Día 55 en estado de alarma: calor
Que por mayo, era por mayo cuando hace la calor... En estos días en que la primavera va tocando a su fin, suele apretar el Lorenzo de mala manera. Francisco, el portero del bloque donde yo vivía cuando era pequeño y cuando había porteros, decía siempre llegando estos calores, mirando al cielo raso de las seis de la tarde, “¡la que está cayendo!” Y es que “la caló”, cómo se dice aquí en el sur, cae a plomo y de qué manera.
Pasamos, en dos días, de la rebequita a los 40 grados en el termómetro del Cachorro, y el cuerpo pide playa de momento. Pero no hay que olvidar que estamos en mayo y, como dice el refranero popular, “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Claro, que la mitad de la población no se entera. ¿Qué es un sayo?, se preguntan unos, mientras que otros cuentan con los dedos tratando de recordar si mayo tenía 30 o 31 días, pero 40 no tiene en ningún caso. Otros, simplemente, no saben qué es un refrán.
Y es que Google ha hecho mucho daño y ha acabado con las discusiones de barra de bar y con el refranero popular. Porque llegando mayo, con los primeros calores, nos entran las prisas por quitar de en medio todo lo que nos da calor, encontrándose uno con la disparidad de temperaturas familiar. Que a pesar de no mantener la distancia social, es lo que tiene compartir una misma cama. Que si quitamos el edredón, que sólo de verlo da calor... Mejor esperamos, que todavía vuelve el frío, que hasta el cuarenta de mayo.... El caso es que te despiertas a las tres de la mañana con frío y manoteas la cama tratando de encontrar la colcha, sin éxito. Te echas al suelo y te diriges al armario, con la poca luz que entra por la ventana. En el camino, te dejas el dedo meñique del pie izquierdo en la esquina de la cómoda, un dolor te recorre el cuerpo entero y la punta del dedo te palpita como si todo el corazón estuviera allí agolpado. ¡Qué dolor más grande!. Cuando logras alcanzar el armario, abres las puertas y comienzas a tantear a oscuras.
- “¿Qué estás buscando?”
- “La colcha”
- “Pues la he quitado, está en el altillo del otro armario”.
Lo dicho, no te quites el sayo y, como decía mi madre, no andes descalzo. (La ventana de Luis)
El termostato
Ya lo estoy viendo: desconfinando, desconfinando, y el fresquito del aire acondicionado dando. Murphy y su ley haciendo de las suyas. Nos abren un poco la puerta y la vamos a tener que cerrar como la 'calufa' (me encanta este palabro) empiece a calentarnos fuerte. Ni llueve a gusto de todos ni por la noche salgo yo por mucho que se levante el sol por la mañana. Ya está haciendo calor, y lo sabes, aunque lo del 40 de mayo que decía mi madre es verdad como todo lo que dice una madre, al menos la mía.
De momento en casa, va a ser por eso, nos resistimos a quitar la camilla, ese invento del sur que te atrapa en invierno y que aleja la cama miles de kilómetros en una travesía helada hasta el dormitorio. Tampoco hemos sacado el ventilador, aunque he hecho mi primer intento, lo confieso. La estufa sigue en la cocina sin saber bien a qué atenerse y una minipiscina ha hecho una primera aparición estelar, la más madrugadora de su vida, creo. Tiempo va a tener de refrescar si las tradicionales aguas veraniegas se retrasan o acobardan, por mucho que digan los científicos que al “bicho” no le gusten ni playas ni piscinas.
En realidad aquí nos gusta que haga calor y no nos importa. Nos quejaremos, claro, pero con gusto, por poder salir un poco más a la calle. Igual que no importaba pasar frío y tocar hielo en las primeras madrugadas, que son siempre las mejores como todo lo primero. Y diremos a boca llena “¡qué calor!”, y relataremos con orgullo, aunque sea mentira, que hemos visto un termómetro a 50º, y recordaremos lo del gorrión con cantimplora, y todo lo demás. El termostato de cada uno solo lo conoce el que lo porta, así que me pongo Veneno y digo: “Hace calor, pregúntale a quien quieras”. (La ventana de Javi)
Amo Sevilla
Me leí El extranjero de Albert Camus hace veinte años. Es una novela que no deja indiferente… y menos con 16 años. Su existencialismo impacta con una crudeza sensorial, epidérmica. Aunque la estudié en profundidad, apenas recuerdo algunos pasajes, como el discurso furibundo contra el sacerdote o el calor extremo que sufre su protagonista. Mientras deambula por la ciudad, la flama lo acompaña, como una condena y un anticipo del infierno que se va a desplomar sobre él.
Pienso en la novela al recordar que, hasta ahora, hemos desafiado el confinamiento con un clima llevadero: los últimos coletazos de un suave invierno y una breve primavera que ha pasado en un suspiro. Pero esta semana, el calor nos ha dado su primer aviso para que vayamos guardando el nórdico y saquemos las sábanas de algodón.
Mientras el virus atrae toda nuestra atención, el cambio climático sigue avanzando. La última noticia sobre el calentamiento global suena apocalíptica. Un grupo de investigadores ha descubierto que, en los últimos tiempos, los golpes de calor se han multiplicado por todo el planeta. Son una mezcla fatal de calor extremo y humedad que resulta letal para el ser humano.Pienso en Vietnam y en Qatar. En lo duro que es ese calor cuando va acompañado de una humedad insufrible.
Me alejo del desierto, de las noticias y vuelvo a ver ‘Una vez más’, la película de mi amigo Guillermo Rojas, ambientada en Sevilla. Me imagino paseando por esa Sevilla de ensueño, real, calurosa. Pero llevadera. Una Sevilla de bares de luz tenue, azoteas festivas, calles laberínticas y parques frondosos. Una Sevilla amable y veraniega, donde querría vivir eternamente. Una Sevilla para enamorarse. (La ventana de Ale)
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