La manifestación de los trabajadores del metal, desde dentro: de la emoción al enfrentamiento

“No te imaginas cómo está de gente la plaza Asdrúbal”, decía una señora por teléfono. A esta vecina de Cádiz se le iluminaban los ojos al decirle a la persona que estaba al otro lado la gran aceptación que había tenido la manifestación que se ha celebrado en la ciudad este martes. “Por un convenio del metal, justo y digno” era el lema de los convocantes, UGT y CCOO, pero desde un primer momento se palpaba que era un grupo heterodoxo (familias, mayores, estudiantes, trabajadores), aunque unido por una misma causa. Se reunieron unas 5.000 personas según los sindicatos y la mitad, según los datos de la Policía. Era una mañana fría pero el sol acompañaba a la cita.

El día anterior se había llegado a poner en duda la celebración de la manifestación porque los sindicatos estaban reunidos en Sevilla, pero desde la misma mesa de la negociación se aclaraba a la prensa pasadas las diez de la noche por parte de UGT que habría manifestación “pasara lo que pasara”. No hubo acuerdo (otra vez) tras la cuarta reunión entre patronal y representantes de los trabajadores, y la plaza Asdrúbal a las 11.00 de la mañana era un hervidero. En el punto de partida de esta marcha, se respiraba el hartazgo de un colectivo que se siente maltratado por los empresarios y por los políticos.

Serían las 11.15 (algo más tarde de lo previsto) cuando arrancó una marcha que ya en su inicio estaba dividida en varios tramos muy diferenciados. Los sindicatos estaban en la parte delantera, después iba el grupo más animado, el de los estudiantes, y había un tercer tramo con trabajadores de las empresas auxiliares y también de empresas de la zona, como Alestis, Airbus y Navantia. Tampoco faltaron representantes políticos, pero quedaron en un segundo plano porque el protagonismo, este día, no era suyo.

“Violencia es no llegar a fin de mes”

La Avenida Ana de Viya vivía una mañana especial. Se notaba que había mucho en juego y por eso no había lugar para la indiferencia. No solo eran los que estaban en la marcha. Comerciantes, vecinos y curiosos aplaudían al paso de los manifestantes y se unían en los gritos de los más guerrilleros. “El pueblo, unido, jamás será vencido”, “violencia es no llegar a fin de mes”, “este convenio lo vamos a ganar”, “aquí están los obreros del metal” fueron algunos de los más coreados.

Después de una semana en la que los trabajadores habían hecho concentraciones itinerantes por la ciudad, en este caso había una complicidad especial con el resto de ciudadanos. No era la primera vez que sanitarios o colegiales aplaudían desde las ventanas, pero la sensación era de ir todos a una en una ciudad acostumbrada a la solidaridad entre trabajadores. Uno de los momentos más emocionantes se vivió cuando un grupo de enfermeras aplaudió a rabiar desde la fachada principal del Hospital Puerta del Mar al paso de la manifestación.

Platón y al Carranza

Estaba siendo una mañana tranquila y no se adivinaban incidentes. Pero todo cambió cuando la manifestación se fracturó. Cuando los sindicatos habían tomado otra avenida en busca de la sede de la Federación de Empresas del Metal de la provincia de Cádiz (FEMCA), fue relativamente sorprendente ver que el resto seguía otro camino. El enfado de muchos trabajadores de la Bahía con UGT y CCOO por la manera de gestionar el cierre de la planta de Airbus de Puerto Real se plasmaba en un plantón en plena manifestación.

Pero ese plantón entrañaba sus riesgos. El objetivo ahora del grueso principal del grupo era cortar el puente José León de Carranza, el puente por el que Cádiz se une con Puerto Real y un enclave histórico de las protestas de los astilleros de la Bahía. El objetivo de los manifestantes puso en alerta al dispositivo policial. Algunos trabajadores veteranos alertaron al grupo del peligro que albergaba la nueva ruta: “Pido que vayamos con las manos en alto porque podemos caer en provocaciones de la Policía”. Y así fue: las miles de personas en ese punto caminaron con los brazos en alto para recordar a las fuerzas del orden presentes que esas eran sus únicas armas.

La tensión fue aumentando poco a poco porque los furgones policiales aguardaban a la masa a la altura de la piscina Ciudad de Cádiz, la entrada de la ciudad pero sin haber llegado aún al puente. Estaba claro que ese iba a ser el punto de enfrentamiento si ninguna de las partes cedía. Y ninguna cedió. El dispositivo policial empezó entonces a disparar salvas y no sirvieron los gritos alertando de la presencia de menores entre los manifestantes. Los asistentes se pusieron nerviosos, volaron algunas botellas y la Policía respondió con bolas de goma, gases lacrimógenos, porras. La gente tuvo que huir corriendo para las calles cercanas y hacia la propia playa de la Victoria, donde muchos permanecieron en la arena con una sensación de miedo en el cuerpo.

El enfrentamiento duró al menos una hora y se saldó con cinco policías heridos, según fuentes oficiales. Se desconoce aún el número de heridos entre los manifestantes. Hubo un detenido y muchos vídeos circulando por las redes y los grupos de mensajes instantáneos en los que se hablaba de la sensación del momento: que las fuerzas del orden se emplearon con una contundencia excesiva.

Hacia la 13.00 aún había conatos de enfrentamientos en Puerta Tierra, ya en el Casco Antiguo, pero la marcha que había empezado con un ánimo solidario terminaba con la desazón de que “las buenas intenciones terminasen de esa manera”.

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