ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
El patrimonio andalusí...¿también es nuestro? Diario de una historiadora trabajando como guía de turismo
Trabajar interpretando y dando a conocer el patrimonio andalusí que tenemos en Andalucía te reporta infinitas cosas positivas y bonitas (más aún cuando eres una historiadora andaluza apasionada del periodo andalusí): disfrutas del lujo de recorrerlo cada día (tremendo privilegio ya de por sí), te formas para conocerlo a fondo y poder transmitirlo mejor, y te permite que alguien que llega a tu visita sin idea alguna vuelva a casa conociendo, a grandes rasgos, un episodio maravilloso de la historia de tu ciudad y lo que significó tal monumento o yacimiento arqueológico. Pero para mí, sin duda, uno de los puntos más interesantes que tiene este trabajo y que tan sólo supe tras llevar mucho tiempo en él, es conocer, de manera personal y directa, qué tienen en la cabeza personas de todo el mundo sobre al-Ándalus y cómo ven y entienden ellos la importancia de este momento histórico y su integración en nuestra sociedad actual.
Para mi suerte, a menudo trabajo guiando grupos muy reducidos de personas, con lo que el contacto con cada una de ellas es mucho mayor, y la interacción es frecuente y cercana, creándose un espacio cómodo en el que los visitantes suelen hacer preguntas que les inquietan o, incluso, reflexiones con los demás.
Repensando mucho sobre el tema y analizando el caso de los visitantes andaluces, lo cual me interesa en exceso, ciertamente estos me suelen transmitir más “cercanía” con el propio edificio o lugar, y suelen sentir monumentos o yacimientos andalusíes mayoritariamente “suyos”, pero, casi siempre, y como ellos mismos me suelen recalcar, “están hechos por otros”. Es decir, al patrimonio andalusí podemos sentirlo “nuestro” (andaluz) en la medida en que se encuentra en nuestro suelo, en nuestras ciudades. Hemos crecido con él, tenemos canciones que lo evocan, paseamos cerca cada día… difícilmente no podríamos verlo como algo nuestro. Pero cuando llega el momento de hablar de sus creadores, amiga, la cosa cambia; porque en este sentido, el andaluz promedio en las visitas te suele dejar caer que “menos mal que lo recuperamos y lo podemos disfrutar”. Y esto, inevitablemente, me ha hecho reflexionar mucho sobre la idea del patrimonio andalusí en la memoria colectiva de las andaluzas y andaluces. Una concepción que, por otra parte, no nos debería sorprender en absoluto.
Festejar y no darle tantas vueltas a la cabeza
Nos encontramos, por nuestro propio devenir histórico, absoluta y permanentemente rodeados de símbolos que refuerzan nuestra identidad cristiana, aludiendo siempre al momento de conquista cristiana de nuestras ciudades andaluzas en época “medieval”. Como, por ejemplo, pinturas triunfales del momento de conquista de ciudades por los conquistadores cristianos (véase la pintura de José Moreno Carbonero “Liberación de cautivos de Málaga por los Reyes Católicos” o la del cordobés Antonio Palomino “La Conquista de Córdoba por Fernando III El Santo” en la Mezquita Catedral de Córdoba), o la apertura de la urna sepulcral de este mismo monarca de origen zamorano que provoca las innumerables visitas a la misma en la Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, en una jornada de júbilo y alegría en recuerdo de la figura del que algunos se han atrevido a señalar como “auténtico padre de Andalucía”. Debería resultarnos, como poco, curioso que se pueda entender “nuestro” a un rey venido de fuera que conquistó en un momento determinado de la historia diferentes ciudades a sus entonces gobernadores andalusíes (que, por cierto, estos sí eran originarios de la tierra que hoy conforma Andalucía).
Tampoco podemos olvidar que crecemos en ciudades en las que días muy señalados y fiestas locales coinciden con estas conquistas cristianas (19 de agosto en Málaga, 2 de enero en Granada…) lo que, inconscientemente, nos obliga a pensarnos de alguna manera parte de esos conquistadores cristianos. ¿Qué más nos da que sean personas del siglo XIII y que no tenemos nada que ver con ninguna de ellas? Ya si eso lo pensamos en otro momento, que lo fácil es, simplemente, festejar y no darle tantas vueltas a la cabeza.
Por todo ello, mostrar e interpretar el patrimonio andalusí requiere de un esfuerzo importante y una delicadeza extrema, y, la verdad, no solía alcanzar a verlo antes de trabajar en ello. Pero el día a día con los visitantes te revela que los andaluces (y por supuesto los nacidos en el Estado español en general) tienen una especial sensibilidad en cuanto algo gira en torno al islam (aunque estemos hablando del siglo X) y que hay que tener especial cuidado en no molestar sus cómodas creencias que les sitúan todo lo más lejos del islam que se pueda.
Es necesario que eduquemos a nuestros niños y jóvenes en el estudio y respeto a nuestro patrimonio andalusí, no sólo como una forma de conocimiento de lo nuestro, sino también como herramienta para combatir la oleada de racismo e islamofobia actual
Será que visitar un monumento andalusí nos obliga a repensar nuestra propia historia y nuestra relación con el mismo. Supongo que es mucho más fácil adoptar la posición de “verlo desde afuera” para no sentir la obligación de ahondar en sus raíces, de comprenderlo… porque, quizás, hacerlo nos incomoda, nos sitúa de alguna manera cerca del islam, esa religión a la que sentimos tan ajena, tan extraña, de mujeres veladas y personas que no comen jamón.
De otra parte, últimamente también podréis haber visto, incluso por redes sociales, a musulmanes de todo el mundo que continuamente señalan como “suyos” de alguna manera, diferentes bienes patrimoniales andaluces de época andalusí, especialmente, por supuesto, la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada. Pero ¿de qué modo puede una persona a miles y miles de kilómetros sentir un monumento como parte de su historia o su identidad tan sólo por el hecho de haber sido construido bajo período andalusí? Y tú, José Luis, cordobés que has crecido paseando con tus padres por el Patio de los Naranjos, piensas en “otros” cuando hoy te cuentan su historia.
Educación patrimonial desde el respeto y lo local
Una de mis citas favoritas, a la que he recurrido frecuentemente y que me parece que refleja muy bien nuestra relación con el patrimonio, es una atribuida a Leonardo da Vinci. Personaje al que, por cierto, se atribuye también la invención de una máquina voladora, olvidándonos siempre del rondeño Ibn Firnās, que a mediados del siglo IX construyó un ala fija al cuerpo y realizó un vuelo en Córdoba que ha quedado documentado gracias a al-Maqqarī y a Ibn Sa’īd al-Magribī. Esta frase decía algo así: no se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama. Pues sí, queridas y queridos, está totalmente comprobado que se cuida y se ama mucho más lo que conocemos y sentimos propio y, además, por qué no decirlo, se disfruta muchísimo más. Imaginaos recorriendo un monumento del que sabéis el momento histórico, los entresijos de su historia y el gobernador o personaje que lo impulsó, al que podéis llegar a querer como al protagonista de vuestra serie preferida, que, para colmo, puede ser un paisano vuestro del siglo X. Así que, por supuesto, es necesario que eduquemos a nuestros niños y jóvenes en el estudio y respeto a nuestro patrimonio andalusí, no sólo como una forma de conocimiento de lo nuestro, sino también como herramienta para combatir la oleada de racismo e islamofobia actual.
Y no, como historiadora lógicamente no vengo a deciros que al-Ándalus es Andalucía, porque no coinciden ni en tiempo ni en espacio, pero si somos capaces de asociar algo de nosotros a episodios medievales cristianos, ¿por qué no pasa lo mismo con al-Ándalus? A mi modo de ver, algo está fallando con nosotros; con cómo concebimos y entendemos nuestra propia historia y sus restos materiales; parece que los andaluces no fuésemos nada realmente, como si nuestro patrimonio y nuestra historia siempre fuese de otros ‒castellanos del norte o musulmanes de oriente‒, pero nunca nuestra.
Y qué mal que esto no me resulte curioso ni extraño.
Sobre este blog
ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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