Si Pedro Sánchez logra sumar apoyos de la izquierda para que el PSOE pueda formar gobierno, este podría enfrentarse en los próximos meses a una paradoja: que tuviera que buscar en la derecha los apoyos suficientes para revisar los acuerdos con Estados Unidos y la ampliación del escudo anti-misiles. No parece probable que Unidas Podemos y otras formaciones de la izquierda acepten ambas propuestas, en las actuales circunstancias, máxime cuando las unidades del escudo, presentes en Rota, han participado en acciones que exceden su supuesto mandato. Así ocurrió con el bombardeo de la base aérea de Shayrat, en Siria, en el que participaron el USS Ross y el USS Porter, dos de los buques destinados a la mayor base naval de nuestro país y que supuestamente debieran ser utilizados tan sólo como protección contra misiles balísticos en el sistema defensivo de la OTAN.
Antes de mayo de 2021, si se cumplen los plazos previstos, España y Estados Unidos tendrán que revisar el Convenio de Cooperación para la Defensa entre España y EEUU firmado en 1988, diez años antes de que cayera el muro de Berlín y justo cuando nuestro país acababa de entrar en la OTAN. El Convenio ha conocido diversas enmiendas en 2002, 2012 y 2015 y ahora tendrá que pasar de nuevo una revisión por parte del Parlamento para hacer posible la llegada de los helicópteros que reforzarán el escudo anti-misiles.
Tras los primeros acuerdos hispano-norteamericanos de 1953, que la democracia incipiente renovó en 1976 con rango de Tratado Internacional, la incorporación de España a la Alianza Atlántica forzó a redefinirlos en 1982, previamente al referéndum atlantista de 1986 que determinó una nueva renegociación dos años más tarde. De todo el despliegue de bases estadounidenses en suelo español, la bandera de las barras y estrellas quedó relegada a partir de entonces a las bases de Morón, construida por España en 1941, y Rota, que comenzó a diseñarse a partir de 1953.
Diversos protocolos sirvieron, a comienzos de este siglo y a partir del 11 de Septiembre, autorizaron el incremento y mejora de las instalaciones militares de Rota, el célebre Escudo Antimisiles de la OTAN con el establecimiento de cuatro destructores AEGIS en Rota y un tercer Protocolo suscrito tras el asesinato en 2012 en Bengasi del embajador norteamericano en Libia, que llevó a establecer en Morón una fuerza dependiente del Mando para África (AFRICOM), que permite el refuerzo de establecimientos diplomáticos, evacuación de no-combatientes, recuperación de aeronaves y, al menos sobre el papel, la asistencia humanitaria o la respuesta frente a desastres.
El rey en Rota
En medio de este marco político, el fin de semana Rota volvió a ser escenario protagonista: Javier Sánchez Rojas respiró tranquilo. La noche antes, el presidente de la Confederación de Empresarios de la provincia de Cádiz había logrado que el rey Felipe VI presidiera la ceremonia de la 'Noche de la Empresa' en la Base Naval de Rota. Más de un millar de asistentes se sumaron a esta convocatoria empresarial que prestó reconocimiento a la Armada Española, las trayectorias del Grupo Empresarial Hervaz, la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras (APBA) y a las cinco empresas bodegueras de la provincia de Cádiz que siguen en la brecha, sin vender su accionariado a otras firmas: Barbadillo, Caballero, Delgado Zuleta, González Byass y Osborne.
La elección de la Base de Rota para este menester y la comparecencia del Rey en un acto empresarial en la provincia gaditana no fueron causales: se trata de una industria, militar pero industria, y en el mes de junio, el número de desempleados inscritos en la provincia se situaba en 142.208, en su mayoría residentes en la Bahía, 77.601, que para sí darían para fijar el censo de toda una ciudad.
No hay datos contrastados sobre el impacto de la Base en la economía local pero los roteños saben que no sólo les trajo un peligro real sino mucho dinero, desde su construcción en los años 50 a la presencia de hasta 11.000 militares estadounidenses en la década de los 70: el pueblo con más licencias de taxi en España, durante aquella época de perros atados con longanizas en forma de dólares.
¿Dónde están tus huertos?
Mr. Marshall, como nos contó Berlanga, jamás pasó por España. Pero algunos de aquellos mayetos –los campesinos locales—que vivían de los huertos, el melón, la calabaza, el tomate o la sandía que añoraba Rafael Alberti en su poema Rota Oriental Spain, se vieron beneficiados con las ventas y expropiaciones que afectaron a 242 hectáreas de cultivo. Otros fueron conducidos a un nuevo y lejano asentamiento en el Poblado de Doña Blanca, en El Puerto de Santa María, otro municipio que se vio invadido por la Base, al menos en un 15 por ciento de su término municipal.
Cuarenta años atrás, a partir de la incorporación de España a OTAN, Estados Unidos inició un repliegue en todas sus bases españolas y, en el caso de Rota, el terreno bajo su control pasó a ser de 202,3 hectáreas de las cerca de más de 2.423 has que tiene la base, a lo largo de sus 26 kilómetros de perímetro y un puerto de 2.400 metros de línea. Ahora, vuelve a aumentar su presencia, tras el célebre escudo anti-misiles, aunque el tope se mantiene en 4.250 militares y 1.000 civiles estadounidenses, según los compromisos del Tratado Bilateral que permitió dicho dispositivo.
En este mismo ámbito, se enmarca la renovación a partir del año próximo de los cuatro destructores lanzamisiles con sistema de combate Aegis destacados a partir del otoño de 2013 en la base de Rota, USS Carney, USS Donald Cook, USS Porter y USS Ross. Todos ellos serán sustituidos por otros de la misma clase Arleigh Burke, pero con una tecnología a la última y a los que se incorporará una flotilla de helicópteros navales, vulnerando en un principio el trámite parlamentario que sería preceptivo según el Tratado de Washington y que el Gobierno en funciones pretendía aparentemente obviar.
La noticia se conoció a través de un comunicado del cuartel general de la Sexta Flota con base en Nápoles, pero ya se sabía desde mucho antes, al menos desde que en julio de 2016 Barack Obama se convirtió en el primer presidente norteamericano en visitar la Base. Por lo tanto, está cogida con pinzas la excusa gubernamental de que el trámite parlamentario pudiera obviarse por la actual interinidad política y el complejo trámite para la modificación del tratado. Hubo tiempo suficiente para que lo hiciera este Gobierno o el anterior.
El actual Convenio con la Casa Blanca data de 1988 y resulta anacrónico en varios de sus aspectos, pero en lugar de revisarlo y adaptarlo a las nuevas condiciones geoestratégicas y políticas, los diferentes Gobiernos españoles optaron por corregirlo cada vez que Estados Unidos ha reclamado refuerzos en su presencia militar, como ocurriese en 2002, tras el 11-S, cuando aceptamos la presencia en nuestro país de los servicios de información de la Marina y la Fuera Aérea estadounidense, o en 2012, cuando se reguló el escudo. Tampoco se convocó a las Cortes en 2011, cuando Zapatero firmó como último decreto de su Gobierno la instalación en Rota del escudo antimisiles; ni en 2015, cuando Rajoy aprobó la llegada de 3.000 nuevos militares a la base de Morón.
Tras el escándalo suscitado por la difusión de la noticia, Margarita Robles, ministra de Defensa en funciones, se apresuró a asegurar que la ampliación de efectivos pasaría por el control de nuestras cámaras. En cualquier caso, existe un Comité Permanente Hispano-Norteamericano que coordina todas las cuestiones que tengan que ver con el Convenio de Cooperación para la Defensa entre el Reino de España y los Estados Unidos de Norteamérica.
Otra cuestión en el aire –y nunca mejor dicho—fue el de la proyectada llegada a Morón de helicópteros para la lucha contra la droga que operaban en Afganistán y en Thailandia y cuyo traslado hasta aquí se anunció años atrás, aunque no encajara en sentido estricto con nuestros acuerdos bilaterales. O, remontándonos en el tiempo, aquellos Sea-Hawk, con sistemas LAMPS Mk3, que el Gobierno de Felipe González compró en los 80 para intentar enterarse del paso clandestino de los submarinos soviéticos por el Estrecho cuya presencia era rastreada por los norteamericanos que reportaban sus datos a la base de la VI Flota en Norfolk, en Virginia, antes que a sus socios españoles.
Helicópteros nunca han faltado en este espacio aéreo que a lo largo de 60 años ha conocido todos los modelos de aviones militares homologados por el Pentágono, habidos y por haber. Precisamente, las fragatas españolas F-100, con sede en Rota, vienen demostrando su eficacia en misiones antisubmarinas, precisamente cuando este vuelve a ser uno de los escenarios favoritos de Rusia en el mar Negro, a través de su base Kilo.