa y demostrar que el lado amable de la vida es andaluz”.
Andalucía se ha convertido en el reposo del guerrero nórdico, en su paraíso mediterráneo
El planteamiento optimista y desenfadado de A por Europa supone una reiteración, intensificada si cabe, del más antiguo Andaluces por el mundo, creado durante la gran crisis de 2007, origen de un fuerte repunte emigratorio en Andalucía (y que todas las estadísticas certifican), con un mensaje implícito claramente opuesto a la famosa frase de Blas Infante: “Andaluces, no emigréis; ¡combatid!”. Andaluces por el mundo (con el título tuneado en clave inclusiva) aún subsiste en la parrilla de Canal Sur. A por Europa, por su parte, pretende recuperar la mitología del sueño americano, extrapolada en este caso al subcontinente europeo, al objeto de presentar una situación de desarraigo familiar y cultural forzado, como es la emigración económica (“exportación de capital humano”, en la definición de la expresidenta Susana Díaz), en clave de alegre aventura en busca de oportunidades, desviando el foco de atención respecto a las razones que han convertido a Andalucía en un lugar aquejado por el desempleo y, por consiguiente, empujado a cumplir el papel de tierra exportadora de mano de obra dentro de una estructura supraestatal, una Unión Europea construida, como lo está, por la 'Gran Alemania' al objeto de posibilitar su reestructuración productiva con miras a la exportación; tal es así, que las ventas externas de este país pasaron del 20% del PIB en 1990 al 47% en un par de décadas. Todo ello a costa de los Estados deficitarios, convertidos en medio financiero mediante el que las corporaciones alemanas han ido internacionalizando sus actividades en EE.UU., China y Europa del Este.
En el capítulo dedicado a personas andaluzas emigradas a Frankfurt, la urbe germana que alberga la sede financiera del capitalismo europeo, pregunta el reportero: “¿En Frankfurt hay oportunidades laborales para maquinistas como tú?”. Responde el emigrado andaluz: “En general, en Alemania, muchísimo”. Así que “hoy nos abrimos paso en Frankfurt”, anuncia el primero. El reservado a Munich nos retrata a la capital de Baviera como “un motor económico que cada vez atrae a más andaluces. Informáticos e ingenieros son los perfiles estrella: solo en 2014 la industria alemana necesita cubrir 63.000 puestos de este tipo. Aquí no es difícil encontrar empleo si se sabe alemán o inglés”. Cerremos esta trinidad germánica con Berlín donde una andaluza embarazada, hablando de los permisos y subsidios por maternidad y paternidad, desvela que “tienes 14 meses a elegir entre el padre y la madre y recibes un 65% de tu sueldo, con un máximo de 1.800”, mientras una empresaria en una escuela de idiomas cuenta que allí “no hay que pagar nada por ser autónomo”, un informático afirma que “se puede vivir” con su sueldo “y con mucho menos” porque está “en la ciudad de las oportunidades, realmente”, y una guía turística, también andaluza como los anteriores, define la capital teutona como “una ciudad estupenda para venir con una mentalidad emprendedora”. Estos son los “nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad en las nieblas del Norte”, como cantaba Franco Battiato.
Entre las ocho ciudades del Estado con mayor número de apartamentos turísticos, cuatro son andaluzas: Sevilla, Málaga y Marbella ocupan el cuarto, quinto y sexto puesto, y Granada el octavo
Pero a su vez, claro, Andalucía se ha convertido en el reposo del guerrero nórdico, en su paraíso mediterráneo. La entrada de Andalucía en la Unión Europea no hizo sino profundizar su proceso histórico de desindustrialización dentro del reino de España. En reciprocidad con ese éxodo económico de personas andaluzas a la Europa del centro y norte, la misma Andalucía que manda a buena parte de sus nuevas generaciones al centro capitalista de dicha entidad supraestatal, recibe a los naturales de ese núcleo duro como destino de esparcimiento y diversión en la llamada, según la terminología oficial, “primera industria del país”, que no es otra, en realidad, que el sector turístico. De hecho, por ejemplo, según los datos de DataHippo, en un mercado especializado caracterizado por la concentración de la oferta, en la que un tercio está en manos de profesionales y grandes propietarios que representan a menos del 5% de los anfitriones, entre las ocho ciudades del Estado con mayor número de apartamentos turísticos, cuatro son andaluzas: Sevilla, Málaga y Marbella ocupan el cuarto, quinto y sexto puesto, y Granada el octavo.
Para que la población asuma y acepte la citada especialización andaluza en el subsector turístico, de acuerdo con la división internacional del trabajo, está el arriba citado programa Destino Andalucía, patrocinado por la Consejería del ramo, que comenzó el mismo año que A por Europa. Se trata de “una ventana abierta al sector turístico andaluz que acerca los atractivos turísticos y excelencias de las ocho provincias andaluzas”. En el capítulo dedicado a Motril, es precisamente un alemán, director de un hotel “en primera línea de playa” (andaluza), quien nos explica las comodidades y ventajas de su establecimiento, con una clientela mayoritariamente oriunda de Estados del centro y Norte de la UE, a juzgar por las imágenes del lugar que aparecen en el reportaje, mientras que en el episodio de la misma serie sobre Mojácar, su compatriota germana y homóloga en otro centro de alojamiento situado en esta última localidad, un cortijo (andaluz) de la que es propietaria, define a este como un lugar “ideal para desconectar”.
De acuerdo con la división internacional del trabajo, la población andaluza puede elegir entre dos salidas básicas: o bien proveer de mano de obra a los centros de producción situados en otros territorios a través de la emigración, o bien, como “periferia de la periferia” europea, servir de acogida al ocio y recreo de las poblaciones de dichos centros. Es en relación con estas premisas por lo que resulta oportuno reiterar las menciones del psiquiatra y militante anticolonial martiniqués Frantz Fanon a la mentalidad de “El servicio siempre sonriente”. Véase el “Por ti, vuelven” de la reciente campaña institucional de la Junta.
Un domingo por la mañana, mientras tomaba el desayuno, quien esto escribe zapeaba por los canales autonómicos de televisión. En uno de ellos, un grupo de jóvenes de Andalucía explicaba su experiencia, peripecias y consejos como emigrantes en una ciudad alemana. Breves minutos después, quien redacta estas líneas cambió de canal y recaló en otro, también autonómico, en el que turistas oriundos de ese mismo país de destino, Alemania, ensalzaban las bondades de la playa andaluza en la que solían veranear y en la que en ese momento se encontraban. Una de sus compatriotas de hecho regentaba un establecimiento hotelero en nuestra costa.
Esta especie de quiasma mediático remite a sendos programas llamados, respectivamente, A por Europa y Destino Andalucía. Según la promo del primero, estrenado en 2014 y “transmitido en prime time un día a la semana”, ha tenido “a los andaluces como protagonistas, a Europa como escenario principal y a la realidad social y económica como eje”. En el vídeo, varios jóvenes gritan, entusiastas, “Somos andaluces y ahora vamos ¡a por Europa! Esta es nuestra hora: ¡la hora de la conquista!”. Mientras, una voz en off masculina (huelga decir que en castellano centropeninsular) explica que son “Andaluces dispuestos a conquistar sus sueños por toda Europa y demostrar que el lado amable de la vida es andaluz”.